Capítulo 7

2410 Words
Arnold por primera vez se sintió decepcionado de su hermano. No podía creer lo que de sus labios salía. Pensó que era más inteligente y se había dado cuenta por fin lo que siente por la joven mujer. —No, ella no es Bárbara. Ella no es como todas, es mucho mejor que cualquier otra y lo mejor es que ni te mira. Eso me da la oportunidad de conquistarla. —escupe con una sonrisa triunfante. Por primera vez conoce una mujer que no vive enamorada de su hermano mayor. Una que si vale la pena. —No se te ocurra poner tus ojos en ella porque juro… —se muerde la lengua antes de terminar hablar. —Yo soy tu hermano, a mí no me estés hablando como a tus empleados. Yo hago lo que me dé la gana y esa chica me gusta, y no para pasar el rato o solo para para una noche. La quiero para mí, solo para mí. Y ni tu ni nadie me lo va a impedir. —Arnold lo enfrenta, Dimitri no sabe cómo responder. Su hermano siempre lo ha apoyado, pero Marianela es el motivo de su desvelo. Desde que la vio por primera le ha provocado cosas que nadie ha provocado en él. —Sobre mi c*****r, primero la despido y la alejo de todos en esta casa. –Arnold lo mira incrédulo. Tenía que estar bromeando, ese no podía ser su hermano. —Te estas escuchando. ¿Qué culpa tiene ella que ni tu sepas lo que quieras en tu vida? —lo enfrenta lleno de coraje. Dimitri no podía estar hablando en serio. No se podía ser tan imbécil en la vida. —¿De qué hablas? – Dimitri camina hasta la mesa donde está el güisqui, necesitaba calmar el fuego que amenazaba con devorarlo. —No te hagas el imbécil que no te va. Si te pones de esa manera es por algo. En este todo este tiempo no te ha importado que me acueste con las niñeras de Math. —Dimitri toma de golpe el líquido en su vaso, pero ni así pudo calmar ese calor que corría por su cuerpo. —Porque tú crees que he cambiado tanto de niñeras. No quiero que se piensen dueñas y señoras de esta casa. La única señora aquí siempre será Bárbara, ninguna de tus conquistas va a venir a dar órdenes. Y mucho menos a sentirse señora. —se vuelve a servir para volver a tomar otro trago de golpe, sentía que se quemaba por dentro. Era un fuego que no podía apagar. —Tranquilo, a Marianela no la vas a volver a ver. Con ella me caso y me la llevo lejos de aquí, lejos de ti y de tu estupideces y prejuicio. —el sonido de un vaso estallando en la pared se hizo eco en el despacho. Las palabras de su hermano le supieron a hiel. No permitirá que Marianela se case con él, solo muerto dejaría que ellos se casaran. —No entiendo que le ves a esa insignificante mujer. Para lo único que debe ser buena es para limpiar el retrete. No me jodas Arnold. A ti te gustan las mujeres de clase, no una tan simple mujerzuela como ella. —Arnold ríe fuerte. —No hermano, a ti es a quien le gustan las mujeres falsas, esas estiradas que encuentras en galas, con uñas, cabello, senos y hasta nalgas postizas. Yo nunca he sido de esas mujeres. A mí me gustan las que conocen lo que es el sacrificio, el trabajo. Que me apoye en lo que quiera emprender, que tenga algo más que aire en el cerebro. Esas son las cosas en las que me fijo y las que pienso que valen la pena. Una mujer como Marianela, ella es hermosa y luchadora, humilde y sencilla. Todo lo que necesito para comenzar una vida. —concluye Arnold, Dimitri siente un deseo incontrolable de matarlo, pero él se encargará de que Arnold no se le acerque. —Como digas, no voy a permitir que te dejes embaucar en las redes de una muerta de hambre, nuestros padres se deben estar revolcando en su tumba si te están escuchando. Si la sigues buscando, la voy a despedir. —lo amenaza. —Creo que sería mejor que la despidas, porque yo no me voy a rendir. Si la despides será más fácil para mí. La puedo buscar, conquistar y hacerla mis esposas sin que nadie me esté amenazando. —posa una sonrisa en sus labios— Ahora mismo voy a contarle que la despediste. —Arnold camina hasta la puerta. —No te atrevas, no le puedes hacer eso a Mathew. –dice sin pensar, fue lo primero que se le ocurrió para hacerlo entrar en razón. — ¿A Math o a ti? —pregunta directamente Arnold. Demás estaba hacer esa