un beso, un portrarretrato, te quedarás sin trabajo

1630 Words
ANDREA Mientras esperábamos debajo del techo de la parada podía observar el rostro de todos, rostros rígidos, preocupados, decaídos, era como si la lluvia trajera consigo muchas emociones negativas, pero a mi… a mi me dejaba liberarme de la carga con la que cargaba, cuando sola estaba, pensaba mientras veía al hombre en el teléfono entre la multitud. -No dejes que les caiga agua a tus zapatos- escuché que una señora decía, me giré a ver el escenario, ella estaba en el teléfono sumida, mientras que su pequeño de tal vez unos cuatro años, estaba viendo la lluvia, tratando de que esta no le cayera en su ropa o sus zapatos. Llamo mi atención poder ver el reflejo del miedo en sus ojos. ¿Cómo era posible que nosotros los adultos pudiéramos reflejar en ellos tal atrocidad? Podía entender la necesidad de decirle que no lo hiciera, sin embargo, ver aquel niño alejándose y ocultándose en las faldas de su mamá fue suficiente para que me diera cuenta de que esa niñez debía de vivir sin miedo, pero tampoco sin desobediencia, tocando el agua con su mano cuando cae la lluvia. Me puse a su altura y le enseñé mi mano mojándose por el agua que caía del bordo del techo. El me observó, pero su mamá ni atención prestó. -La lluvia no es mala, es divertida- el pequeño me observaba curioso con esos ojos color miel. -¿Sabes que más se puede hacer en la lluvia?- el niño negó y me salí a la lluvia. -Bailar – y comencé a hacerlo, ante la mirada de algunos que no prestaban atención a sus dispositivos. La mamá del niño me observó, pero yo solo le sonreí, me acerqué a él nuevamente – solo que cuando te mojes tendrás que bañarte para no enfermarte – el niño asintió con una sonrisa radiante. Giré mi vista hacia él nuevamente, quien parecía estar ocupado aún con la llamada. Si él pedía un taxi, yo no podría entrar así. Así que me giré y comencé a alejarme de ahí. Lo que no esperaba es que aquella lluvia realmente me afectara, comenzaron a aflorar los recuerdos de mi infancia, mis abuelos, mis cuestiones personales y de un momento a otro, todo comenzó a liberarse. Comencé a llorar en silencio. Todo se borraría en silencio con las gotas de agua que por mi rostro caían. Ahí delante de mí, a unos escasos metros se encontraba el señor de las nieves cubriendo a unos pocos con su gran paraguas. Seguí. Quería alejarme de todo tan rápido como pudiera. La lluvia cesó debajo de mi cabeza. Me giré hacia arriba, había un paraguas cubriendo me giré a ver a quien había hecho tal acto. Leonardo Su mirada profunda, cautivadora, perfecta reflejaba un choque de emociones que no podía explicar, era como si estuviera preocupado por mí, pero ¿por qué sería aso? Mis lágrimas caían despacio, pero ya no se perdían en la lluvia, eran evidentes, acaso seria… ¿Lástima? Aquella sensación me causo un dolor profundo que agilizó la caída de mis lágrimas haciendolas pronunciadas, cuando la proximidad de su rostro… La calidez de sus labios era inexplicable. ¿Esto era un beso? Era la cosa más increíble que había experimentado hasta el momento, pero… ¿Podría? … La distancia que dejó aquel beso fue un golpe a la realidad con la que no sabía cómo lidiar, estábamos uno frente al otro con miradas desconcertadas, con nuestros pulsos acelerados, su mirada… Era desconcertante, era una mezcla entre anhelar y alejar, no sabía bien que cruzaba por su mente, pero por la mía, solo cruzaba él. No había nada más. Solo él. El sonido de un claxon nos regresó a la realidad. El agua cayendo a cantaros, la multitud concentrada en su propia realidad, el sonido de los autos, todo regresó como si hubiera aparecido tan mágicamente como se había ido. Él se giró para localizar el sonido del automóvil. Tenía que aprovechar para salir de ahí, así que corrí tanto como pude. No podía, no quería, era incómodo, sentía que realmente todo esto solo había sido producto de un momento, de algo que no sería real jamás. -¿Andrea? – gritó, pero ya no me detuve y él no volvió a insistir más. Aquel día pesqué una gripe que no sentí, mi cabeza se inundaba de sentimientos y pensamientos incoherentes, me sentía rara, cada que pensaba en él me ruborizaba de manera instantánea que mis mejillas alcanzaban un color carmín que resaltaba mi rostro, haciéndome ver con más vida. Dios, ¿Qué me está pasando? ¡Santo cielo! Solo de recordarlo… No puedo contener mi emoción, Quería verlo, saber que no era la única con esta locura en su cabeza, pero más me había durado mi emoción que darme cuenta de que era la única