LEONARDO
Aquella mirada me solía ser familiar, pero tenía un brillo distinto, era…
¡Esto es ridículo!
Me iba a levantar con la basura de mi almuerzo, cuando observé que ella había dejado su cuaderno en la mesa.
Tal vez…
Es tonto.
Pero al menos tendría un pretexto para poder verla una vez más
Mi dispositivo móvil no dejaba de sonar, era de la oficina, al parecer ya estaba comenzando con la limpieza del personal. Sabía que la situación no era fácil, pero había perdido uno de los contratos más importantes por negligencia de mi inepto equipo, aunque esto serviría de escarmiento para los demás.
Era el momento de llegar a la oficina y dar seguimiento a mi decisión.
Al momento de mi llegada a la oficina, todo era entre molestias, gritos, pero mi presencia silenció el lugar, no había más que alegar, ellos sabían que habían cometido un error y que jamás podrían refutar mi opinión, a menos que pudieran recuperar el contrato, el cual, tampoco harían.
Sabían perfectamente que su despido no era injustificado, así mismo, ni iban con las manos vacías, tenían una liquidación digna, así que, realmente no tenían mucho que alegar.
Mi día terminó, como creí exactamente que terminaría.
Cansado.
Solo faltaba que llegara aquel correo por el que he estado más ansioso, el poder comprar las acciones que le pertenecieron a mi padre, había trabajado duro para ello, la oferta estaba hecha y mañana seria mi golpe final. No era algo sencillo, pero tendría que entrar a como diera lugar. Era perfectamente consciente que ingresar a esas finanzas me acercaba al sector que más ilusión me hacía.
Saborear mi dulce venganza en contra de los Welshman.
Mi aflojé la corbata mientras entraba a mi carro, mi cabeza seguía trabajando sin detenerse, me sentía al momento que manejaba rumbo a casa repasaba en mi cabeza la estrategia. Ya había hablado con mi abogado, así como, con mi mejor analista financiero, era el momento perfecto. Aunque solo esperaba tener un acceso más rápido, pero soñar era algo en lo que no creía.
Me detuve en uno de los semáforos, cuando mi teléfono sonó. Iba a poner el altavoz cuando una menuda figura me sobresaltó. Comencé a reír como un tonto, no creía que aquella ciudad realmente fuera tan pequeña como para poder encontrarme con ella.
Realmente era un golpe de suerte.
La invitaría a cenar.
Me siento como un real acosador, no puedo creer que de verdad alguien como ella me haya robado el aliento.
El sonido de un claxon me sobresaltó, el semáforo había cambiado. Cambie el rumbo, pero ya no la veía.
Se había escapado una buena oportunidad de poder hablar con ella. Tenía que admitir que realmente había disfrutado de su compañía, como en pocas ocasiones, se me hacía una persona sencilla, transparente.
¡Qué ridículo!
Al llegar a casa bajé las cosas que tenía en el asiento del copiloto, me serví un trago de wiskey, necesitaba aliviar el estrés del día, mientras encendía la música. Amaba mí departamento, buena vista, a gran altura, alejado del bullicio, pero emanando poder y belleza con aquellas luces que regalaba la ciudad por la noche. Pero este departamento a pesar de ser perfecto era el mejor recordatorio, de que ella pagaría por la humillación que me había dado.
La hundiría y a su familia.
Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío.
Y estoy esperando por ese momento.