ANDREA
-¿Cuál es su nombre?-
-Andrea-
-Andrea, muy bien, escuche bien, en este restaurante somos personas respetables, tenemos un servicio de lujo, con personal impecable, pero en usted hemos notado ciertos puntos que están manchando nuestra reputación, sus entradas tardes, su falta de presentación física, su falta de actitud para con este lugar- me decía el gerente.
Lo cierto era, que esta semana estaba comenzando todo a empeorar, las rutas estaban cada vez más congestionadas, lo que me hacia llegar cada vez más tarde, pese a que salía de casa a las 5:30 de la mañana, para tomar la primera ruta, mi rostro se veía cansado, al grado que las ojeras ya eran complicadas de poder eliminarlas con poco maquillaje, mi rostro estaba tan pálido que me costaba ruborizarlo, sin embargo, mi atuendo siempre estaba impecable, lo lavaba a diario, estaba siempre bien planchado, tal vez mis tenis se ensuciaban durante mis idas y venidas, pero intentaba estar siempre presentable.
Sabía que esa era una de las cosas más importantes para cualquier trabajo, así que, probablemente tendría que limpiarlos antes de entrar al establecimiento, pero ¿A qué se refería con falta de actitud?
Si siempre estaba sonriente, era amable y cordial con quienes se encontraban en mi zona de atención.
-Necesitamos disponibilidad, necesitamos puntualidad y disposición a ser más-
-¿A qué se refiere exactamente con eso?- le pregunté
-Se te ha tratado de manera cordial, se te permiten tus salidas, se te dan tus días de descanso, no se ha descontado tu salario por tus salidas a temprana hora o tus entradas desfasadas de tiempo, así que, a partir de este momento, no se tolerarán más actos como tales-
-¿A qué se refiere con salir antes? Si he entrado ligeramente tarde, pero hago hasta lo impensable, el tráfico está…-
-¿Pretextos?-
-Señor, disculpe, pero no entiendo esto, se supone que mis días de descanso son unos. Si he pedido algunos días adicionales pero han sido escasos, he trabajado sin descanso estas últimas semanas, cuando me cambiaron el turno a en la mañana, les comenté que tendría que salir a una hora específica para poder llegar a mi otro trabajo, ¿Por qué están …?-
-Si este trabajo te queda lejos de tu casa, deberías de buscar otro-
Respiré profundamente.
-Solo le pido empatía-
-¿Empatía? Tengo en mis manos una solicitud para no venir el viernes, se te aprobó, pero a cambio quieres que se comprenda, Andrea, se les apoya a todos los trabajadores, pero no somos la caridad, aquí se viene a trabajar, esta época del año es la más atareada, firmaste un contrato con disponibilidad abierta a trabajo sin descanso en temporada alta-
¿Lo decía?
No lo recordaba.
-Se lo repito nuevamente, pido responsabilidad- me dijo -Ahora, regrese a sus labores-
Salí de la oficina de empleados.
¿Qué estaba pasando?
Por qué cuando creía que las cosas mejoraban, siempre sucedía algo que hacía que todo se viniera abajo, era como si, por cada noticia positiva o buena, estaba destinada a tener algo negativo en la misma magnitud.
Me vi al espejo para arreglarme el cabello, realmente si me veía fatal, demacrada, ahora entendía a que se refería, parecía como una persona de arriba de cuarenta años y solo tenía diecinueve. Aunque podía intuir que hasta ellas se verían mejor que yo, pero bueno, las cosas se repondrán, solo necesitaba ahorita concentrarme en mi abuelo.
Ahora tenía que sonreír.
Fingir que todo estaba bien.
Me pellizqué las mejillas para intentar sonrojarlas y pasé nuevamente un poco de maquillaje en polvo por mi rostro para ocultar aquellas marcas de falta de sueño.
Limpiar mesas, atender a las personas, contagiarme de su buen ánimo, de sus sonrisas y de ese calor familiar. Lejos de sentirme incómoda o celosa, realmente era algo que me encantaba ver, por que yo también había pasado por un cariño similar.
No me costaba sonreír en absoluto, que hubiera disfrutado tener una cámara fotográfica para poder capturar tan bellos momentos.
Por esta parte disfrutaba de mi trabajo, por el contacto con la gente.
El sonido de mi teléfono me sacó de mis pensamientos, conteste de inmediato, ya que iba de camino a mi otro trabajo.
-¿Quiero saber por qué cancelaste la ida a comer del viernes?-
-Hola, papá, buenas tardes, me encuentro bien, gracias, espero que tu también se encuentre bien-
-Contesta-
-Papá, ¿Para qué quieres verme?-
-Hay un asunto que debemos de hablar-
-entonces, dilo-
-quiero que hablemos-
-papá, esto no tiene sentido, no te sientas obligado a hablar conmigo-
-¿Por qué dejaste la universidad?-
-Por que necesitaba trabajar, ¿Realmente quieres festejar mi cumpleaños o quieres restregarme algo?, papá, de verdad, no te sientas obligado, se que tu esposa te va a estar hablando constantemente para que te vayas a la fiesta benéfica que hacen, así que, no solo te vas a estar obligando a estar con alguien con quien no quieres estar, solo por que mi abuelita te lo pidió. Una hora al año, no justifica…-
-Déjate de niñerías Andrea, el viernes, a la misma hora, en el mismo lugar de siempre-
Y colgó.
