GUILLERMO
Creía que al amanecer me iba a invadir una enorme culpa, o arrepentimiento y ese no fue el caso. El aroma y calor que emana del cuerpo de Amanda, son tan tranquilizadores que no deseaba alejarme de ella. Su cuerpo comenzó a moverse, yo respiré profundo. ¿Pero qué debía hacer ahora? En el momento en el que vi esos ojos azules verme perdí mi capacidad de hablar. Ella se levantó ligeramente para darme un beso en mis labios, el cual no dudé en corresponder.
—Se que eres un hombre casado. Que no debería de sentir esto que siento por ti, pero ya no puedo ocultarlo. No pido, no exijo nada de ti más que me ames. Seré lo que tú quieras que sea, en tu vida y en la de tus hijos. Solo quiero amarte como lo necesitas y mereces —sus palabras parecen irreales, pero sabía que eran ciertas. Si
