Capítulo 2

1577 Words
-¿Insubordinada? -Kelly consideró el cargo de que se la acusaba antes de responder-. Creo que la insubordinación solo es aplicable en el Código Militar. -No entiendo por qué monopolizan las mejores palabras -murmuró Shannon.  -Que egoístas, ¿verdad? -Kelly sonrió.  Tras recostarse contra el respaldo de la silla, Shanno miró a su amiga y empleada. Media un metro cincuenta y cinco, era rubia y tenía unos ojos marrones y sonrientes que le recordaban a los ratones de los dibujos animados.  -¿Estás segura de que no puedo despedirte?  -Creo que tendrías que juzgarme en un tribunal militar primero.  -Demasiado lío. Vas a tener que quedarte. -Gracias, jefa -dijo Kelly y apuntó con la barbilla hacia la agenda-. ¿Quieres que me ocupe yo? Es mucho más fácil haciendo > de una casilla a otra en una tabla. Se ahorra mucho en borradores.  ¿Para qué te has comprado un ordenador si no lo usas?  -La gente lleva siglos organizándose su agenda sin necesidad de ellos.  -Te dan miedo -la provocó Kelly.  -No es verdad -respondió a la defensiva Shannon-. Pero es que no veo por qué voy a usar un ordenador para algo que puedo hacer perfectamente a mano. La gente depende demasiado de los ordenadores.  -Tranquila, que tú de eso no tienes que preocuparte -contestó con ironía Kelly-. Ni siquiera lo enciendes.  -Lo enciendo una vez por semana como poco -aseguró Shannon-. Para limpiar los pistones, supongo.  -Los ordenadores no tienen pistones -observó Kelly sonriente mientras dejaba sobre la mesa los rollos de tela-. Yo contesto -añadió cuando el teléfono empezó a sonar.  -Quizá me gustaría más si los tuvieran -dijo Shannon mientras su amiga se alejaba.  Podría colocar los rollos de tela en sus correspondientes estanterías, pensó entonces. No estaría de mal hacer algo de utilidad. Pro no podía seguir aplazando la organización de las clases. Si no se decidía pronto, el horario de invierno saldría para la primavera siguiente.  -¡No me digas! -oyó exclamar a Kelly, sinceramente asombrada.  .Kelly McKinnon era una de las personas más amables y generosas que uno podía encontrarse por la vida. También era una adicta impenitente a los cotilleos. Shannon la consideraba la gaceta oficiosa de noticias de la ciudad.  Aunque podría tomarse por un defecto inadmisible, el interés de Kelly carecía de malicia alguna. Se interesaba de verdad por todas las personas: no solo por lo que hacía sino por lo que pensaban y sentían. Motivo, probablemente, por el que la gente se mostraba tan dispuesta a contarle cosas que no compartía ni en la peluquería. Además, Kelly sabía guardar un secreto. Podía saber dónde estaban enterrados todos los cadáveres, pero rara vez decía a nadie dónde podían encontrarlos.  Shannon se obligó a concentrarse en los horarios. Le cayó un mechón de pelo rojizo sobre los ojos y se lo retiró tras la oreja con aire distraído. Por fin, reservó el martes por la noche para la clase de bordado para principiantes. Esther Mcllroy sería la profesora. No le importaba ocuparse de cobrar a los alumnos si alguno quería comprar rollos de tela, de modo que Shannon no necesitaba estar presente.  -¡No te lo vas a creer lo que Rhonda Whitaker acaba de decirme! -dijo Kelly nada más colgar.  -No me lo cuentes -Shannon, sin levantar la vista de la agenda, oyó los pasos de su amiga mientras volvía del otro extremo de la tienda.  -¿No quieres saberlo? -preguntó impaciente Kelly. -¿Saber qué? -Shannon subrayó con lápiz la anotación que acababa de hacer. El jueves por la noche era el momento perfecto para aprender a bordar colchas, decidió. Solo tenía que consultar a Esther para confirmar que estaba de acuerdo.  -Lo que Rhonda me ha dicho -contestó Kelly-. ¿No te interesa?  Shannon dejó el lápiz sobre la mesa y la miró con una expresión entre seria y burlona.  -¿Para qué vas a contármelo si me has dicho que no me lo voy a creer? Para oír cosas increíbles ya están las noticias de televisión.  -Estoy es información de primera mano.  -¿Qué te hace pensar que Rhonda Whittaker es más de fiar que el que presenta las noticias? ¿No era ella la que decía que había visto a Elvis en una habitación del motel que hay al salir de la ciudad? -Esa era Tricia Porter -corrigió Kelly-. Y no vio a Elvis, sino a Paul McCartney. Y lo vio en el herbolario.  -Ah, bueno, eso es mucho más creíble que lo de Elvis.  -Pues sí, creo que es vegetariano.  -¿Elvis?  -Paul McCartney -contestó impaciente Kelly-. Creo que es vegetariano, así que no es tan extraño encontrárselo en un herbolario.  -Es lo más natural -convino Shannon-. Apuesto a que viene de Inglaterra todas las semanas para comprar barritas energéticas en el herbolario de Finlay. ¡Qué famosa que es la tienda de Finlay! O quizá lo que lo atrae es el cartelito de afuera, ese en el que pone >>. ¿Cómo va a perder Paul la oportunidad de comprar comida de verdad? -Nunca he entendido que quería decir ese cartel -reconoció Kelly-. Es como si sugiriera que el resto de las tiendas venden comida de mentira, ¿no?  -Me extraña que no lo hayan denunciando por calumnia y difamación de inventario.  -¿Difamación de inventario? -Kelly enarcó las cejas.  -Si no existe en el Código Penal, seguro que algún abogado se inventa el delito un día de estos -contestó Shannon.  -Puede, pero la cuestión no es esa.  -¿Cuál es la cuestión?  -¡Esa misma! ¡La cuestión es que nos hemos desviado de la cuestión!  Shannon río mientras apoyaba la espalda en la silla.  -Esto empieza a parecerse a un trabalenguas.  -Yo solo intento contarte lo que Rhonda Whittaker me ha dicho -insistió Kelly-. Y no me lo estás poniendo fácil.  -Perdón, perdón -se disculpó Shannon con una chispa de humor en la mirada-. ¿Y qué es lo que te ha contado?  -Ha venido Reece Morgan -afirmó con solemnidad Kelly.  -¿A la tienda?  -No, idiota. Está aquí, en Serenity Falls. Rhonda lo ha visto con sus propios ojos. Paró en la gasolinera a las afueras de la ciudad,la del norte. Rhonda estaba reposando cuando apareció un camión n***o con cara de pocos amigos.  -¿Y cómo es eso de >? -interrumpió Shannon-. ¿Levantó el caó con gesto amenazante?  -¿Quieres que te lo cuente o vas a seguir haciendo preguntas irrelevantes? -replicó exasperada Kelly.  -Está bien, me callaré -prometió Shannon con tono de arrepentimiento.  -Gracias -Kelly se aclaró la voz-. Como decía, de pronto apareció un camión n***o.  -Un camión n***o con cara de pocos amigos -precisó Shannon. -Y de él se bajó un hombre.  -¿Elvis?  -Rhonda lo reconoció al instante -prosiguió Kelly, sin dejarse descorazonar por las interrupciones.  -Si llevaba uno de esos trajes con brillantina no tiene mérito. -Era Reece Morgan.  -¿Con un traje lleno de brillantina?  -Iba en vaqueros, con un camiseta negra y botas negras.  -Entonces... ¿nada de brillantina? -preguntó desilusionada Shannon.  -Rhonda dice que tenía mala pinta.  -Según ella, el camión tenía mala pinta -le recordó Shannon.  -Vale, a veces se deja llevar por la imaginación -admitió Kelly-. Pero de lo que no cabe duda es de que ha vuelto.  -Siempre y cuando no se trate de Elvis o Paul McCartney -bromeó Shannon.  -Rhonda ni se habría fijado en ellos estando Reece delante -Kelly negó con la cabeza-. Era él. Iban a la misma clase. -Shannon embozó una sonrisa suave. Hasta trasladarse a Serenity Falls, nunca había vivido más de dos o tres años en un mismo sitio. Le costaba imaginarse que alguien hubiera vivido en la misma ciudad toda la vida y pudiera reconocer a un compañero de clase se hacía veinte años-. La verdad es que nunca pensé que Reece volviera -dijo Kelly.  -Su abuelo le legó su casa. No es tan raro que haya venido a recordar viejos tiempos.  -Por lo que sé de cómo se llevaba con Joe, no parece probable que haya venido a rescatar recuerdos -contestó Kelly-. Todos dicen que eran muy distintos.  -¿Estamos hablando de los mismos > que vieron a Paul McCartney en el herbolario? -la provocó Shannon.  -Incluso Frank dice que no se llevaban bien -continuó Kelly en alusión a su marido-. Frank tenía dos años menos, pero lo conocía bastante porque Reece era amigo de su hermano mayor. Dice que el abuelo de Reece era el hombre más huraño del mundo.  -En eso estoy de acuerdo -dijo Shannon al tiempo que recordaba al anciano que había vivido frente a su casa. Alto y con un aspecto marcial que no delataba su verdadera edad, le había dado una bienvenida tan breve como formal cuando ella llegó a la ciudad. Durante los siguientes cuatro años, su relación se había limitado a intercambiar saludos si se cruzaban al salir al buzón. En todo ese tiempo, no recordaba haberlo visto sonreír ni una sola vez. -Si Reece ha vuelto, vas a ser su vecina -comentó Kelly. Shannon descifró sin dificultad la expresión que asomó a los ojos de su amiga.  -Ni lo sueñes. No pienso espiarlo para satisfacer tu curiosidad. -Nadie ha hablado de espiar -respondió Kelly haciéndose la inocente-. Pero va vais a ser vecinos, lo normal es que acabes conociéndolo.  
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