—¡No nos pongamos melodramáticos! —pide Katty, pero la miro con cara de pocos amigos.
—¡Claro, como no eres tú la que tiene un pene, colgando entre las piernas! —exclamo cabreada.
—No sé… yo opino que quizás es sólo por hoy, ¿por qué no se relajan? —dice Sam—. Quizás dure veinticuatro horas y se acabe —vuelve a decir.
—Puede que tengas razón… —Quiero pensar, no muy convencida.
—¿Y si no? —indaga Katty.
—¿Tienes un mejor plan?, creo que Sam tiene razón… —suspiro— esperaré a que termine el día y se cumplan las veinticuatro horas, y si no… —Sam me toca el hombro.
—No pienses negativo, ya verás que esto termina y mañana extrañarás mear de pie —bromea.
—Oye, que no es tan fácil, ¿cómo lo hacen sin mear todo el baño? —Sam se larga a reír a carcajadas, contagiándonos a todas.
—Seguro te levantaste empalmado —menciona y asiento—. Cuando te pase eso, lo mejor es que te sientes en la taza, como una mujer, o que hagas en la ducha —Me aconseja.
—Gracias… aunque espero que no se repita y que todo esto, termine hoy —murmuro, sin muchas ganas.
—Bueno, no nos vamos a quedar arranados aquí, ¿verdad? —murmura Sam animado.
—Nooo, claro, si quieres invito a todo mundo otra vez y hacemos una fiesta —digo sarcástica, por lo que resopla.
—¡Amargado! —dice, dándome un codazo en las costillas.
—No puedo creer que estén tan tranquilos… —Nos reprende Katty, con su actitud fatalista.
—¿Y qué quieres que haga?, ni siquiera sé cómo es que me ocurrió algo así… —rebato y me da una mirada comprensiva.
—Lo sé, rata inmunda… —suspira con pesar—. Pero estoy tan o más asustada que tú —espeta. Bufo.
—¡Veamos una peli y así cambiamos el chip! —propone Sam, por lo que nos miramos entre todos—. ¡Quizás nos sirve para aclarar ideas!, ¡o para olvidarnos un rato del tema! —dice emocionado.
—¡Apoyo la moción! —dice Katty, dejando su pesimismo a un lado.
—¿Pizzas? —propongo, para redondear el panorama.
—¿Dejarás de pensar en comida, el día de hoy? —Me regaña la pelirroja y sonrío.
—¿Acaso no ves este cuerpo?, con algo tengo que llenarlo —digo divertida.
—¡Súper pepperoni, para mi! —pide Sam.
—¡Pollo barbecue, para mí! —exclama Katty.
—Pues yo quiero acompañarlo con un litro de helado de chocolates con almendras —digo haciendo un puchero.
Todos aplaudimos emocionados y hacemos el pedido, olvidándonos por un momento, de lo que me ha pasado.
Quince minutos después, mientras ordenamos un poco el desastre y acomodábamos los muebles en su lugar para sentarnos y ver alguna película, llega nuestro pedido.
Nos acomodamos y nos decidimos por una película romántica, y aunque, creo que la he visto miles de veces, elegimos el diario de una pasión, donde como siempre, termino llorando como viuda en el entierro. Katty nos toma una fotografía y se parte de la risa.
—¡Es que esto es demasiado gracioso! —exclama Katty, enseñándonos la fotografía. Sam y yo, con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, casi con los mocos colgando—. Podría hacerles bullying por el resto de mi vida —Se sigue riendo.
—¡No me jodas! —exclamo cabreada—.Ya tengo suficiente con todo esto —Bufo volviendo a señalar mi cuerpo.
—¿Qué te parece si hacemos una pijamada, y así esperamos a ver qué pasa contigo? —sugiere Sam, lo que no me parece mala idea. Asiento y me pongo de pie entusiasmada.
—Entonces, ¡que sea una tarde de películas! —propongo—. Veamos algo gracioso, para intentar olvidar a Noah, una vez más —pido y los dos asienten.
Tras una furtiva votación express, decidimos ver “Mentiroso, mentiroso” de Jim Carrey. En la escena donde el pequeño pide que su papá no pueda volver a mentir, Katty deja pausada la película y nos mira con una ceja alzada.
—¿Acaso no están pensando lo mismo que yo? —Nos mira con ahínco. Sam salta de su asiento emocionado.
—¿¡Y si compramos otro pastel y soplas las velas, pidiendo que el deseo se revierta? —exclama entusiasmado. Katty aplaude emocionada y yo sigo sin entender su idea.
