—Como tu mejor amiga, S, es mi deber decirte que ya va siendo hora de que te busquemos un hombre—señaló Melissa con indiferencia mientras estábamos sentadas en mi despacho.
—Tengo prioridades, Melissa, y el romance no está en lo alto de mi lista, por desgracia para ti—, respondí, poniendo los ojos en blanco.
—Bueno, yo creo que debería estarlo—, afirmó en un tono muy práctico.
—Pues no lo está. Fin de la discusión.
—Silvia—, suspiró. —Tienes veintitrés años, y no has tenido una relación duradera desde...
—Melissa. En serio, mi trabajo es lo primero. ¿Las relaciones? No.— Murmuré.
—¡Oh!— Sonrió maliciosamente. —¡Ya veo!
—¿Ver qué?— Respondí en tono aburrido.
—Tu trabajo, ¿eh? O puede que sea la persona para la que trabajas—. Ella sonrió, levantando las cejas al cielo como si hubiera hecho algún descubrimiento revolucionario.
—Sí, trabajo para Jason Knight. Sí, soy su secretaria y sí... ¡solo su secretaria!—. Espeté, estrujando el trozo de papel que tenía en la mano.
Melissa se quedó callada unos minutos mientras yo me sentía un poco culpable por haber soltado un chasquido.
—Pero está bueno, ¡no se puede negar!—. Sonrió rompiendo el silencio mientras me guiñaba un ojo. —¡Admítelo, S!
—Dios sabe que te despedirían en un santiamén si trabajaras para el señor Knight—me reí. —Aunque no niego que sea guapo...
—¿Quién es guapo?— Una voz grave me interrumpió desde detrás y giré la silla para encontrarme con su mirada.
Sentí que mi cara se sonrojaba al mirar a este hombre increíblemente guapo, sus electrizantes ojos azules verdosos, su pelo oscuro despeinado que le daba ese aspecto sexy, su mandíbula angulosa y su físico perfectamente musculoso: el paquete completo si no fuera por su personalidad narcisista e imbécil.
Se cruzó de brazos sin dejar de mirarme.
—¿Y bien?—Continuó.
—Será mejor que me vaya antes de que mi jefe me despelleje viva—, habló Melissa, volviéndose hacia Jason. —Señor Knight, mañana le enviaré directamente los planos.
Asintió mientras Melissa sonreía antes de escabullirse por la puerta.
—Sigo esperando, Srta. Vills.
—Solo una persona que conocí por casualidad, señor Knight—, me encogí de hombros, empezando a irritarme. —¿Necesitaba algo?
—De hecho, Silvia, sí. Tengo que asistir a una reunión de negocios en París dentro de unas semanas, y me gustaría que me acompañaras.
—Por supuesto, Sr. Knight. ¿Hay algo más que quiera que haga?—pregunté tirando los restos de mi almuerzo.
—Tengo que pasar a máquina algunas notas de la reunión de anoche y necesito que me escriba algunos correos electrónicos. Además, mañana por la noche daré una fiesta en honor del éxito de la empresa. ¿Tendré el placer de verte allí?—. Sonrió encantadoramente mientras caminábamos hacia su despacho.
—Me temo que no. Las fiestas no son lo mío—me encogí de hombros mientras me ponía manos a la obra con aquellas notas.
—¿Ah?— Enarcó una ceja. —¿Qué es lo suyo entonces, señorita Vills?
—Bueno, señor Knight, si se lo dijera, tendría que matarle—sonreí mientras seguía tecleando.
—Realmente eres algo, Silvia—se rió, balanceando las piernas sobre su gran escritorio de roble, apoyando las manos detrás de la cabeza.
—Otra cosa, desde luego—murmuré, preguntándome cómo, después de todo un año trabajando para él, seguía volviéndome loca (a mí y a mis hormonas).
—¿Has echado ya un vistazo al plan de expansión de la empresa?—. Preguntó de repente tras unos instantes de silencio.
—Sí, parece una gran baza para el futuro de la empresa, señor Knight—respondí, recordando la rabia que le entraba cuando los planes estaban incompletos.
—Jason, Silvia; nombre es Jason—. Corrigió, con evidente fastidio en su voz. —Yo no soy mi padre.
—Sí, por supuesto, señor Knight—, respondí sabiendo que continuaría frustrándolo.
—Como he dicho... otra cosa—, suspiró, sacando su iPhone del bolsillo. —Ya puedes irte; son casi las ocho. Se suponía que tenías la tarde libre de todos modos.
Sí, pero es una maldita lástima que no puedas recordar eso hasta que te conviene, pensé sarcásticamente.
—Por supuesto—miré el reloj y me levanté. Cogí mi abrigo y mi bolso y puse las notas en un montón sobre su escritorio.
—Buenas noches, señor Knight.
—Buenas noches, señorita Vills—, sonrió mostrando un perfecto conjunto de blancos nacarados mientras yo le hacía un rápido gesto con la mano.
—¡Silvia!— La voz de Melissa gritó mientras venía detrás de mí.
—¿Sí, Melissa?— Respondí, arrastrando cada sílaba.
—Y... ¿Qué ha pasado?—Chilló emocionada aplaudiendo mientras yo la miraba incrédula.
—Llevo un año trabajando para él, así que, ¿desde cuándo estás tan empeñada en unirnos en sagrado matrimonio?
—Ya verás. Haríais una pareja muy sexy—sonrió para mi disgusto.
—Ya. ¿Por qué sigues aquí? ¿Qué ha pasado con lo de 'mi jefe me va a despellejar vivo'?
—Quería darle a mi pareja favorita algo de espacio para...
—Termina esa frase y te juro que te mato—. La fulminé con la mirada mientras levantaba las manos.
