Una Sonrisa y Una Ilusión

1290 Words
ANDREA Una ida a cine. Esa sería una idea genial. Escuche a algunos comensales más jóvenes que hablaban sobre una película que estaba estrenándose, era la más taquillera, una película de suspenso o terror, pero no solo a esos comensales escuche hablar sobre esa, si no que, a varios, así que esperaba fuera una opción más viable que llevarlo a comer a un lugar mucho más elegante, donde muy probablemente tendría que buscar ropa para poder pasar desapercibida. No, mejor al cine, creo que puedo encajar mucho más sencillo, aunque la verdad, tenía que decir que desconocía los costos de asistir al cine, las veces que asistí cuando era niña pues los papás de Anthon cubrían todos mis gastos, así que, nunca me enteré de esos pequeños detalles. Pero no creo que fuera más que una idea a un restaurante elegante. Sabía muy bien que a él le gustaban ese tipo de películas, ya que en una de nuestras conversaciones anteriores él lo había mencionado con una serie de películas que disfrutaba. Así que, podría decirse que no discrepábamos mucho de ese tipo de películas, por que a mi también me agradaban. Si, si me sacaban sustos tremendos, pero la verdad, es que ese tipo de filmes que hacían sentir vivo, de alguna forma. -Leonardo – él se giró a verme en aquel momento en el que coincidimos temprano. -¿A dónde vas tan temprano? – -A tr… a la universidad, es que el transporte tarda, por la ruta que lleva- le dije -Claro, dime- -Que vas a hacer la próxima semana, específicamente el jueves- -mmmm… nada que yo tenga en mente- -Se que no te agrada mucho mi compañía, pero quería preguntarte, si … ¿Te gustaría acompañarme al cine ese día? – Él estaba viéndome con unos ojos que podía percibir que no comprendía por qué le hacía tal ofrecimiento, tal vez, estaba sorprendido. -Escucha…- -Te prometo que comprendo los términos de nuestro contrato, hay una película que promete ser fascinante, digamos que tiene una trama que nos agrada a ambos, así que, solo será una ida al cine normal- -¿suspenso?- dijo, aventurándose a preguntar, como si estuviera haciendo memoria de nuestras conversaciones anteriores. Yo solo asentí emocionada. -De acuerdo- -Genial- le respondí. Había hecho minuciosamente las cuentas, se podría decir que tenía poco más de dinero de lo normal que debía de ayudarme a costear algunos gastos sin sentirme más asfixiada, lo único complejo sería solicitar el permiso en mi trabajo. Había cambiado los turnos en ambos trabajos, por lo tanto, mis rutinas. Había tanto trabajo y poco personal, que quienes laborábamos debíamos de apoyar más tiempo del que necesario. Así que, me la iba a jugar, por que el jefe que tenía no era nada accesible. Algo que si tenía en mente es que un cumpleaños no debía de pasar desapercibido, eso era algo que solía decir mi abuelito cuando intentaba hacer algo pequeño por mi cumpleaños. La imagen de su rostro me hizo recordarlo , así que intenté sonreír a medias, acordarme de todo lo que ha hecho por mí, es algo que me hacía sentir afortunada e incómoda, por que cada vez tenía menos oportunidad para visitarlo, había intentado cambiar los días de visitas, ya que mi nueva rutina no me permitía disponer tanto como quisiera, así que mis visitas al asilo eran instantáneas en algunos días de la semana, entre la salida de una actividad laboral a la otra, podría decirse que cuando lo llegaba a ver, estaba dormido por los medicamentos o se agotaba por las conversaciones. No quería pensar en aquello. Podría decirse que ese ritmo de vida que tenía era un ir y venir, que mi cuerpo pagaría la factura. Estaba agotada. Sentía que ya no podía más, había doblado turnos por las insistencias de mi jefe, que comenzaba a ser más torpe con mis movimientos. Había estado trabajando diariamente sin descanso durante algunas semanas, dos trabajos de lunes a domingo, donde tenías que estar de pie la gran parte del tiempo sonriendo, siendo cordial, respetuosa para atender al comensal. Me mataba el dolor de mis piernas, que sentía que ya no podía dar más. Estaba saliendo un poco más tarde de mis salidas, así que llegaba a casa sin ganas si quiera de hacer algo, pero, aunque el trabajo cambiara, la rutina seguía siendo la misma en casa, así que dormía cada vez menos. Estaba cansada. -Oye Andrea, ¿Te acompaño a la parada? – me dijo uno de mis compañeros -No es necesario, no te preocupes – -Cambio la pregunta por la afirmación. Te voy a acompañar- Me giré a verlo, era uno de los ayudantes del cocinero, sabía por los chismes del restaurante que él estaba a punto de recibirse como chef, así que, también le tocaba salir tarde del lugar. Moreno de ojos verdes, mirada cálida, alto, era más grande que yo por algunos años, no obstante, me veía en peores condiciones que él – Andrea, estas no son horas para una mujer de andar sola, permíteme acompañarte – Me acompañó hasta la parada, la plática fue tranquila y amena entre ambos, nada para indagar en la vida del otro, ni tampoco para hablar del trabajo, solo, caminamos, hablamos de lo cotidiano, el día, el clima, la gente, los eventos graciosos que se veían, no los que había en r************* , realmente era una persona agradable. -¿Andrea?- -Dime- -¿Por qué sigues trabajando sin descanso? ¿Por qué no entras a una universidad para que salgas adelante? – ¿Qué debía decirle? No lo sabía, me era complicado hablar del asunto, así me dediqué a sonreír, creo que con esa acción el comprendió que era una situación compleja para entablar conversación, por lo que regresamos a lo anterior. Estuvimos por más de veinte minutos en la parada hablando, su compañía me hacia sonreír por los disparates que se le ocurrían, hasta que llegó mi autobús para retirarme. El camino a casa fue tranquilo, pero cuando llegué, noté que los focos aún estaban encendidos, ¿estaba despierto? -¿Sabes que hora son? – dijo Leonardo sentado desde la sala con la mirada fija y fría, esa mirada que últimamente mostraba mucho conmigo. - Lo siento, tuve que trabajar horas extras, ¿Quieres cenar algo? – -No, ¿Horas extra? – -Si, trabajo de … - -De verdad espero que tengas en cuenta lo que estás haciendo – -por supuesto que lo sé – -No quiero una mala jugada de tu parte – -Descuida, espero lo mismo de ti – -¿Disculpa? – -Leonardo, no tengo inconveniente de que salgas con nadie, conocemos nuestra situación, pero al menos…- -No te equivoques – -¿Cómo? – -Cuida lo que haces, porque, aunque no seamos una pareja, ambos nos debemos respeto, trabajo con modelos continuamente no me acuesto con ellas- dijo y se retiro no sin antes detenerse momentáneamente -Yo no les sonrío coquetamente – y se fue. ¿Qué había sido eso? ¿Acaso…? ¡no! ¿A qué se refería con sonrisa coqueta? ¿De qué hablaba? Solo les sonrío a los comensales, pero es parte de la atención. Espera… ¿Acaso me vería con…? ¡Dios! Comencé a sonreír, que por una fracción de segundo me olvide del dolor catastral de mis piernas. Era como si... ¡no, eso era imposible! Actuaba como si... Imposible. ¿O sería posible? Estaba… ¿celoso? Una pequeña parte de mi se ilumnó nuevamnte, una oportunidad, era mucho pedir. ¡Andrea, aterriza tu mente! Sera, que... ¿Si le intereso aunque, sea un poco? ¡No te ilusiones! Pero, no podía dejar de sonreir aunque todo fuera un producto de mi imaginación.
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