—¡Si serás bruta, rata inmunda! —Se queja la pelirroja—. ¡Da gracias, que nos tienes aquí! —exclama.
—Dejen de tratarme mal… ¿no ven que estoy sensible? —Hago pucheros, por lo que Sam se acerca y me abraza—. ¡No me toques mucho, que me siento incómoda! —Le advierto.
—¡Bssss!, estás insoportable, Dani —Me reprocha.
—Si mañana amanecieras con v****a y pechos, ya te quisiera ver —Rebato, Samuel esboza una sonrisa maliciosa y se frota las manos—. ¡Asqueroso!, ¡aleja esos pensamientos! —Lo recrimino.
—No me des ideas, querida —Se mira las uñas, ofendido—. Además, si me viera como tú, ¡Oh my god, Swetty! —exclama.
—¡Ustedes dos!, ¡déjense de pendejadas! —Nos reprocha Katty—. ¿Dónde compraste los cupcakes, Dani? —pregunta.
Busco entre mis contactos la pastelería donde hice el pedido y se lo paso. La pelirroja llama y hace un pedido.
—¡En una hora llega! —dice emocionada—. ¡Iré a buscar las velas de chispita! —señala.
Corre hacia la cocina y desde allá nos grita, “¡Por suerte compré dos paquetes de velas!”.
Terminamos de ver la película, en tanto llegan los cupcakes para armar la torta. Mi estómago ruge y camino hacia la cocina, donde quedan algunos trozos de pizza, así que las caliento en el microondas. Cuando estoy abriendo la boca, para darle un mordisco, Katty me mira con una ceja alzada.
—¿Es en serio, Dani? —Me encojo de hombros y comienzo a comer.
—No sé porqué, tengo tanta hambre —Me quejo, mientras sigo comiendo.
—Ansiedad —afirma Sam, llegando a mi lado y robándome un trozo de la pizza que calenté.
—¡Hey!
—Sólo te cuido, amiga —dice, haciéndose el inocente.
—Claro… —Me río sin gracia.
El timbre suena y sabemos que es el pastel, así que los tres corremos a la entrada. Katty lo toma y se va directo a la cocina, mientras le cancelo el pedido al chico del reparto y Sam le coquetea.
Le cierro la puerta y caminamos a la cocina. Katty está armando la torta con los cupcakes y le pone las velas a cada uno. Una vez listo, enciende las velas y apagamos todo.
—¡Ya Dani, pide tu deseo! —dice entusiasmada.
Cierro los ojos, tomo una bocanada de aire. «Deseo volver a la normalidad y seguir siendo la mujer que era», soplo las velas y los chicos aplauden. Tomo un par de cupcakes y me los llevo hasta el sillón, para comenzar a comer, mientras nos volvemos a sentar.
—Será esperar hasta mañana —dice Sam. Katty asiente y yo también.
—Espero que esta pesadilla, termine pronto —digo con la boca llena, por lo que ambos me miran raro y se largan a reír.
—¡Ya eres todo un hombre! —dice Katty, muerta de la risa.
Llega la noche y después de, nuevamente, comer un plato lleno de pasta y alguno de los cupcakes, nos vamos a la cama. Sam se acostó en el sillón y Katty, por mucho que le rogué, no quiso dormir conmigo como era lo usual, así que se fue a la pieza de invitados.
La verdad es que no podía pegar ojo, así que me puse a mirar mi i********:, donde me habían etiquetado en varias fotografías, así que les puse likes y dejé mis comentarios en varias de las publicaciones.
Una de las fotografías llama mi atención, donde aparece el misterioso y guapo chico que vi en la fiesta. Le hago zoom y corroboro, lo guapo que es. No está etiquetado, por lo que refunfuño, e incluso, me atrevo a comentar en la fotografía, preguntando por él.
“¿Quién es el chico de camisa azul que está en la entrada?”.
Sigo viendo fotografías, hasta que en algún punto, me quedo dormida.
❝ KATTY WILLIAMS ❞
Mi despertador suena a las seis en punto. Sé que es domingo, pero realmente me tiene preocupada la situación de mi amiga. Camino en silencio hacia la sala y despierto a Samuel.
A pesar que es mi amiga, prácticamente de toda la vida, verla como hombre, me genera cosas que no me agrada sentir.
—Psss —Siseo para que Samuel se despierte, pero tiene el sueño demasiado profundo—. Pssss, ¡Sam! —Lo llamo, en un susurro. Al no obtener respuesta, le doy un zape en la frente, por lo que casi grita del susto, así que le tapo la boca. Me mira asustado y me muerde, para que lo suelte— ¡Aush! —Me quejo.
