Marianela entra a la habitación en silencio, ve al niño dormir. Es hermoso, tiene rasgos del malhumorado de su padre, pero muchas cosas que de seguro son de su madre. Se acerco a él y arropó con cuidado de no despertarlo. se veía tan angelical. No ese momento no entendió como había pasado tantas niñeras por si vida. Sonrió al entender que se había enamorado de ese angelito sin aun conocerlo.
Aprovechó para organizar los juguetes que estaban en el suelo. Sacó ropa para cuando despierte. Miro la foto que había de su madre y su padre encima de la cómoda. Era una foto pequeña pero que de seguro guarda un gran valor familiar. Esperó paciente que el niño despertara.
—Hola – dice cariñosa. Mathew le sonríe, ya Gertrudis le había dicho que tendría una nueva niñera. — me llamo Marianela, ¿y tú?
—Mathew – dice con voz cansada, estirando sus bracitos.
—Mucho gusto Mathew, espero que nos llevemos bien, le guiña el ojo y el asiente. – por ahora vamos a bañarte y lavarte la boca para que bajes a desayunar.
—Yo puedo hacerlo, soy un hombre. – dice saltando de la cama para correr al baño.
—Espera déjate la ropa – abre un poco la puerta escondiéndose detrás de ella para sacar su manita– Bien, pero te voy a revisar las orejas. –escucha la risa divertida del inocente niño.
Como él le había dicho tomo su baño sólito, se ve que es un niño muy independiente, de seguro la ausencia de su mami lo hacía ser un poco más fuerte. Bajaron tomados de la mano. Mathew es muy cariñoso. Corrió hasta el comedor deteniendo sus pasos al encontrar a su padre tomando su desayuno. Abrió sus ojitos grandes por el asombro. Dio dos pasos para atrás.
—Espérame, te dije que no corras… — Marianela detiene sus palabras al ver al imponente hombre que los miraba totalmente serio.
—Mathew, que te ha dicho Gertrudis de correr dentro de la casa –regaña al niño quien baja su mirada llorosa. Siempre que su padre estaba allí nada era divertido para él.
—Discúlpenos señor, no volverá a suceder. ¿Verdad Mathew? – El niño asiente, Marianela toma la mano de Mathew y sale del comedor. Mathew la mira esperando el regaño por parte de su niñera, pero recibe todo lo contrario.
—Ven dame un abrazo, mientras yo esté aquí tu padre no te va a regañar. – besa la mejilla del niño que la mira con esperanzas. Caminan hacia la cocina donde Marianela lo ayuda a subir a la silla para servirle el desayuno. – Hoy vas a desayunar conmigo aquí, ¿te molesta? – Mathew niega con una sonrisa.
—¡Me encanta! – grita como unas de las divertidas caricaturas que ve en su televisor.
—Me alegra que te encante, ya a la hora del almuerzo pues veremos. – el niño asiente feliz. Era el primer día de Marianela y ya la quería.
*******
Dimitri apretó el tenedor en sus manos al verla ignorarlo llevándose al niño. No entendía por qué esa acción de Marianela lo aturdía, lo llenaba de ira. Porque ella no podía ser como las demás que se le regalaban. La miro bien, es muy bonita y sencilla, nada que ver con las anteriores niñeras, que solo aspiraban a ir a la cama del señor de la casa. Una vez terminó su café, salió de la mansión. Iba tarde a la empresa, se entretuvo demasiado dedicándole pensamientos a la nueva sirvienta. Eso es imperdonable un hombre como el no debería estar pensando en otra mujer que no se su ama Bárbara. Una mujer fina y culta, de clase. Una mujer única
Marianela dedico su mañana a cuidar a Mathew, verificó que no tuviera tareas atrasadas. A la hora del almuerzo bajaron caminando hasta el comedor. Ya el señor no estaba por toda la casa, ellos no se enteraron cuando se fue, tampoco es que le importó mucho a ella y ya Mathew estaba acostumbrado a la ausencia de su padre. Almorzaron tranquilos, Marianela acompaño al niño para que no se sintiera solo en ese enorme comedor.
***
Dimitri por su parte llegó a su empresa. Entró a su oficina encontrando a Eva Falcón su asistente personal.