con esta sensación. Leonardo no había regresado a casa en los días siguientes, ni en las dos semanas posteriores a nuestro beso. Lo que si era verdad es que en las fotos de eventos locales aparecía su foto a lado de la mujer que había visto aquel día. Tenía que meterme en la cabeza que yo no era nadie para él, que no podía verme como una compañera de vida, si no, como solamente alguien que uso la ventaja a su favor, aunque realmente, éramos los dos quienes vimos una oportunidad en el otro. Cuando el regresó a casa se volvió más distante que incluso nuestras cenas se volvieron… no se volvieron a dar. Y cuando su mirada se encontraba con la mía, no había chispas, no había confusión, no había nada, más que el reflejo de una mujer que se apagaba poco a poco. No había más espacio para un pensamiento tonto, ilógico y poco probable de suceder. Así que la rutina siguió como de costumbre, yo en lo mío, el en lo suyo, cada uno como si no existiera nada de por medio. Cabía mencionar que extrañaba sus pláticas, su voz. No tenía oportunidad y ni las ganas de pensar de más. La rutina tenía que seguir. Una llamada sacaba la tranquilidad de mi propia rutina. Mi corazón comenzó a palpitar desbocado. Era él Era un domingo como tantos aquellos que tenía, vacíos después de ver a mi abuelo, a quien cada vez más veía apagado. -Andrea, necesito un favor- -claro, dime- -¿Estás en la casa?- -No, pero voy en camino, ¿Te puedo ayudar con algo? - le pregunté -necesito que entregues un sobre que está en mi dormitorio, es blanco, se quedó encima de la cama, ¿Podrías? - dijo -ahm… si, pero ¿Dónde o a quién? – - Va a pasar mi abogado por él, ¿De acuerdo? – - está bien – y colgó. Una llamada que duró menos de lo que una conversación con un comensal. Cuando llegué a casa entré a su habitación. Siempre me impresionaba ver el orden con el que se encontraban las cosas, la pulcritud que despedía y la elegancia de la habitación con pocas cosas, pero bien distribuidas, sin embargo, más que el lugar había algo que resaltaba entre todo, un portarretratos de… ¿Nuestra boda? Había un portarretratos sobre su cajonera, me acerque y tomé el cuadro con ambas manos, ¿por qué la tendría? ¿Acaso? ¡no! Me regañé, ¿Cómo puedo creer tal cosa? Tiene que existir alguna explicación por la cual él la tenía, si existiera alguna oportunidad entonces, ¿por qué me ignorara así? ¡basta Andrea! “Crear historias fantásticas en tu cabeza no va a arreglar tu situación de ninguna manera, ahora imagina que sucederá cuando el se entere de toda la verdad, cuando se entere sobre quién eres en realidad, ¿Crees que podía tener interés?” Mi consciencia tenía razón, cuando el se entere de la verdad probablemente me sacará de la casa. ¡Dios! Solo de imaginarlo… Tenía confianza en que durante el periodo que estuviéramos juntos jamás se enterara de la situación y sobre todo, que mi padre tampoco lo descubriera, de hacerlo, todo se vendría abajo y dejaría a mi abuelo desprotegido. Ni siquiera deseaba pensar en eso, por que de hacerlo un escalofrío recorría todo mi cuerpo. Dejé la fotografía en su lugar, tomé la carpeta de la cama, y unos documentos cayeron del sobre. Los tomé rápidamente, eran… mis documentos, bueno, eran las copias de la papelería que me pidió el abogado para nuestro enlace matrimonial, también estaba nuestra acta de matrimonio originales. ¿Para qué los querría? Leí nuevamente cada palabra que venía ahí, mis datos, los de él, así como los de mi padre y de los suyos. Me detuve en la información de él. La fecha que marcaba ahí de su nacimiento… la fecha estaba próxima, es decir, Leonardo no tardaba en cumplir años. ¡Vaya! ¿Qué podría hacer por él? Un claxon me sacó de mis pensamientos. Guardé todo tan rápido como pude y salí a entregarlos; afuera se encontraba el abogado arriba de su auto, quien se disculpaba por tocar el claxon, pero tenía prisa, por lo cual no podía bajarse, la verdad es que no me ocasionaba ningún problema. Entré a la casa y comencé a sacar cuentas, sé que no podía hacerle un regalo esplendoroso, pero algo se me debía de ocurrir. Mis gastos estaban muy apretados, ¡demonios! Tendría que quitar algunos conceptos para tener algo de dinero, solo tenía unos días para poderlo planear. Mi teléfono sonó sacándome de mis pensamientos. -Andrea, ¿Puedes venir a cubrir? Necesitamos personal, nos faltó gente- -no creo que sea …- -Creo que no estás entendiendo, si no vienes en este momento, pierdes tu trabajo- y colgó Ya no podía darme ese lujo otra vez.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD