CAPÍTULO DIECINUEVE

1634 Words
ALICE   Los rayos de luz se filtran por un gran ventanal y caen directamente en mi rostro haciendo que apriete los ojos con fuerza, pues la cabeza me está palpitando con fuerza y todo a mi alrededor da muchas vueltas, abro ligeramente uno de mis ojos para mirar hacia el gran ventanal que tiene vista a un enorme lago e inmediatamente me siento en la cama con un movimiento rápido, el cual fue claramente una mala idea, pues ahora siento náuseas, aunque las ignoro porque estoy mucho más preocupada por esta vista extraña, ¿en dónde carajos estoy?   Oh por dios, ¿Dormí con un extraño? ¿Qué pasó anoche?   En la mesa de noche junto a la enorme cama hay un vaso de agua el cual tomo y lo bebo de un solo tirón, mientras pienso en todas las posibilidades, no tengo idea en dónde estoy ni cómo llegué aquí, no sé a quién pertenece esta enorme habitación, ni mucho menos esta casa con vista al lago, y no hay nada aquí dentro que me dé ninguna indicación tampoco, tal vez si reviso mi ubicación en el mapa, pero para eso necesito mi teléfono… Oh por dios, ¡Mi teléfono!   Es de día y no llegué a dormir a casa, ni siquiera sé qué hora es, y George debe estar enloqueciendo en este momento, va a matarme, oh no, esto es muy malo.   Me levanto de la cama a trompicones y empiezo a buscar mi teléfono como una maniática, hasta que logro ver mi bolso en una silla junto a un enorme closet lleno de ropa de hombre, sí, definitivamente es la habitación de un hombre y por el tamaño de la casa y la calidad de la ropa, es un hombre bastante rico, aunque en mi cabeza solo tengo recuerdos de dos hombres así anoche, aún no sé cuál de las opciones sería peor, si el mujeriego Jonathan Barker, o mi jefe, el siempre frío Dominic Pemberton.   Lo que me recuerda…. Miro hacia abajo y veo que aún tengo puesto mi vestido y ropa interior, y no me siento diferente allá abajo, por lo que no estoy del todo segura si realmente tuve sexo anoche o no, pero con lo ebria que estaba no podría estar segura, aunque no se siente como la primera vez, claro que eso es totalmente diferente, pero bueno, no me puedo concentrar en eso ahora, lo que necesito es buscar la forma de salir de aquí e ir a casa antes de que George empiece a buscarme debajo de cada roca de la ciudad.   Tan pronto como encuentro mis zapatos, los tomo en la mano y camino de puntitas hacia la puerta de la habitación para echar un vistazo afuera y evaluar la situación, no logro ver nada más que un largo pasillo y lo que parece la puerta de entrada, aunque sí escucho unas voces provenientes de la derecha, en donde asumo que está la cocina, una de las voces suena extrañamente familiar, pero no la reconozco sino hasta que escucho un leve acento y mi estómago se revuelve, no sé si esto sea bueno o malo, pues por un lado estoy casi segura de que Dominic no tendría sexo conmigo cuando estaba así de ebria, aunque probablemente Jonathan si lo hubiese hecho, y por otro lado, a Jonathan no lo tengo que ver todos los días después de lo que pasó anoche, mientras que a Dominic sí, y no sé cómo haré para verlo a la cara después de esto.   Mientras estoy de pie en la puerta tratando de sopesar mis opciones, escucho una silla moverse, por lo que deduzco que alguien se levantó de su silla, y si ese alguien es Dominic probablemente va a venir hacia aquí a ver cómo estoy, por lo que en un impulso del momento, agarro fuertemente mis cosas y prácticamente corro hacia la puerta, pasando junto a un asombrado Dominic quien iba hacia la habitación con una bandeja de comida en las manos, y aunque el olor casi me hace quedarme, sé que ya estoy tentando a mi suerte al permanecer aquí más tiempo del que debería.   “Alice, estás despier… ¡Alice! ¿A dónde vas?” Dominic llama tras de mí y yo le respondo sobre mi hombro pero sin parar ni un momento:   “Lo siento señor Pemberton, no me puedo quedar, nos vemos el lunes,” y luego salgo a un Porsche grande y básicamente corro hasta la carretera principal.   Cualquier persona que me viera en este momento pensaría que estoy huyendo de un violador o algo así, no alcancé a verme en un espejo pero asumo que mi maquillaje está corrido y mi cabello despeinado, por lo que eso, sumado al hecho de que estoy con un vestido corto y los tacones en la mano deben darme un aspecto bastante aterrador.   Siento mi bolso empezar a vibrar y cuando lo abro y tomo mi teléfono, veo que es Dominic, pero no le contesto y en vez de eso devuelvo una de las más de cincuenta llamadas perdidas de George, mientras camino por un lado de la carretera y espero ansiosa a que él me conteste, voy maquinando en mi cabeza una excusa para que él no pierda la cabeza conmigo.   “¡ALICE! ¿PERO QUÉ CARAJOS PASÓ CONTIGO? ¿EN DÓNDE ESTÁS?” George grita tan pronto se conecta la llamada y yo tengo que alejar el teléfono de mi oreja para no quedar sorda.   “Lo siento George, bebí de más y me quedé dormida, pero… a que no adivinas en dónde estoy,” le digo y George resopla al otro lado del teléfono.   “No empieces con tus juegos Alice,” él me espeta molesto.   “No, no, déjame contarte,” yo le suplico.   “Está bien, ¿En dónde estás?” él me pregunta.   “En la casa de él,” le respondo y se hace un silencio mortal que dura casi un minuto.   “¿Crees que puedas venir por mí? Salí prácticamente corriendo y ahora estoy en la calle caminando descalza,” le digo y George responde:   “Vale, envíame tu ubicación y llegaré lo más rápido posible,” él me dice antes de colgar, y una vez que le he enviado mi ubicación, encuentro una banca en la que sentarme mientras lo espero.   Las personas que van pasando por mi lado me miran como si fuera un bicho raro, pero trato de ignorarlos, sobre todo a los hombres asquerosos que hacen comentarios desagradables; y me sorprendo cuando unos quince minutos el auto de George se detiene con un chirrido frente a mí, es claro que él venía a muy alta velocidad, lo cual no es seguro considerando el estado de su viejo auto.   Tan pronto me subo, no alcanzo ni siquiera a decirle ‘hola’ a mi hermano, cuando siento un fuerte golpe en mi mejilla que envía mi cabeza violentamente hacia un lado y siento el sabor a sangre llenar mi boca, al tiempo que mis ojos se llenan de lágrimas, pero me contengo de decir algo, pues sé que él debe estar más que molesto en este momento.   “¿Tienes alguna idea de lo preocupado que estaba?” él me dice furioso.   “Lo siento, realmente no sé qué pasó, perdí la noción del tiempo,” yo le respondo.   “Pensé que te había pasado lo de la última vez en la universidad, y ya sabes cómo terminó eso, ¿no?” él me dice y yo asiento tratando de empujar de vuelta los recuerdos de esa época oscura.   “Pero no pasó nada de eso, te lo juro,” yo le digo con un hilo de voz.   “Pudo haber pasado por tu estupidez,” él me dice con su rostro rojo por la ira, y luego continúa:   “O pudo ser peor Alice, ellos pudieron haberte encontrado y quién sabe qué te habrían hecho, ¿eres consciente del peligro al que te expusiste al ser tan imprudente?” él me espeta y yo sacudo la cabeza.   “No pensé en eso, sólo quería divertirme un poco, hace mucho tiempo no lo hacía,” yo le respondo.   “Sí, pues hay una buena razón por la que no has vuelto a ‘divertirte’, y lo sabes,” él me dice y yo asiento, pues sí que hay buenas razones por las que no puedo salir hasta tarde, ni tener amigos que les guste ir de fiesta, y mucho menos beber alcohol.   “Lo sé, lo siento,” digo una vez más y él suspira resignado.   “Bueno, ya pasó, pero que sea la última vez, ¿él te hizo algo?” George me pregunta.   “No, no, él no me hizo nada,” le respondo de inmediato.   “Pareces decepcionada, ¿es que acaso esperabas que algo pasara?” él me pregunta con un deje de peligro en la voz y yo sacudo la cabeza con fuerza.   “No, claro que no,” yo me defiendo, pero él no parece creerme, sin embargo no presiona más el tema y mirando a su alrededor chasquea la lengua con molestia antes de espetar:   “Un barrio de ricos, pero no de la clase de ricos que presumen su dinero, ¿por qué eso me sorprende?” él dice para sí mismo y luego se voltea hacia mí.   “¿Cuál es la casa de él?” me pregunta y yo señalo con mi dedo a la casa al final de la calle, y de inmediato una sonrisa siniestra que envía escalofríos por mi cuerpo se expande por el rostro de George, y por un momento me encuentro temiendo por lo que le pueda pasar a Dominic.
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