Suspiré tan profundamente como pude.
Las lágrimas amenazaban con salir, pero no sabía por qué. Era como si parte de mí, sintiera esa libertad de poder decirle algo de lo que sentía en lo más profundo. Aunque intuía que ya se había enterado.
Y si se había enterado.
Tenía que explicarle todo, para que no molestaran a Leonardo, no quería que el se viera afectado por todo este meollo que se me ocurrió a mí, y solo a mí.
Hablaría con Leonardo también. Si esto lo afectaba, tendríamos que terminar nuestro contrato, de ser así, Dios, no sé como le podría hacer para rentar un lugar pequeño para vivir, si ahorita no me alcanzaba, además que las rentas estaban altísimas para un cuarto.
Alto, no sobre pienses las cosas.
No te adelantes.
Pellizqué mi mejillas frías y pálidas, me retiré mi abrigo desgastado y lo guardé en la mochila, un escalofrío recorrió mi espina dorsal por la temperatura ambiente, pero no quería entrar y dar un mal aspecto con mis compañeros.
Él tarde pasó tan rápido como inició, con compañeros que de un momento a otro me veían como si fuera el enemigo, pero agradecida por los clientes que no cesaban de entrar.
-Andrea, ¿Por qué no llevas un abrigo o algo?- me dijo Diego, alcanzándome.
-¿Quieres que te lleve?- me dijo. Acaba de comprar un carro con sus ahorros, lo cual me parecía increíble y admirable, pero me negué, no quería incomodarlo, ni dar un mensaje equivocado a Leonardo.
-¿Podrías llevarme a mí?- dijo la mujer que me había dejado una deuda incobrable por la que tenía que pagar. – Anda, que mi hijo está en casa solo y necesito llegar con él- le dijo y ambos caminaron hacía el estacionamiento.
Sonreí a medialuna y me retiré a la parada.
La noche era agradable, a pesar del frío que hacía, era muy bonita.
Extrañaba mi cámara.
Llegué a casa, las luces aún encendidas, eso quería decir que aún no se dormía.
-¿Te trajo alguien?- dijo una voz al momento que abrí la puerta. Me negué.
-¿Por qué?- Él abrió los ojos señalándome. Creo que lo decía por que no traía abrigo.
-Lo olvidé en casa, así que, tuve que aguantarme, pero está bien-
-me hubieras marcado y hubiera pasado por ti-
-Descuida, ya estoy en casa- le dije, mientras pasaba rumbo a la cocina, iba a prepararme un té para calentarme tantito, antes de comenzar con mis rutinas, cuando él se giró a verme.
-¿Tienes algo que hacer el viernes por la noche?- me preguntó.
-No, ¿Necesitabas algo?-
-si, ¿Quieres acompañarme a cenar?-
Claro que sí.
Por supuesto que sí.
Espera, basta… ¿Qué estaba sucediendo?
¿Me había invitado a cenar?
¿Sabía lo de mi cumpleaños?
O Dios mío.
¿De verdad?
-¿Andrea- Me preguntó, salí de mi trance y sonreí.
-Por supuesto-
Aquella noche dormí con una sonrisa en el rostro, pero con una sensación amarga en la boca.
Tenía que decirle la verdad, no quería meterlo en problemas con mi papá y que destruyera aquello por lo que había trabajado tanto.
Así mismo, tenía que ver lo del divorcio en dado caso para evitar que suceda lo inevitable.
Ánimo, Andrea
Los días restantes fueron tranquilos, comencé a llegar temprano, había buscado otro camión con una ruta más rápida, resulta que, si había una, solo que, estaba unas manzanas más retirada la parada, así que tenía que caminar un poco más de lo habitual, ya no salía a las 5:30 de la mañana, tenía que salir a las cinco, aunque admito que salir cada vez más temprano, me deba una ansiedad astral por la soledad de las calles frías. Dormía solo entre dos a tres horas, pero sabía que esto solo era temporal, la temporada bajaba en enero, y eso haría que regresara a dormir más.
Ahora solo tenía que ver como lidiar con un p**o que no me correspondía, solo por el hecho de aparecer en el lugar menos indicado.
Vaya jugadas del destino. Pero si veía lo mejor, le llevaría un pastel a mi abuelito que compartiríamos juntos, tendría una cena con
Leonardo, un sueño hecho realidad, aunque probablemente sería la última.
Tendría que hablar con él ese viernes y afrontar mis consecuencias.
Respiré profundamente.
¡Ánimo, Andrea!