Los recuerdos me perseguían, más en las noches. Era una pesadilla que no podía evitar por más que quisiera. Estaba tirando frenéticamente mis ataduras en una maleta, sin prestar atención a lo que entraba. No importaba si terminaba con diez pares de pantalones, sin pantalones y seis sujetadores. No cuando finalmente seríamos libres del infierno en el que habíamos estado viviendo durante años. Todavía tenía un moretón en el pómulo, ahora estaba amarillento, pero había provocado preguntas de la gente durante la última semana. Sobre todo de Gen que sabía todo lo que pasaba bajo este techo, todo excepto lo que había pasado la semana pasada. Atribuiría ese moretón a una pelota de fútbol que me patearon en la cara por accidente. Cuando la bolsa estuvo llena, la cerré y la saqué de la cama y