No había sido mala idea pedir este intercambio estudiantil. Comenzaba a agradarme más de lo estudiado en mi avanzada carrera.
En fin de mi visita, entre a una tienda de souvenir para mis allegados mientras veía algunas estatuillas romanas o coliseos sonoros. No sé porqué tuve en mi mente a Tadeo con su perfecta piel morena como todo italiano y su sonrisa egocéntrica, intentando olvidarlo. No era el único chico en todo Roma, además era un delincuente que trato de robarme sin éxitos y ahora quería coquetearme con su moto deportiva. ¿Por qué los chicos rebeldes se pegaban a mí como santígüelas? Pagué los regalos, quedaba suficiente para volver a la casa universitaria en taxi.
-¿Clara?-me llamaron. Giré. Era Al, el chico del aeropuerto.-¡Tanto tiempo!
-¡Amigo! ¿Cómo estás?
-Todo bien. Estoy trabajando en un hotel como recepcionista, ¿a vos cómo te va?
-Llegué tarde a mi entrevista para el museo, tengo que volver mañana por la tarde.
-¡Oh, qué mal! Che, ¿estás ocupada? ¿Podemos ir a tomar algo?-dijo Al con una sonrisa. Estaba feliz de encontrarme en este lugar.
-Claro, vamos. Me encantaría.
Buscamos un restaurante cercano de donde estábamos. Llegamos al famoso Trattoria. Él fumaba, pedimos una mesa afuera. Al me contaba de su primer mes en Roma. Vivía solo, en un departamento muy pequeño. Conoció a unas personas del trabajo donde salían a pasear a museos y discotecas. Por suerte, hizo amistades. También, le conté donde estaba viviendo y mi universidad empezaba la semana que viene. Pronto no tendría mucho tiempo para salir, más que quedarme haciendo compras y hacer algún tiempo para pasear con alguna de las chicas. Me llevaba muy bien con Rosalya.
-¿Alguna de tus compañeras está saliendo con alguien?-me preguntó mi amigo.
-¡Qué rápido! Sé que Georgia está saliendo con un chico y Beatriz está de novia hace tres años con un veneciano.
-Bueno, puedo intentarlo con otra persona.-dijo insinuándose.
-Al…
-¿Por qué no? Nos conocemos.
-No lo sé. No sos lo que buscó. Somos amigos.
-Entiendo.
Pedimos el café, después de hablar un rato. Comimos unas porciones de tarta de frutas con crema chantilly y unas galletas de chocolate, mientras continuamos hablando.
Regresé a casa. En el camino, pensé en la sugerencia de Al. Le gustaba. Pero nos veíamos muy poco y hablabamos casi nada. Además no era la persona que me pareciera atractiva. No era una mala persona. Era divertido y la gustaba hablar sobre sus experiencias y sus intereses, de esa gente que no podemos aburrirte. Pero no me convencía para tener una relación romántica con él, solamente éramos amigos. Otra vez, sentí un peso sobre mí. Fue diferente. Giré. Era Tadeo, mirándome con una sonrisa pícara y egocéntrica. Me llevó contra un rincón a la fuerza, se colocó delante de mí.
-¿Qué haces, nene?
-Vas a escucharme, linda. Te metiste conmigo.
-¿Quién sos vos? Me tenés cansada.
- Tengo antecedentes. Tengo un problema contigo.-dijo, acercándose más.
-¿Por qué no buscas ayuda?
-La ayuda no sirve. Es como un vicio.
Lo miré a los ojos. Estaba diciendo la verdad o solo inventaba todo para estar intentando robarme. No lo sé. Yo no confiaba en nadie, menos en alguien que quiso quitarme mis cosas. Lo empujé para irme, pero no lo permitió. Me tomó del brazo, haciéndome regresar a su lado.
-¿Dónde vas? No terminé contigo.
-¡Pero, sos insoportable! ¿Qué querés ahora?
-Necesito tu ayuda. Estoy buscando a alguien que conoces.
-¿Yo?
-Sí. Necesito que lo traigas a un lugar para poder hablar con ella.