—Buenos días, ¿Que me tienes para mi hoy? – la mujer se sonrió coqueta. Acomodo un poco su falda. Dimitri la miro serio, en realidad Eva es una mujer elegante, pero sigue siendo una empleada más. No le interesa que mall intérprete las cosas.
—Para ti todo lo que quieras, lástima que siempre me desprecias. —Dimitri blanquea los ojos. Era cansino todo eso.
—Si no fueras tan eficiente ya te hubiera relevado de tu cargo. —escupe sin ningún sentimiento— Ya te lo he dicho, no me interesa nada de ti. Solo que hagas tu trabajo. –se sienta en su silla.
—Ay ya Dimitri. Cinco años Dimitri. Cinco largos años llorando le ha …
—¡Basta! – grita el hombre dando en su escritorio— y si tengo que estar diez años más, es mi problema. Tu dedícate a hacer lo que te corresponde, de mi vida personal me hago cargo yo.
—¿Y Mathew, ya conseguiste nueva niñera arribista? —pregunta muy interesada en el tema, el niño le importa una mierda, pero las niñeras nunca perdían tiempo con él. De seguro a alguna ya se la había fallado ella no es tonta. Él es un hombre y solo hay que tener la oportunidad precisa para seducirlo.
—Mathew tiene ya su niñera, apenas comenzó hoy y no si sea arribista o no, solo me importa que cuide de mi hijo. –escucha el teléfono de la oficina sonar– Si no tienes nada que decir, puedes salir. —señala la puerta.
Eva sale contenido su coraje. Ya había una nueva arribista, debía salir de esa como salió de las demás, no permitirá que nadie se quede con el pez gordo, solo sobre su c*****r. Entro a su oficina dando un portazo. Melanie la secretaria de presidencia la miro y sonrió. Ella conocía todas las artimañas que había hecho Eva para llegar allí y aun así el señor Stone no le prestaba ni una pizca de atención.
—Bueno – contesta Dimitri una vez vio salir a la mujer.
—Hermanito, ¿Cómo estás? –blanqueo sus ojos al escuchar la voz de su hermano menor Arnold Stone.
—No estoy para tus bromas, dime que quieres. – lo escucha reír fuerte. Arnold nunca lo tomaba enserió.
— Voy a ir a pasar unos días a Nueva York y claro que quiero quedarme en tu casa. No estoy esperando que me recibas con alegría, solo Mathew y Gertrudis me reciben feliz. —escucha y solo asiente sin decir palabra alguna. Arnold era un grano en el culo, pero Mathew era muy feliz cuando llegaba de visita.
—Aunque te diga que no vas a llegar así que ni me desgasto. ¿Cuándo llegas?
—En una semana, así que espero que me esperes para almorzar juntos. ¡Adiós! – escucha como termino la llamada. Paso sus manos por su rostro, la llegada de Arnold es decir problemas por todos lados.
Dimitri pasó el día inquieto. Arnold es un dolor en el culo cuando se lo propone, suspira cansado de todo. Por su mente volvió a pasar la nueva niñera, en las palabras de Gertrudis de acercarse más al niño. Debía comenzar a hacer cambios en su vida. Gertrudis tenía razón. Debía dejar de depender de niñeras y comenzar a buscar el bienestar de su hijo. Bárbara estuviera decepcionada del hombre en el que se ha convertido. Suspiró cansado. ¿Cómo superar la perdida de la mujer que fue todo para él? Su primer amor, su novia, su amante, su esposa, su todo. La madre de su único hijo. El recuerdo vivo del amor verdadero. Observó la foto que tenía sobre su escritorio. Su hermosa sonrisa lo conquistó. En la foto se les veía felices. La luz en la mirada de Bárbara y su sonrisa le confirma que hizo bien al elegirla.
—¿Cómo haré para sacarte de mi corazón? – pregunta tomando la foto–. Mathew me necesita, pero no sé… —cierra sus ojos al sentir el dolor en su corazón. Ama a su hijo, daría hasta lo que no tiene por él, pero no sabe cómo demostrárselo, no sabe cómo acercarse a él. Perdió una parte de su vida cuando ella se fue–. Perdóname, mi amor, te he fallado. –sus lágrimas comienzan a bajar. Limpio su rostro con el dorso de su mano y el cristal de la foto manchado con una de sus lágrimas. En la privacidad de su oficina o el salón de arte de Bárbara eran los lugares donde sacaba su dolor. Ese dolor que lo tortura hace más de cinco años.