—¿¡Qué te pasa, loca!? —exclama, con el ceño fruncido.
—Quiero ir a ver a Dani, pero me da miedo ir sola —murmuro—. Acompáñame —pido y como si hubiese visto un fantasma, asiente.
—Estaba tan adormilado, que había olvidado a Dani —menciona.
—Vamos a ver si ya volvió a la normalidad y así seguimos durmiendo con tranquilidad —propongo. Sam asiente, por lo que a puntillas de pie, caminamos hacia el cuarto de Danielle.
Abro la puerta, sin meter ningún ruido. Los nervios me tienen la piel erizada, ya que no sé qué haremos, si Dani sigue luciendo como hombre. Samuel asoma su cabeza, y no dice nada.
—¡Dime lo que ves! —exclamo en un susurro.
—Está tapada hasta la cabeza, no se ve nada —murmura. Refunfuño para mis adentros, abriendo la puerta completamente, por lo que, ambos entramos a la habitación. Me acerco e intento destapar el cuerpo de Dani—. No lo hagas de golpe, o la podemos asustar —dice Sam. Asiento.
Tomo la sábana con cuidado, para no asustarla y la deslizo con suavidad. Dani voltea por completo y queda con el cuerpo descubierto.
—¡Mierda! —exclamo en un susurro. Sam pone su mano en la frente, con cara de preocupación— ¿Qué haremos con Dani, Sam? —pregunto asustada, mirando el magnifico cuerpo masculino ,que ahora posee mi mejor amiga.
Danielle se queja y se pone de espaldas, por lo que una protuberante erección se hace notar entre sus piernas. Una de sus manos va hasta sus genitales y comienza a rascarse las bolas, como si fuera lo más normal del mundo.
—¡Qué asco! —Me quejo entre susurros, mientras Samuel intenta aguantar las carcajadas que amenazan por salir de su boca, por lo que lo empujo fuera de la habitación. Volteo a ver a mi amiga y suspiro.
Caminamos abatidos hacia la sala y nos sentamos en el sillón.
—¿Qué haremos, Sam? —le pregunto al rubio. Este se encoje de hombros y niega.
—No tengo la más mínima idea… —menciona.
—Dani se va a querer morir, cuando vea que sigue así —alcanzo a decir, hasta que escuchamos un grito, desde su habitación.
“¡AAAAAAHHHHHHHH!”. Corremos hacia allá y la vemos sentada, con las manos en sus pechos y el cabello revuelto. Nos mira con cara de angustia.
—¡No resultó!, ¡no resultóóóóóó! —grita, mientras sus ojos se llenan, una vez más, de lágrimas. Sam y yo nos acercamos y la abrazamos—. ¿Y por qué amanezco empalmada? —Se queja entre sollozos, pero no puedo evitar reír, al igual que Sam—. ¿Qué voy a hacer, chicas? —pregunta, sin dejar de llorar.
—No sé, pero me quedaré contigo, por último, para darte apoyo moral —menciono, por lo que me abraza más fuerte, con mucha fuerza—. Me vas a romper la columna —Me quejo, por lo que se ríe, sin dejar de llorar.
—Lo siento, engendra… —solloza.
—Descuida, Dani —Le palmoteo la espalda, sintiéndome tan extraña, ya que para mi, siempre ha sido muy difícil, el contacto con los hombres, así que me siento demasiado incómoda, por mucho que sea mi amiga.
—Y si vuelves a soplar las velas, quizás nos faltó cantar el cumpleaños —dice Sam, y aunque sea una estupidez, asiento, porque honestamente, no tengo ni idea, de cómo ayudar a Danielle.
—¡Hagámoslo! —Los animo, por lo que nos damos un abrazo grupal.
—Iré a casa, te traeré algo más de ropa, si encuentro algo de tu talla y traeré algunos productos, para que nos apliquemos durante la tarde —dice Sam, animado—. También traeré ropa para ir a la oficina mañana —finaliza, entrando al baño.
—¡Mierda!, ¡la oficina! —exclama Dani, entrando en desesperación una vez más— ¿Qué diré en la oficina?, ¿cómo explicaré lo que paso? —Me pregunta, pero no tengo nada en mente.
—¡Calma!, ya pensaremos en algo… —digo finalmente—. Sólo, déjame aclarar mis ideas —El ojiazul asiente en mi dirección y me sonríe, dándome el pase absoluto, para intentar resolver su caótica vida.
«¡Ay amiga, si tan sólo tuviera un mejor plan!».