Marianela llega a la cocina sacando un grito a Gertrudis.
—Niña, que haces aquí, si el señor llega y Mathew esta solo se va a armar un lío. – dice la mujer mayor. Marianela ríe fuerte al ver su rostro. No pensó que se fuera asustar.
—Tranquila, el señor Stone esta con Math, vine a prepararle la merienda y algunas cosillas que tengo pendiente. –dice encogiendo de hombros para ser su primer día de trabajo le ha ido muy bien, Mathew era un niño muy bien educado y Gertrudis era un pan de azúcar. Solo él, pero ella no permitiría que este le hiciera algún daño al niño.
—¿El señor dices? – Marianela asiente sin conocer la verdad detrás de todo. – esto no es una broma, mira que, si lo es, es de mal gusto.
—Que no Gertrudis, no es una broma, el señor Stone esta arriba con Math, por eso aproveche para preparar la merienda. – Marianela tomo algunas galletas, un vaso de leche y adicional puso una botella de agua para el señor. Ella sabe lo que rinde el niño. De seguro cuando suba va a estar con la lengua por fuera.
Salió de la cocina y fue directo a la habitación de Mathew, se detiene en la puerta al verlos entretenidos. El señor se había quitado la chaqueta de su traje, su corbata abriendo los primeros botones de su camisa, enrollado sus mangas. Se veía sexy. Se regañó mentalmente al tener esos pensamientos. Ella aún era virgen, pero no ciega y ese hombre a pesar de todo era un adonis. Lástima que sea un odioso en todo el sentido de la palabra.
—bruuum, brum —ve a Math con su cambio de bomberos.
—Wui wui – ella sonríe al escucharlos.
—Por aquí, Capitán – escucha a Mathew muy feliz.
—¿Qué haces aquí? —del susto estuvo a punto de tirar la charola con la merienda. No quería interrumpir el momento— Si el señor te descubre te va a… — Gertrudis se detiene a escuchar las risas de los Stone–. ¡Oh, Dios! –tapa su boca, sus lágrimas comenzaron a bajar. Marianela pone la bandeja en la mesa para ayudar a la mujer mayor. –Es un milagro, Dios gracias, no sé qué pasó, pero gracias, mi señor. –se persigna. Ella es una mujer de mucha fe, todas las noches rogaba por ese milagro. Solo pedía eso para poder morir en paz.
—¿Estas bien? — Gertrudis asiente feliz.
—Ve muchacha, llévale eso a los chicos, yo voy a estar en mi cocina, hoy voy a preparar una cena especial. – Marianela sonríe y asiente.
La chica toma la bandeja para llevarla a dentro.
—¡Llegó la merienda! – los dos miraron y asintieron levantándose del suelo. Pone en la mesa la bandeja, Mathew va a tomar una galleta, pero ella lo detiene. – Wepa, vaya a lavar sus manos jovencitos. – dice la joven con una sonrisa – Señor le traje una botella de agua, de seguro tiene sed. – Dimitri asintió, pero se puso serio en cuanto Marianela dejó de prestarle atención para atender a su hijo. Estaba acostumbrado a que cuando llegaba las niñeras de Mathew se desvivían por llenarlo de atenciones, pero Marianela es diferente, su prioridad es su pequeño hijo. La observó ayudar a su hijo a lavarse correctamente las manos. Busco una toalla limpia para sacarlas con dedicación. Le sonreía de forma sincera.
La ve interactuar con el niño, Mathew se ve feliz. Como muy pocas veces lo ha estado. Solo cuando llega su tío Arnold o con Gertrudis. Cerró sus ojos al recordar a su hermano.
—Señorita … —trata de recordar su nombre.
—Marianela señor, Marianela González – le extiende su mano, pero él no la acepta.
—Voy a bajar a dar algunas instrucciones a Gertrudis, ¿Puede quedarte con el niño? —ella asiente.
—Para eso me paga señor – Marianela baja la mirada para atender a Math que no alcanza su vaso de leche. Dimitri sonrió satisfecho al fin su hijo tiene una buena niñera. Salió silbando como hace mucho no hacía. Entró la cocina asustando a Gertrudis
—Señor, disculpe no escuché la campana, no volverá a pasar. – Gertrudis seca sus manos con su delantal.
