Capítulo 4

2197 Words
WILLIAM -Will...- la voz de Ileana fue apenas perceptible, dude si en verdad había dicho algo o solo había sido producto de mi imaginación. -Gracias por todo general Vasiliev- le retribuí cordial tratando de imitar la elegancia con la cual alguna vez me dirigí a mis súbditos. Al tratar con delincuentes tuve que olvidar la cortesía y comportarme como uno de los suyos para ganar su confianza y su respeto- Un manjar y un catre cómodo esperan por usted. -¿De qué...?-se detuvo, confundido, me había escuchado y había entendido que ahora ya no estábamos a la mismo altura . Me miro entrecerrando los ojos y se acerco. -He tomado el control del campamento y del ejército. Así que por tu bien ya sabes lo que tienes que hacer- Manifesté. Frunció el ceño y miro hacia la nada con una mueca desganada, tal vez aceptando que había perdido el poder de todo. -Me alegro que sus planes tuviesen éxito- aludió colocando su mano sobre la empuñadura de su espada, aquello me puso tenso, no pude más que tomar una posición autoritaria esperando que no tuviera que pelear contra él enfrente de Ileana, pero segundos después retiro su mano.- Me retiro por ahora majestad. La palabra "majestad" tuvo que saber amarga en su boca mientras la pronunciaba, y yo me regocije por un momento de aquella victoria. No todos los días puedes vencer a tu más grande rival. Lo vi caminar y desaparecer en la oscuridad, Ileana y yo no encontramos solos, como hacia tanto tiempo no ocurría y fue entonces que sentí que sus brazos me rodearon con fuerza, fue un abrazo, uno abrumador en todos los sentidos, al grado de que mi corazón pudo detenerse por un segundo, tal vez pero no lo hizo. Perplejo solo la observe sin poder corresponder a su abrazo, ni quiera para tratar de consolarla pues podía escuchar unos sollozos que trataba de ahogar en mi pecho. -Sígueme- le ordene alejando poco a poco su cuerpo del mío y comencé caminar buscando con la mirada si no había nadie alrededor que pudiera ser testigo de lo que parecía ser un reencuentro bastante incomodo, al menos para mí. Llegamos a mi carpa, alce la tela que hacia el papel de una puerta y noblemente le hice señal de que entrara primero. Ya con la luz de varias lámparas de aceite pude percatarme de que realmente estaba llorando. Si mi yo del pasado estuviera presente, sin dudarlo, la abrazaría y consolaría su corazón doliente pero no era así. Ahora estaba resentido por el pasado y quizás apenado por tener que traerla y utilizarla para mi beneficio, para mi buena suerte sus lágrimas significaban que tal vez podría aceptar mi propuesta. -Yo...- sus lagrimas la traicionaron una vez mas y yo solo me quede ahí, quieto, esperando que dijera o hiciera algo, porque si yo lo hacía probablemente la única palabra que saldría de mis labios no le agradaría- no puedo creer que sigas con vida. -Supongo que debes estar conmocionada por esto ¿No es así? - ¿Conmocionada? Yo no utilizaría esa palabra. Yo diría feliz, extremadamente feliz de que estés con vida- expreso tratando de secar las gotas saladas que resbalaban por sus mejillas, sin embargo era inútil- En verdad creí que tú estabas... - ¿Muerto?- termine la frase que al parecer le costaba completar. Asintió arrugando su rostro dejándose llevar por la emotividad que le provocaba verme parado justo frente a sus ojos. - ¿Por qué no regresaste? ¿Por qué esconderte?-reclamo con tanto sufrimiento que tal vez conmovió una parte de mi corazón, pues me recordó la misma reacción que helena había tenido al verme. -Hay muchas explicaciones al respecto, pero no eres la persona la que deba decirle todo- le recrimine. Abrió los ojos estupefacta, pero un segundo después agacho la cabeza comprendiendo que lo que yo decía era verdad, Ileana no significaba nada para mí y siempre sería un mal recuerdo de mi vida. -Aun me odias ¿Verdad? -Si- respondí tan crudo como era la realidad. -Te lo explique esa noche en el palacio- se atrevió a responder como si lo que me dijo en aquella ocasión fuese lo bastante convincente para perdonarla, pero no fue así. -Ileana- deje salir