Aún recuerda el momento en el que se enteró. Bárbara tuvo un accidente donde no pudo resistir mucho. Aguanto hasta que el médico le hizo la cesaría. No se explican como el niño sobrevivió, para todos en el hospital Mathew fue un milagro de Dios. Él estaba en una junta y no pudo llegar a tiempo para despedirse de su gran amor. Todo pasó muy rápido. Su vida se fue cuando el doctor le dio la fatídica noticia. Arnold llegó para hacerse cargo de todo. La familia de Bárbara estaba tan destruida como él. Lo único que le quedo de ella fueron sus obras de arte y su hijo. Ese niño al que le hacía falta un padre. Cerró la laptop y recogió todo. Pasará el resto del fin de semana en su casa con su única familia, su hijo. Al salir se topa con Eva.
—¿Junta? – Dimitri la mira arqueado su ceja.
—Se supone que ese es tu trabajo, conocer mi agenda – dice con arrogancia–. Lo que me hace suponer dos cosas, una, que no lo haces y pierdes mucho tiempo paseando por la compañía, tomándote atribuciones que no te corresponden, o dos, que no eres tan eficiente como pienso. En cualquiera de los dos casos eres un sueldo que me puedo ahorrar.
—Dimitri no te pongas así, solo era una pregunta –cambia su tono de voz acercándose a él, pero este la detiene.
—No te p**o para que preguntes, te p**o para que estés al día con mi agenda. —Escupe con coraje. –Solo llama si ocurre algo urgente, mientras tanto no quiero que me molesten. ¿Quedo claro? –la mujer asiente en repetidas veces.
Dimitri sale de su compañía de prisa, iría a conocer a su hijo. A tratar de volver a sonreír con él.
El camino se le hizo eterno, nunca había deseado tanto llegar a su hogar. El hombre llegó sin avisar. Subió hasta la habitación de su hijo donde se detuvo al escuchar sus risas. Paró en el marco de la puerta para ver a Marianela jugando a los bomberos con su hijo.
—Wiu, wiu, brum, brum – hacia los sonidos con sus bocas.
—Capitán la casa está en llamas, debemos llegar pronto. –le avisa Mathew.
—Entendido General ya estamos en camino. –los veía interactuar a la perfección. Entendió que estaba de más allí, fue a dar media vuelta para irse, pero una voz lo detuvo.
—¿Papá? –la voz de Mathew, Dimitri lo miro y le dio una media sonrisa–. Juro que no hice nada malo. –Al ver el rostro de confusión de su hijo su corazón se rompió. Marianela abrazo a Math para que se calmara, el niño estaba temblando de temor.
—No vine a regañarte –se acerca poco a poco hasta el niño que lo mira con los ojos llenos de lágrimas. Comprendió que solo había cultivado miedo y dolor en su hijo. Su primer fracaso en la vida había sido no ser un buen padre para él.
—Yo estoy aquí para él —dice Marianela altanera, Dimitri la mira de forma amenazante, pero la joven mujer no se deja amedrentar.
—Vine a jugar contigo, pero vi que jugabas con la señorita. –el niño asiente limpiando el rastro de las lágrimas que no había podido retener en sus ojitos.
—Pero hace falta otro bombero, no digas nada, pero el capitán maneja lento. – dice el niño sacando una sonora carcajada por parte de su padre. Marianela abre la boca en O.
—Así me pagas traicionero –finge estar indignada, el niño sonríe y la abraza dejando un cálido beso en su mejilla.
—Bueno pues a jugar –dice Dimitri más animado.
—Yo los dejo para que jueguen, voy a buscar la merienda de Math. ¿Usted desea algo señor? –Dimitri niega.
—Estoy bien, gracias. –Marianela sale de allí a paso firme, que haya llegado el señor le daba tiempo de preparar la merienda del niño y algunas cosas.