DOMINIC
En el momento en que vi a Alice esta mañana, sentí que podía respirar bien por primera vez en más de una semana, lo cual fue completamente extraño para mí, pues nunca había sentido esa necesidad imperante de ver a alguien; y cuando la vi caminando hacia la oficina con su tacón torcido y el café en la mano, una sonrisa hizo camino a mi rostro, pero se desvaneció casi totalmente al notar la cantidad de hombres que volteaban a mirarla conforme ella iba pasando, pero ella parecía completamente ajena a toda la atención que estaba recibiendo, pues parecía completamente enfocada en no derramar el café mientras caminaba en esas trampas mortales.
Así que no me costó descifrar por qué estaba teniendo tantos problemas para caminar en esos zapatos, pues tan pronto como la tuve lo suficientemente cerca a mí, noté lo viejos que están sus zapatos y lo pequeña que le queda la ropa, lo cual, contrario a lo que piensa mi amigo en el pantalón, no es apropiado para un ambiente laboral, su falda se pegaba al cuerpo marcando su cintura y caderas, mientras que la blusa que tiene puesta, dejaba entrever la cúspide de lo que estoy seguro son un par de pechos perfectos.
Y parece que no fui el único en notarlo, pues no sólo el cliente con el que estaba reunido la miró descaradamente, sino que al salir de la reunión la encuentro riendo y charlando animadamente con el chico de soporte técnico, el cual parecía completamente embelesado con la belleza que tenía al frente, pero por supuesto, ella parecía bastante cómoda con esto, algo que, por alguna razón totalmente ajena a mi entendimiento, me molestó demasiado.
Por lo que, aquí estamos, sentados en mi auto, camino a un centro comercial, en un silencio incómodo, pues es evidente que hay alguna clase de vibra extraña en el ambiente, se siente como si hubiese una corriente eléctrica circulando entre nosotros, y no parezco ser el único en percibirla, pues Alice se remueve incómoda en el asiento y juega con sus dedos mientras su mirada está firmemente volteada hacia afuera del vehículo.
Tan pronto como llegamos al centro comercial, noto que las miradas de mujeres, usuales en cualquier sitio al que voy, se han intensificado hoy, y entiendo sin mucho esfuerzo, de que se debe a que estoy acompañado de una mujer joven y bonita, es como si se les activara el chip de la competencia y quieren demostrar que ellas son mejores que la persona que va a mi lado; pero, como es usual, simplemente las ignoro con facilidad, contrario a las miradas de los hombres dirigidas a Alice, esas sí que no puedo ignorarlas con la misma facilidad, pues por alguna razón me causan molestia.
Ella, como pareciera ser su costumbre, parece completamente ajena a todo lo que la rodea, excepto a las demás mujeres, cuando volteo a mirarla, veo que tiene el ceño ligeramente fruncido mientras mira a su alrededor, enfocándose únicamente en las mujeres que hay rondando por el centro comercial, lo cual me hace preguntarme si ella estará más interesada en personas de su mismo sexo, e inmediatamente me surge la urgencia de hacerle la pregunta en voz alta, pero me contengo, pues sé que eso sería altamente inapropiado para un jefe.
“¿Cuál es tu tienda de ropa preferida?” le pregunto, pensando que de esta forma podemos ahorrar tiempo e ir directamente allí.
“No lo sé, nunca había venido a este centro comercial,” ella responde con indiferencia.
“¿Nunca habías venido aquí? ¿Por qué?” le pregunto, genuinamente curioso por saber la respuesta.
“Bueno, pues este centro comercial es famoso por tener las tiendas más costosas, así que no le veía el sentido a venir a un sitio en donde no podría comprar nada,” ella responde encogiéndose de hombros, y su respuesta me hace sentir un poco incómodo.
Me pregunto qué tan dura será su vida, o qué tan difícil habrá sido su infancia, hay miles de preguntas que me surgen de repente, pero sé que no es bueno empezar a ahondar en su vida privada, después de todo es mi empleada y debería tratarla como tal, aunque claro, si habláramos del trato normal a un empleado, ir a comprarle ropa en su primer día de trabajo no es la regla general, de hecho, es la primera vez que hago esto por un empleado, no, en realidad, es la primera vez que hago esto por alguien que no sea de mi familia, ni siquiera lo he hecho por chicas con las que he salido antes, principalmente porque todas eran de familia adinerada y tenían los medios para comprarse sus propias cosas, aunque si me lo hubiesen pedido, dudo mucho que yo hubiese aceptado hacerlo.
