En el palacio de Kresla, Sara, nerviosa por estar tan controlada por Ciro, da vueltas en la habitación, resoplando y maldiciendo. Se supone que esto no sería así, Ciro debía estar lejos con el rey ahora resolviendo lo de los rebeldes y ella estaría libre para poder cumplir con todo lo que estaba planificado desde hace mucho tiempo. Maldita la hora que el rey lo mandó de vuelta al palacio. —¿Quiere que le prepare un baño para refrescarse, ama? —Pregunta Dona viendo a Sara inquieta y abanicándose vehementemente. —Lo que necesito es salir de aquí. Este ambiente me está asfixiando. Si sigo aquí, me volveré loca, el aire fresco me hará pensar en una solución. —Pero dijo que no quería salir para que las demás concubinas no vieran su rostro, ama. —Usaré un sombrero, pero aquí ya no me quedo