Al finalizar la noche Nicolás esperó, un tanto inquieto, en la salida del bar. La vió venir a paso lento, metida en sus pensamientos de los que él deseaba ser parte. Ella sonrió al verlo, regalándole esa bonita sensación que se le formaba en la boca del estómago cada vez que la tenía enfrente. — Te acompaño a casa — dijo el rubio, ella aceptó, después de todo no era secreto para nadie que se estaba quedando con Cristina, quien se había retirado unas horas antes. — ¿Creés que la señora Cristina estará bien? — indagó mientras miraba sus propios pies deslizarse sobre los adoquines. — Creo que si le seguís diciendo señora se va a enojar — bromeó haciendo que ella sonriera un poco —. Y sí. De alguna forma siempre está bien — le aseguró. — Asique… una gira — dijo mirándolo de frente, con su