pregunta, claro que es para él. —Estas dementes –le contesta el mayor de los hermanos Stone. — Yo soy el loco ahora. Primero que la vas a despedir. Ahora es que le hago daño a mi sobrino. Admite que te gusta y listo yo me alejo, pero mientras no admitas nada yo voy a luchar por conquistarla. —sale del despacho de su hermano decidido a conquistar a la joven mujer. Dimitri da dos puños en la pared, él no se puede enamorar de nadie. El solo puede amar a Bárbara. No puede volver a amar a ninguna otra que no sea la madre de su hijo. Pone sus manos en su rostro con total frustración. Esa mujer llegó para arruinar su vida. —No Dimitri, a ti no te puede gustar la niña esa. No estas enamorado de nadie. Solo es la falta de compañía en la cama. Arnold pensó en bajar a buscarla, sacarla de allí, prometerme hacerla feliz e irse lejos, pero entendió que era una locura. Marianela no le prestaba atención a ninguno. Ella se desvive por Mathew. Él debía enamorarla primero. ♤♤♤ Marianela se levantó temprano para ayudar a Gertrudis a preparar el desayuno. Se sentía desganada, no supo cómo se quedó dormida. Tenía coraje y al mismo tiempo su corazón se comprimía en un dolor inexplicable. Ella nunca entendió el por qué el la trata de esa manera, ella no hizo nada malo. Solo hablaba con el joven. Medito en todo lo que había pasado en esos dos días. Decidió por su salud mental y emocional no volver a toparse con él y en los casos remotos mejor guardar distancia. Por qué si hay algo que ella tiene es dignidad y educación. No le va a permitir que ni él, ni nadie la trate como si fuera nada. Ella es no se dejará pisotear de ningún hombre. Luego de ayudar a la mujer mayor subió con la bandeja de Mathew para que desayunara en la habitación. Mientras más lejos estuviera de él mejor. Ya Mathew iría al parque y compartiría con él y su tío. Suspiro suave al recordar a Arnold, es un encanto de hombre, pero ella no puede permitir que la despidan por nadie. Su familia necesita ese dinero. Marianela llegó a la habitación sorprendiéndome, Mathew ya estaba despierto y con baterías nuevas para comenzar el lunes. Lo ayudo a arreglarse y preparo la mesa para que el niño desayunara. ♤♤♤ En el comedor Gertrudis sirve el desayuno del señor de la casa. —¿Y Mathew? – pregunta Dimitri viendo el periódico. —Marianela le subió el desayuno a la habitación. —dice Gertrudis mientras le sirve el café. —Ve a buscarlo, quiero que desayunemos juntos. –ordena, Gertrudis lo mira con tristeza, su voz había vuelto a ser la misma de días atrás, esa que no extrañaba. —Claro señ… —dice un poco retraída. —Mejor voy yo mismo – pone el periódico sobre la mesa. Se levanta para subir hasta la habitación de su hijo. Llega hasta la puerta cuando escucha que Marianela habla con Mathew. Se esconde para escuchar mejor la conversación. —A ver, a ponerse muy guapo para que vaya con su padre y su tío al parque. —dice Marianela mientras pone los zapatos del chiquito Stone. —¿Por qué no quieres ir? —pregunta un insistente Mathew que desde que ella le contó que no iría estaba algo triste. Marianela suspira cansada. —No es que no quiera ir, es que si quiero conservar mi trabajo y pueda seguir cuidándote debo terminar mis quehaceres. Y si me voy me atraso y entonces tu papa puede prescindir de mis servicios. —explica tratando de convencerlo. —No, yo no quiero que te vayas. Eres buena conmigo. No como las otras. —Mathew se abraza al cuello de Marianela. Dimitri escucha a su hijo sollozar. Se sintió tan miserable. La culpa de golpeo en la cara, él es el único culpable de que su hijo se sienta de esa manera. Decide entrar a la habitación. —Ya, ¿estas listo? —dice una vez dentro de la habitación, asustando a Marianela. Su voz, esa maldita voz que la hacía estremecer. Esta se lleva la mano a su corazón para pasar el susto. —Se… señor, aun no desayuna – dice muy nerviosa. —Quiero que baje a desayunar conmigo y Arnold. —esta baja la mirada y asiente. —Como usted ordene, ve Math, yo bajo todo esto ahora. —le dice al pequeño que la toma de la mano. —Pero yo quiero desayunar contigo. —dice Mathew mirando a Dimitri –papa, ¿puedo desayunar con