—Por favor, no diga nada —Suspira Keisha cuando la princesa Ryanah se sienta a su lado en el jardín. Sus ojos están tan hinchados y rojos que es imposible no darse cuenta de que estaba llorando. —Creo que ya tiene demasiado en qué reflexionar —Confirma la susodicha. —Además, solo vine a hacerle un poco de compañía, no a recriminarle nada. El día está hermoso y cálido como para amargarse por cosas que tienen solución. Keisha continúa con la vista fija en un pequeño grupo de pájaros que revolotean en un arbusto. El rey tampoco quiso recibirla hoy en la mañana, aunque sabe que no fue a la corte y que permanece trabajando dentro de su habitación, los soldados le indicaron que él no la necesitaba. Según Andora, Liona había entrado un par de veces a reunirse con él durante la mañana, lo que