un suspiro entre las letras de su nombre, uno que dolía y me quemo la garganta, la lengua y los labios- Tus palabras perdieron valor para mí hace mucho tiempo ¿Por qué debería creerte ahora? -Yo no te traicione y lo sabes. Fue mi hermano y mi padre los planearon todo, yo simplemente fui un títere en su juego. -Un juego del cual tú eras consciente y con tan solo eso puedo decir que jamás podre perdonarte- replique una vez más, recordando que ella era la culpable de la muerte de mi padre. -William, yo quería decirte pero... -Pero no lo hiciste- complete una vez más- Te diré lo mismo que te dije esa noche, cuando fui a verte a tu habitación a espaldas de mi esposa. Ya no me importa lo que haya sucedido en ese entonces, solo me interesa el ahora. Te odiare el resto de mi vida así como me odio a mí mismo, pero tal vez exista una posibilidad de enmendar tus errores, siempre y cuando hagas todo lo que yo te pida. - ¿Y podrás perdonarme? -Si -William, ¿Habrá alguna posibilidad de que puedas amarme después de esto?- No respondí sospechando que Ileana no sabía nada respecto de Helena. Ella debía pensar que mi esposa estaba muerta. -¿Por qué insiste en revivir esos sentimientos Ileana?- pregunte. -Te equivocas, mis sentimientos nunca murieron. Aun sigo amándote- declaro, su tono de voz parecía ser sincero, no titubeo. Su mirada era clara y transparente, sin ninguna conspiración detrás, estaba diciendo la verdad, sin embargo yo también tenía que ser sincero con ella. -Aunque estés enamorada yo no puedo corresponderte, lo lamento- Fue inevitable agachar la mirada y al volver a levantarla, ella me observaba confundida. - Sé que me equivoque y no sabes cuánto me ha costado mi decisión, te perdí. Pero quiero iniciar de nuevo- contesto angustiada por mi respuesta.- A tu lado. Apreté las uñas contra las palmas de mis manos,exasperado tratando de contener la ira que fluía por mis venas y transitaba por todo mi cuerpo debido a sus palabras. Ileana en su ingenuidad o tal vez en su necedad creía que aun había una posibilidad de reavivar lo que fue de nuestro amor, pero la verdad era que la odiaba en lo más profundo de mi corazón, de mi alma y todo mi ser, porque por ella, yo tengo las manos manchadas de la sangre de mi propio padre -No- repetí firme- No puedo estar contigo -¿Por qué?- insistió. -Es por mi padre ¿Entiendes?- dije iracundo- ¡Yo lo mate!¡Por ti! El silencio que hubo después de mis palabras fue igual que aquella noche, cuando mi padre yacía sobre la alfombra de sus aposentos y su sangre escurría por entre mis dedos. -No- respondió ella con una serenidad que no podía creer. ¡Cuánto descaro!- No lo hiciste por mí. -Insolente- le grite en tono severo- Fuiste tú la que me entrego el cuchillo por órdenes de tu padre. -Sí, yo lo hice- me confronto entre lagrimas y una expresión inclemente en su rostro- Yo te di la daga que debía matar al rey, pero sabes que su muerte no solo era porque no consentían nuestro matrimonio, fue por tu pueblo, ellos lo mataron. -Te equivocas- le impugne-Fui yo, por creer en ti y dejar que los demás hicieran conmigo su propia voluntad. -Tu padre... -Eran asuntos de mi reino, ni tu ni tu padre, ni tu hermano tenían el derecho de opinar o decidir, pero lo hicieron ¿¡Y porque!?- interrumpí. Derrame un par de lágrimas mientras el presente- ¡Por un matrimonio ventajoso para ustedes! -Culpame por algo que yo no planeé pero tu padre estaba matando a tu reino, hiciste lo que debías para salvar lo que quedaba de el. Sus palabras fueron crudas, como si de verdad eso fuera cierto, algo que yo me negaba a creer porque nada me absolvía de la culpa, ninguna intención por buena que fuese. Yo mate a mi padre, el hombre que me dio la vida y me amo incluso hasta su último suspiro ¿Cómo debía vivir después de eso? No pude volver a mirar con amor a los que conspiraron contra mi padre, ni a Ileana, ni mi madre púes poco tiempo después descubri que ella también lo aborrecía. Ya no podía mirarme al espejo sin reprocharme cada día, sin odiarme. Deje a un lado los pensamientos que me perturbaban y me aproxime a ella, tomándola por ambos hombros. Sus ojos centellaron, me hizo recordar los días cuando estuve enamorado de ella, cuando esos ojos oscuros siempre me recibían con ese divino resplandor, pero mi corazón no sintió lo mismo, jamás volvería a latir por ella. -Mi esposa aun sigue con vida- revele. Entonces observe clara y pacientemente su reacción. Frunció el ceño y se alejo un par de pasos, mis palabras le habrían ocasionado tal asombro que era imposible que lo creyera. -¡Es mentira!