—No nana, tranquila, no toque la capa. —mira la cocina— Hace tanto que no entraba aquí. —en su voz había nostalgia.
—Si, desde que la señora …—la sonrisa de Dimitri se desvaneció— disculpé señor, no quise –la mujer se dio en la frente— Yo y mi boca, discúlpeme en verdad.
—Tranquila Gertrudis, un paso a la vez. –la mujer mayor asiente.
—¿Deseaba algo? –pregunta confundida.
—Si un vaso de leche, vi a Mathew beber y se me antojó —toma asiento en la pequeña mesa de cuatro sillas–. No recordaba lo confortable que era.
—En seguida se lo sirvo – la mujer tomó un vaso de cristal para llenarlo de leche – Aquí esta, que lo disfrute. ¿Algo más?
—Arnold llega la semana que viene en la mañana, te encargo arreglar su habitación. –dice tranquilo.
—El señorito Arnold llega, Mathew se pondrá feliz, ¿ya se lo dijo? – Dimitri niega.
—No lo había pensado. Que mucho me he perdido de mi hijo, hasta el irresponsable de mi hermano es más padre para mi hijo que yo. – se lamenta el hombre de ojos verdes.
—No te martirices así muchacho. Pronto Mathew entenderá muchas cosas y podrás acercarte más a él. – Dimitri sonríe a medias.
—Sabes, hoy estuve en la oficina pensando en todo y tomé una decisión. No sé cómo haré, pero recuperaré el tiempo con mi hijo. —dice sacando una sonrisa sincera de la mujer mayor.
—No sabes cuánto me alegro muchacho. Mathew se va a poner feliz. – Dimitri asiente.
—Es solo, que no sé cómo acercarme … —pone sus manos en su rostro— para nada soy divertido, nada divertido. —dice preocupado.
—No te preocupes por eso. Déjate llevar. –Gertrudis toma su mano para darle soporte— Todo volverá a ser como antes, tengo fe en que así será.
—Bueno lo intentaré al menos. —dice no muy convencido, para él era casi imposible volver a ser el mismo, cuando perdió a Bárbara perdió parte de su corazón.
—Es lo mejor, Marianela me comentó que los había dejado jugando, eso es un gran paso. —Dimitri mira a Gertrudis y asiente—. Math es un chico muy inteligente, sabrá comprenderte.
—Lo sé, solo me lamentaré si llegué un poco tarde. —dice agobiado.
—Nunca es tarde cuando la dicha es buena. Poco a poco vas a abrir tu corazón y quien dice que algún día te vuelvas a enamorar. – Dimitri se levanta bruscamente de la silla.
—Eso no, nunca me volveré a enamorar, Bárbara será por siempre mi amor. –dice y Gertrudis niega. Sabe que ese tema es muy difícil para él, pero ya han pasado cinco años y él no reaccionaba, es un hombre joven y muy guapo. Ella mejor que nadie conoce lo cariñoso y lo buen esposo que fue.
—Bien, como tu digas, pero ten en cuenta que Mathew necesita la figura de una madre. –Dimitri se vuelve a sentar más agobiado aún.
—Para eso está la niñera. –La mujer mayor niega.
—Hoy es Marianela, mañana quien sabe. El niño no puede seguir viendo niñeras entrar y salir de la casa. Piensa que es por su culpa que se van. Y no es así. El necesita una figura que le dé estabilidad. —le dice, pero el niega varias veces.
—Una cosa a la vez, primero recuperaré a mi hijo luego ya veré. – la mujer sonríe satisfecha.
—Así se habla. – le da dos palmaditas en las manos del hombre. – Ahora vaya a cambiarse, la cena está a minutos de estar lista.
Dimitri salió un poco más confiado. Le temía a la paternidad, pero más le dolería si Mathew no lo llega a querer. Él fue producto del amor sincero que pueden haber sentido dos personas. Sale distraído, pensando en las cosas que le dijo Gertrudis. Buscarle una madre a Mathew implica exponer sus sentimientos. Bajar sus murallas y volver a abrir su corazón, esas eran cosas que no estaba dispuesto a hacer. El amaría a Bárbara toda su vida, nunca nadie puede remplazarla.
