Bueno, ya podía asegurar que estaba tan idiotizado por la muchacha que daría buena parte de su dinero solo por verla sonreír. Y eso era mucho dinero que había ganado trabajando duro y pateando el culo de su malvado padre. Y ahí estaba, observándola desde su mesa como tocaba el bandoneón. Esperaba como loco que terminara y, por fin, subiera a llevarle su brandy para tenerla unos momentos a solas. —Es bueno el flacucho — escuchó la voz de su primo a su costado —. Le falta técnica pero está bien. Ahora — dijo cambiando el tono a uno más confidencial —, ¿dónde está la bella pelirroja?. Ramiro se tragó el insulto que quería escalar por su garganta. Simplemente bebió de su vaso aquel líquido que le quemó la garganta e hizo descender el nudo de furia. —Su turno empieza más tarde. La uso solo