- se aproximo tan rápido que no supe en qué momento ya tenía sujetado mi rostro con ambas manos, su agarre era delicado pero la expresión de su cara era desesperada.- ¡Ella está muerta, igual que tu padre! -No- corregí enseguida apartándola de mí- pero pronto lo estará si no hacemos nada para ayudarla. Te necesito. -No- susurro- No quiero hacerlo. No puedo, lo lamento. Retrocedió unos diez pasos de distancia. Su mirar se volvió serio, tal vez me había equivocado al revelarle que helena estaba con vida, pero era mejor que seguir rememorando mis pecados. -Ileana- pronuncie sereno- Esta noche nos encontramos en una situación similar, una vez fallaste al darme la daga y yo al apuñalar a mi padre, pero hoy puedes cambiar eso. Puedes ayudarme a olvidar lo que hice... Mi voz que quebró pero no importo que notara el mal estado en el que me estaba sumiendo, me deje caer sobre las rodillas y aun con el dolor la mire desde mi sitio. Tan desesperado estaba para suplicar de esta manera pero en verdad ella era mi única salvación, porque si helena moría, yo moría con ella. -Te lo suplico por favor Ileana-implore- sin ella, yo no soy nada. Caí sobre el suelo y con mis manos oculte mi dolor, las lágrimas caían sin control y fue al cabo de unos minutos que sentí su tacto sobre mi cabeza. Levante la vista y al ver que era ella me sostuve de la falda de su vestido cual niño perdido, mis manos, mi cuerpo entero perdió fuerza, pues toda estaba siendo drenada en lágrimas que derramaba por ayuda. -William- le escuche decir apenas en un murmullo.Acaricio mi cabello con sus manos, aquel acto fue delicado, casi podría decir consolador - ¿Qué ha hecho ella para que hagas esto? Sonreí, recordando el día en cual le expresé a Helena que comenzaba a sentir algo por ella. Ese día fui consciente de que había sido atrapado por su belleza, por su ternura y por su sonrisa, que solo querría probar sus dulces labios llenos del néctar que necesitaba para mí existir. Su mirada que expone mi alma y mis pecados pero no los juzga, me comprende y perdona. Una mujer sencilla, de buen corazón que reconforta y alivia las penas no se puede encontrar cuando la buscas, ella te encuentra y se roba para siempre tu amor. -Sin saberlo, unió las piezas de un rompecabezas y poco a poco, con sonrisas y una mirada tierna, pura y sin prejuicios pudo unir las piezas de mi alma.- admití sin vergüenza, el solo pensar en ella provocaba una serenidad en mi ser que no podía comprender- Me entrego su corazón y yo apenas si pude darle unos cuantos fragmentos del mío, los moldeo y los convirtió en uno solo, así que si muere, yo hare lo que sea para unirme a ella. Tal vez por un momento creí que la amenazaba con suicidarme, pero me di cuenta que no era una amenaza, era una afirmación. -La odio, por arrebatarme tu amor- reclamó y al levantar la mirada me di cuenta que lloraba sin emitir ningún sollozo, quizás en un acto reflexivo. Agacho la mirada y ambos nos miramos fijamente, ella miraba a un ser débil y miserable y yo al monstruo que me partió en dos. Que cruel era el destino, nunca me imagine estar suplicando por ayuda a la persona que me había torturado en cuerpo y alma.- La odio por encender algo en tu corazón que yo no puedo apagar. Ni mis lagrimas y ni mi muerte o la suya podrán borrar el gran amor que sientes por ella. Así que levantanté, hare lo que pueda para ayudarla. Hice lo que pidió, sonrió, algo que no esperaba pero su sonrisa no tenia maldad, no había conspiración detrás de ese gesto, sólo resignación y esperanzas rotas.
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