—Math, no corras, ven acá – escucha que Marianela lo llama. Los ve interactuar. Se fijo en Marianela es una joven bonita, Por su cuerpo y rostro estimó que tenía algunos veinte años. Sus hermosos ojos color aceituna y sus sonrisas. Es tan diferente a todas las que han entrado como niñera. Ella ni le presta atención, es como si solo existiera Mathew para ella.
Subió hasta su habitación, se quitó su ropa para darse un baño. Se puso cómodo, quería una noche diferente a la que había tenido antes. Bajó ya Mathew estaba en la mesa.
—Gertrudis puedes… —se detiene al ver a su hijo triste.
—¿Que te paso? —pregunta angustiado.
—Yo quería cenar con Marianela, pero Gertrudis no me lo permitió. El niño hace cucharitas con sus labios.
—Gertrudis pídale a la señorita que cene con nosotros. —dice sin pensarlo dos veces.
—Pero señor… —la mujer mayor se sorprende, pero este la mira altiva.
—Sin peros, dígale que Mathew y yo estaremos complacido si nos acompaña a cenar. –mira a su hijo– ¿verdad campeona? —revuelca su cabello.
— ¡Si! —dice Mathew feliz.
Gertrudis fue directo a la cocina con una sonrisa en sus labios, le gustaba Marianela para su jefe, además de que Mathew la quería y eso ya era un avance. Ahora es convencer a Marianela para que acepte cenar con ellos.
La mujer mayor llega a la cocina.
—Marianela que vayas a cenar con los patrones. – dice en un tono seco y tosco Gertrudis.
— ¿Quién, yo? – Gertrudis asiente.
—El señor me pidió que te dijera, quiere que vayas a acompañarlos. —Marianela niega.
—El cavernícola te pidió…— la joven tapa su boca al darse cuenta de lo había dicho.
—Marianela… —la regaña Gertrudis— Ahora ve, el señor Stone te espera.
A Marianela no le costó más remedio que caminar hasta el comedor. Entra viendo a padre e hijo interactuar.
—Señor Gertrudis dijo que …
— ¡Nela! —El niño festeja que Marianela estuviera allí. Ver la felicidad de su hijo lo hizo sentir tranquilo. Eso era algo que no sentía hace mucho—. Papa – dice el niño sacando a Dimitri de sus pensamientos.
— ¡Ah, sí! Por favor acompáñanos de ahora en adelante en la mesa. Se levanta para ayudarla a sentar a su lado frente a Mathew.
—Señor…— Marianela baja su mirada—. No creo que sea pertinente que comparta la mesa con…
—Si se siente mejor, se lo ordeno. —le guiña un ojo a su pequeño— Así que tome asiento o la despido. —Marianela abre grande sus ojos no podía perder su trabajo. No es que fuera fácil conseguir uno tan cómodo como ese. Con techo, comida y buen sueldo incluido.
La chica toma asiento, Gertrudis sirve la comida.
—Ven Gertrudis acompáñanos. —la sorprende Dimitri. La sonrisa en los labios del hombre la hizo saber que hablaba en serio.
—No señor, después quien le sirve además… —este niega.
—Además nada, estamos empezando una nueva etapa en esta familia, ¿verdad Mathew? —el niño lo mira con sus ojos bien abiertos. Le sonríe y asiente.
—Si papa – dice aplaudiendo.
Gertrudis va a buscar otro plato para tomar asiento a lado de Mathew y así ayudarlo con la cena.
Dimitri no pierde cada movimiento de Marianela. Ella es una chica muy sencilla, muy diferente a todas las que alguna vez frecuento. La mujer se comportaba como una de clase, por un momento la vio con algunas joyas, y vestido elegante. Debía verse más hermosa. Por un momento se perdió en sus pensamientos.
Marianela por su parte se sentía nerviosa, estar tan cerca de un hombre tan imponente la había temblar. No sabía cómo comenzar a comer, si conocía de reglas de etiqueta. Siempre le gustó verse culta. Conocía cual era el cubierto para las ensaladas, la cuchara para la sopa, y la diferencia las copas al servirse la comida, pero su aroma no la dejaba mantener sus pensamientos como se debía.