Artur toma de la mano a Keisha y la lleva hacia los pasillos internos del palacio, los mismos que él utilizaba para ir a su habitación cuando estaba enferma. La princesa no se atreve a preguntar donde la lleva, pero debido a la tranquilidad que proyecta el rey en estos momentos, no cree que donde la lleve le haga algún daño. Van por unos pasillos alumbrados solo con antorchas, angostos y algo lúgubres para su gusto, pero bien limpias, al menos. Artur abre una de las tantas puertas que van pasando en el camino y entran en una habitación que ella nunca antes había visto. Keisha mira embelesada el lugar. Es enorme y bellísimo. Con una fina decoración. —Esta era la habitación de mi madre —dice Artur con nostalgia pasando sus dedos por una pintura antigua de una pareja. —Ella falleció cuan