Marianela? —Math, pero yo quiero hacerlo contigo. —Dimitri se acerca, pero el niño aprieta la mano de Marianela. —Marianela puede acompañarnos. —esta niega, mira a Dimitri que comienza a deformar su rostro. —No, Mathew, tu lugar es junto a tu padre, yo desayuno en el lugar que me corresponde como la sirvienta que soy, en la cocina. —a Dimitri no le pasa desapercibido el tono de la mujer. —Yo quiero ir contigo —la chica niega y le da la mano del niño a su padre—. Tu lugar es junto al señor de la casa, mi niño. Luego tendremos tiempo para compartir un desayuno. Ahora ve que se enfría. —dice con voz calmada Marianela. —Pero papá por favor, —ruega Mathew. Dimitri suspira cansado. —Señorita le ordenó que baje a desayunar con nosotros. — Marianela lo mira espantada y niega. —Señor, no creo que sea prudente que lo haga, lo mejor es que yo desayune en la cocina con Gertrudis. —Toma la charola donde había subido el desayuno del niño. —Usted aun no entiende quien es quien manda en esta casa —Marianela levanta su mirada para encontrarse con la suya— si digo qué compartirá la mesa con nosotros así se hará. —ordena con su tono de jefe gruñón. Marianela asiente sin decir más, por su mente pasaron la sarta de cosas que le diría, pero estaba Mathew allí y no lo quería hacer partícipe de una guerra entre ellos. Mathew brincaba de la emoción sin entender la tensión que había en los dos adultos. A él sólo le importaba Marianela. Bajaron al mismo tiempo. Marianela se desvió hacia la cocina a llevar el desayuno frío del niño para volver. Cuando Dimitri entró al comedor se encontró a su hermano con cara de pocos amigos. —Buenos días —dice, pero Arnold no le contesta, en cambio le sonríe al niño. —Math, campeón toma asiento a mi lado. —dice Arnold ignorando por completo a su hermano mayor. —No seas ignorante, sabes que mi hijo va a mi derecha. —dice enojado Dimitri. —Como se… —no termina su línea de expresión y se levanta al ver a Marianela entrar. —Buenos días hermosa – se acerca para ayudarla con la silla que está a su lado. —No, la señorita va a sentarse a mi izquierda para que este al pendiente de Math —Arnold blanquea sus ojos y niega. —Ya te lo dije Dimitri, no lo voy a repetir. —Marianela toma asiento en la silla que Dimitri le señala, lo menos que quiere es formar la guerra entre los hermanos. Ella se abstiene de hablar, solo está allí acompañándolos. La tensión en el lugar era evidente. Marianela se dedicó a atender a Math. Un silencio ensordecedor se hizo en el comedor. Sólo se escuchan los cubiertos chocar con los platos. —¿Y señorita, de donde es? —pregunta Arnold rompiendo el silencio. —Señor, creo que eso no se lo debo contestar. —Dimitri sonríe satisfecho— Señor, ¿me puedo retirar? —el mayor de los Stone asiente. —Señorita, lleve a Math a abrigarse y alístese, póngase cómoda, va a ir con nosotros al parque. —Esta lo mira espantada, Marianela abre la boca para hablar, pero este no la deja — Es una orden —dice antes de que ella proteste. —Pero señor… —Pero nada —este se levanta de la mesa— lo he ordenado y si no puede seguir mis ordenes, dígamelo, para buscar otra niñera. —dice muy molesto, su hermano no le quita la mirada de encima a Marianela, que tiembla con cada palabra. Ella trata de ser valiente, pero él tiene algo que la deshace. Ya no sabe nada en cuanto a él. —Bueno, como usted ordene —toma la mano de Mathew— Con su permiso, voy a preparar todo. —sale del comedor junto al niño que estaba feliz. —¿Te gusta? —pregunta Arnold. —¿De qué hablas? —el menor ríe fuerte. Vio como Dimitri la miraba mientras ella salía con su hijo. —No te hagas, esa chica te gusta, solo que no quieres darte cuenta. —dice relajado el menor de los hermanos— mientras decides si te gusta o no, yo voy a hacer mi lucha. —pone la servilleta sobre la mesa para salir tras ella. —No te atrevas —dice el mayor con los dientes apretados. Arnold vuelve a reír fuerte. —Hay hermanito, estas perdido. Solo espero que cuando te des cuenta ella no este por casarse conmigo. —le guiña un ojo y sale del comedor dejando a Dimitri con la palabra en la boca.
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