NARRA AMANDA
—¿Tienes hambre pequeña? —pregunté a la pequeña de ojos color miel como los de su padre, viéndome fijamente —eres la bebé más hermosa. Ya vengo, quédate aquí, no salgas corriendo.
Bromeé con ella mientras colocaba las almohadas a los costados. Cuando estaba por abrir la puerta podía escuchar gemidos. Mi corazón comenzó a acelerarse, sin embargo, no sé en qué momento mis pies avanzaban como un imán hacia el lugar de donde venían estos. Mi mente no quiso pensar en nada o confirmar nada hasta que mis ojos verificaron que se trataba de eso verdaderamente. Llegué hasta la entrada de la cocina y lo que me encontré me provocó un dolor inmenso en mi corazón. Eso confirmaba que ellos eran un matrimonio que, aunque a distancia, matrimonio al fin.
«Guillermo es su esposo, su hombre.
