De largo varias personas los veían con envidia y molestia a esa pareja que estaba tan centrada en ellos mismos. Una de esas personas se fue más que enojada hacia un lugar en específico, uno donde nadie lo vería o eso creía. —Hola señor — le dijo al hombre que tenía una semana de estar encerrado. —¿Qué quiere? — Federico no confiaba en ninguno de los hombres que trabajaba ahí, todos lo trataban mal, y se había jurado vengarse. —¿Yo? Nada, solo he venido a sacarlo, puede irse, eso sí, ni se le ocurra detenerse en el club, primero porque si lo ven lo van a matar a golpes y segundo porque hoy no hay mucha gente, solo los empleados celebrando un cumpleaños. — Federico lo miró confundido, pero se levantó de inmediato, del horrible catre. —¿Es en serio? — el hombre asintió. — ¿Por qué me