SILVIA —¡Jason, por favor, sabes que odio las sorpresas!—Gimoteé mientras me guiaba fuera del jet con los ojos vendados. —Espérate—, se rió ante mi fastidio. De repente, sentí que el aire caliente se precipitaba hacia mí mientras Jason me quitaba suavemente la venda de los ojos. —¿Italia?— chillé mientras él me sonreía, levantándome. —Dios mío, Jason, esto es increíble—, dije emocionada, plantándole un pequeño beso en la mejilla. —Quiero más que eso, mujer—, respondió bruscamente. —Me torturaste durante horas ahí dentro. —Lo siento—, me reí. —Te lo compensaré. —Sé que lo harás—, sonrió mientras yo ponía los ojos en blanco. Pasamos por seguridad antes de que el chofer de Jason nos dejara en su casa de la playa que parecía sacada de una revista, era simplemente impresionantemente her