-¿Por qué tengo que confiar en un ladrón como vos?
-Mira, no me compliques las cosas. Se llama Flavia Zorrilla.
Me quedé callada. Tadeo me estuvo siguiendo. Sabía cosas.
-Iremos juntos hasta la casa. No te interpongas en mis cosas, linda.
-Hace lo que quieras. No me importa, mientras no me jodas a mí.
Era obvio que él sabía donde estaba la casa. Estuvo espiando a Flavia por un tiempo y tuvo que atrapar a alguna de los huéspedes para atraer a la mujer hacia él. No hablamos en el camino. Él iba detrás de mí. Vigilando que no hiciera nada estúpido. Saqué un cigarrillo y lo encendí. Me preguntó si tenía otro para él. Fumó conmigo.
Me preguntaba cuando era el problema que tenía Flavia con este chico. Parecía una mujer responsable, sin deudas. Tampoco sabía quién era Tadeo en realidad. Al parecer no solamente un ladrón.
La casa estaba abierta. Me daba incertidumbre hacer pasar a un desconocido que robaba cosas de valor, pero me daba más miedo que me hiciera daño. Abrí la puerta e ingresamos. Se acercó Flavia dispuesta a darme una orden, cuando vio al chico. Al principio no lo reconoció.
-¿Flavia Zorrilla?
-Sí, soy yo.
-Mi nombre es Tadeo. Vengo de parte de Bruno.
La mujer empalideció rápidamente. Lo reconoció. No reaccionó por un momento.
-Me abandonaste con la peor persona del mundo para seguir tus sueños como maestra. Nunca viniste a verme-continuo Tadeo decepcionado.
-Lo siento. No sé qué decir. Las cosas se dieron de otra forma.
-Obviamente para ti las cosas fueron diferentes, mientras nosotros tuvimos que juntar monedas en las calles y yo robar billeteras para poder comer pan duro. No tienes vergüenza. No te importo dejarme con tu ex esposo alcohólico y violento. Te olvidaste de tu único hijo como si no fuera nada.
Tadeo estaba haciendo un escándalo a su madre delante de mí y mis compañeras. No le importaba que nos enteremos que no sea una buena persona que abandonó a su hijo por muchos años sin pasarle dinero y seguir estudiando para ser maestra. Tadeo se acercó a Flavia mirándola con los ojos rojos de ira, empujándola contra la pared.
-Te haré pagar cada centavo que me debes…madre. No voy a olvidarme de lo que me hiciste.
-Tadeo, lo siento mucho-dijo Flavia.
-No sirve tus lamentos ahora. Vendré cada quince días a cobrarte lo que me debes. Es el trato o contrataré a un abogado para quitarte todo.
Él pegó media vuelta, alejándose de Flavia que no se daba cuenta del gran problema que estaba metida con el chico. Abrió la puerta y se fue, cerrando con fuerza. Me sentí culpable de haberlo traído hacia ella. Tadeo dijo la verdad. La reacción de la mujer era real. Ella lo dejó desde niño y no volvió por él, ¿quién haría algo así?
-Pensé nunca volverlo a ver, pero me encontró.-dijo Flavia.
-¿Lo que dijo él…?-vacilé.
-Sí, es cierto. Lo dejé prometiendo volver a buscarlo cuando encontrará trabajo como maestra de universidad y no lo hice. Me sentí sin responsabilidad y por primera vez, me libre de ellos.
Aquello lo dijo con un alivio en su alma, como si realmente habría sentido eso. Me dio vergüenza que una mujer pensará así de su propia familia. Me alejé de ella sin saber qué decirle. Flavia levanto la mirada asustada pero sabiendo que su hijo era un rebelde e iba a meterse en muchos líos si no actuaba rápido poniendo seguridad en la entrada de la casa. Y llamó a la jefa de departamento de la universidad. Yo regresé con mis compañeras.
—¡Estaba buenorro ese tipo!—dijo Rosalya.
—¡Ay, cállate! Estaba muy loco.—dijo la otra, mordiéndose las uñas.—¿Estamos seguras acá? Porque, sino me voy a otra casa de estudiantes.
