Gonzalo se encuentra ya despierto desde temprano. Está preocupado. Los recursos del que disponían cuando salieron de Zhenfanya ya se están agotando y si no llegan pronto a la casa de su tío les será más difícil sobrellevar los días venideros. Vivir en la clandestinidad no es sencillo y con la identidad de Morgana mucho menos. Tienen suerte de que nadie la haya reconocido aun en este lugar y avisado al rey Luzio del paradero de su hija. Mira a su mujer acostada aun y vuelve a hacer las cuentas. Algo se le debe ocurrir. —¿Qué haces? —Morgana se levanta y camina hasta él para sentarse en su regazo. —Estoy sacando las cuentas y nos queda poco dinero, no podemos permanecer otro día más aquí. Debemos partir mañana mismo. —Quedémonos un par de días más, por favor —La princesa besa su mejilla