—Vale, Jason tiene su fiesta mañana, así que tenemos que ir de compras. Me merezco un capricho.
—Yo no voy—respondí mientras subíamos a su coche.
Ella y yo vivíamos a unos quince minutos de distancia, ya que compartía piso con su novio Blake.
A quien casualmente yo despreciaba.
—Oh, sí que vas—resopló. —S, has señalado varias veces que eres la secretaria de Jason, así que es justo para él que estés allí.
—Parecía bastante de acuerdo con que no estuviera—me encogí de hombros.
—Lo juro por Dios, eres una idiota, Silvia—suspiró. —Vas a ir. No vas a ser una reclusa antisocial toda tu vida.
—Pero ya se lo he dicho...
—¡Oh, no!— Ella interrumpió. —Te vas y punto. Tienes que aprender a vivir el momento y simplemente disfrutar; te lo debes a ti misma, Silvia.
—Mira, no necesito ninguna atención no deseada. No merece la pena— respondí, intentando razonar con ella aunque sabía que tenía razón.
—Silvia, necesitas relajarte, él no va a volver. Ahora no. Ni nunca.
Me quedé pensativa, preguntándome cuánto tiempo más iban a perseguirme sus recuerdos, cuánto tiempo más iba a permitir que siguiera controlando mi vida.
—Tienes razón—cedí, sacudiendo la cabeza. —Ya era hora de que recuperara mi vida.
—¡Eso es lo que me gusta oír!— animó Melissa mientras yo me reía, sabiendo que estaría totalmente perdido sin ella.
Me relajé un poco, diciéndome a mí misma que este iba a ser el primer paso hacia la creación de una nueva vida para mí, una vida en la que no estaría constantemente mirando por encima del hombro, o saltando cada vez que sonaba el teléfono, este fue el primer paso hacia la recuperación.
*
Aproximadamente tres horas y media más tarde, Melissa había batido por fin su récord de —comprar hasta reventar— al entrar en su apartamento con los brazos cargados de multitud de bolsas.
—Gracias a Dios que era la hora de cerrar—reí, sirviéndome una copa de vino. —Estaba a punto de montar una tienda y empezar a tostar malvaviscos.
—Oh, no exageres, sabes que soy la mejor persona con la que ir de compras—sonrió con satisfacción, volviendo su atención a su teléfono zumbando. —Blake acaba de enviar un mensaje. Va a venir en unos minutos a probar su última canción: ¡las ventajas de ser la novia de un músico!
Melissa sabía lo profundo que era mi odio por Blake, pero nunca se tomó en serio mi preocupación.
No es que pudiera culparla, porque ¿quién aceptaría consejos de una mujer cuyas interacciones con los hombres solían acabar en desastre?
—Qué bien—. Intenté sonreír genuinamente, sabiendo que ella se daría cuenta. —Me voy de todos modos, nos vemos mañana.
—¿Estás segura de que no te quedarás? Vamos, Silvia, ya te lo dije, es un hombre cambiado— Intentó suplicarme mientras me pasaba los dedos por el pelo.
—Melissa, te lo he dicho, no voy a sentarme aquí y fingir que amo a Blake, porque realmente no lo hago—, hablé suavemente, sabiendo que el enfoque descarado no le sentaba muy bien a mi sensible mejor amiga. —Será mejor que me vaya.
Echándome el abrigo sobre los hombros, salí del apartamento de Melissa.
Ella y Flake, como prefería reconocerlo, tenían una relación bastante tumultuosa, en la que él era incapaz de mantener la polla dentro de los pantalones y ella siempre volvía a aceptarlo.
Tal vez algún día entre en razón y le dé una patada en el culo, pensé al llegar a mi apartamento.
Al entrar, me dejé caer en el sofá y abrí el portátil para revisar mis correos electrónicos: uno de Jason y otro de mi abogada, Catherine. Porque llamar a tu cliente o enviarle una carta estaba totalmente sobrevalorado.
Suspiré al abrir el de Jason.
¿Sigue sin poder convencerla para que asista a la fiesta de celebración, señorita Vills?
Sonreí mientras empezaba a teclear una respuesta.
De hecho, señor Knight, puede hacerlo. Me han dicho que viva un poco recientemente por cortesía de Melissa, así que, sí, asistiré.
Mientras esperaba su respuesta, abrí el correo electrónico de mi abogado, sintiendo que se me helaba la sangre mientras mis ojos solo podían concentrarse en esas palabras olvidadas de la mano de Dios.
Fianza.
Libertad.
Audiencia.
Tribunal.
Solté un suspiro exasperado, incapaz de creer que mis batallas legales estuvieran a punto de repetirse una vez más.
Mi bandeja de entrada sonó, de repente, rompiendo mi cadena de pensamientos al hacer clic para abrir el nuevo correo electrónico de Jason.
Me alegro de oírlo, Silvia. Aunque te aseguro que habrías acabado viniendo de todos modos. Las mujeres nunca me rechazan. Jamás.
Sonreí ante su arrogancia sin remordimientos. Su arrogancia sin disculpas que probablemente explicaba su reputación no tan buena cuando se trataba de "relaciones". Jason nunca había tenido una relación de más de tres semanas e incluso así, había sido novio de otras cinco mujeres.
Por espeluznante que sonara, yo lo sabía por la cantidad de citas que había tenido que cancelar, así que, junto con la cantidad de flores de "lo siento, no eres tú, soy yo" que le enviaba en su nombre, se hizo difícil no darse cuenta de algo así.
No lo dudo, tecleé sarcásticamente. Buenas noches, Sr. Knight.
Dejé el portátil sobre la mesita y decidí que ya era hora de dormir; sabía que mañana sería una batalla totalmente nueva.