—No te asustes tanto, chica.—intervino la nueva.—En mi pueblo, esto es costumbre.
Georgia tragó saliva al ver a la joven africana sentada en una silla de salón, mientras usaba su teléfono para enviarles mensajes a sus hermanos antes de que ellos fueran a la cama. Luego, se puso de pie y desapareció.
—La primera vez que habló. No sé más me da miedo ahora.—dijo Georgia desconcertada.
—¡Dios, bambina, cierra la boca! Anda a buscar la basura, te toca a ti sacarla.—le ordenó Rosa. Empujó a la joven hacia la salida del living.
Me quedé callada, viendo el desfile de nervios de mis compañeras. Tadeo creo todo un caos en la casa. ¡Bien hecho, chico malo!
Descendí en piazza di spagna, mismo lugar histórico. Había varios turistas caminando, subiendo las largas escaleras hacia la iglesia Trinitá dei Monti y la barroca Fontana della Barcaccia. En tanto disfrutaba de la caída del sol, maldiciendo mi vestimenta tan elegante para un puesto laboral que no se dio… pero lograría obtener algo. Me detuve a la mitad sentándome en las escaleras descansando un momento, tomé mi botella de agua de mi bolso y bebí unos tragos hasta hidratarme bien. Revise algunos mensajes de Rosalya donde me envió un documento de la universidad, era un horario y un mapa. ¡Esta chica era un genio! Le agradecí, retomando la escalinata donde llegué a la cima. Bufé con frustración de que hubiera más escaleras. Estuve tomando fotografías, recorriendo la iglesia y la casa del poeta inglés, John Keats donde vivió y murió en 1821. Por suerte, conseguí meterme en una guía turística.
No había sido mala idea pedir este intercambio estudiantil. Comenzaba a agradarme más de lo estudiado en mi avanzada carrera.
En fin de mi visita, entre a una tienda de souvenir para mis allegados mientras veía algunas estatuillas romanas o coliseos sonoros. No sé porqué tuve en mi mente a Tadeo con su perfecta piel morena como todo italiano y su sonrisa egocéntrica, intentando olvidarlo. No era el único chico en todo Roma, además era un delincuente que trato de robarme sin éxitos y ahora quería coquetearme con su moto deportiva. ¿Por qué los chicos rebeldes se pegaban a mí como santígüelas? Pagué los regalos, quedaba suficiente para volver a la casa universitaria en taxi.
-¿Clara?-me llamaron. Giré. Era Al, el chico del aeropuerto.-¡Tanto tiempo!
-¡Amigo! ¿Cómo estás?
-Todo bien. Estoy trabajando en un hotel como recepcionista, ¿a vos cómo te va?
-Llegué tarde a mi entrevista para el museo, tengo que volver mañana por la tarde.
-¡Oh, qué mal! Che, ¿estás ocupada? ¿Podemos ir a tomar algo?-dijo Al con una sonrisa. Estaba feliz de encontrarme en este lugar.
-Claro, vamos. Me encantaría.
Buscamos un restaurante cercano de donde estábamos. Llegamos al famoso Trattoria. Él fumaba, pedimos una mesa afuera. Al me contaba de su primer mes en Roma. Vivía solo, en un departamento muy pequeño. Conoció a unas personas del trabajo donde salían a pasear a museos y discotecas. Por suerte, hizo amistades. También, le conté donde estaba viviendo y mi universidad empezaba la semana que viene. Pronto no tendría mucho tiempo para salir, más que quedarme haciendo compras y hacer algún tiempo para pasear con alguna de las chicas. Me llevaba muy bien con Rosalya.
-¿Alguna de tus compañeras está saliendo con alguien?-me preguntó mi amigo.
-¡Qué rápido! Sé que Georgia está saliendo con un chico y Beatriz está de novia hace tres años con un veneciano.
-Bueno, puedo intentarlo con otra persona.-dijo insinuándose.
-Al…
-¿Por qué no? Nos conocemos.
-No lo sé. No sos lo que buscó. Somos amigos.
-Entiendo.