Entonces, ¿por qué estoy haciendo esto por ella?
Y, como si fuera capaz de leer mis pensamientos, Alice me pregunta en su voz musical: “¿Por qué me trae de compras y aquí? ¿es algo que hace con todas sus empleadas?”
“No, pero usted es mi asistente personal a partir de ahora, lo que quiere decir que usted es un reflejo de mí y de mi firma, señorita Coleman, por lo que no puedo permitir que vaya por la vida con ese tipo de atuendo gastado, no sería bueno para mi imagen,” le respondo en un tono seco y ella se sonroja inmediatamente.
El tono rosado que adquieren sus mejillas es bastante tentador, y cuando noto que su pecho también se pone de un color rosa intenso, siento ganas incontrolables de pasar mi dedo por su piel que se ve tan suave, pero sacudo mi cabeza para alejar ese tipo de pensamientos y me concentro en lo importante.
Después de haberle insultado su atuendo, Alice permanece en silencio mientras juega con sus dedos nerviosamente, parece que esta vez fui un poco lejos y realmente la hice sentir mal consigo misma, lo cual me hace sentir culpable, algo que es nuevo para mí, pues generalmente no me importa mucho la forma en que las personas se tomen los comentarios que hago, sin embargo, ver lo cohibida que la hice sentir, me genera bastante culpa, y por eso empiezo a preguntarle a cuál tienda quiere entrar primero, pero ella contesta nuevamente que no tiene idea.
Así que, sin pensarlo por más tiempo, me dirijo a la tienda de ropa para mujer que parece ser la que está más de moda en este momento, y Alice me sigue de cerca, pero permanece en silencio todo el tiempo, esto es, hasta que entramos a la tienda y le digo que empiece a buscar algo que parezca apropiado, pero en el momento en que ella toma un vestido n***o el cual parece bastante apropiado, le da la vuelta a la marquilla y ve el precio, sus ojos se agrandan con sorpresa, y ella exclama:
“Oh, por dios, esto es demasiado costoso”
Yo frunzo el ceño, pues realmente no veo por qué tiene que estar mirando el precio de las cosas, no es como si yo no pudiera costearlas, pero antes de que pueda decirle esto, ella se acerca a mí, y en un susurro me dice:
“Señor Pemberton, creo que deberíamos ir a otra tienda, o aun mejor, a otro centro comercial, esta ropa es demasiado costosa y no puedo pagarla, es mejor no seguir perdiendo el tiempo aquí,”
“¿De qué está hablando?” le pregunto confundido, y cuando veo que ella frunce el ceño aún más, añado: “¿por qué le preocupa el precio de la ropa?”
“Bueno, pues es que no puedo pagar esta ropa tan costosa, ese solo vestido es como el equivalente al salario de un mes,” ella me dice como si fuera algo obvio.
“Señorita Coleman, le puedo asegurar de que soy perfectamente capaz de pagar por ese vestido y diez más como ese,” le respondo.
“Eso ya lo sé, pero yo no puedo costearlo,” ella insiste.
“Pero si no le estoy pidiendo que lo pague usted, o ¿por qué cree que estoy aquí? ¿Piensa que disfruto venir de compras?” le pregunto y ella parece genuinamente sorprendida, por lo que entiendo que ella seguramente pensaba en que la había traído aquí para que ella se comprara ropa nueva.
“Creo que hubo un malentendido, si vine aquí con usted hoy es para comprarle unos atuendos decentes para que pueda usar en la oficina, pero no pretendo que usted pague por ello,” le digo y ella inmediatamente sacude la cabeza.
“Ah no, eso sí que no, lo siento mucho señor Pemberton, y le agradezco su intención, pero no puedo aceptarle esto, es demasiado y hoy apenas es mi primer día,” ella me responde con determinación, y aunque encuentro bastante tierna su expresión de seriedad, también me molesta un poco lo testaruda que es.
“¿Entonces cómo pensaba pagar por ropa nueva?” le pregunto.
“Bueno, pues planeaba comprar un atuendo con cada p**o, así al final del año ya tendría un closet decente,” ella responde con confianza y yo no puedo evitar reírme, lo cual hace que ella frunza el ceño.
“Pues lamento informarle que ese tipo de arreglo no me funciona, yo necesito que usted se vista apropiadamente todos los días, no una vez por semana, así que en vez de estar discutiendo conmigo sobre esto, empiece a buscar algo apropiado que no tengo todo el día,” le digo y ella se cruza de brazos.
“No puedo aceptar esto, es demasiado costoso,” ella me dice con una expresión testaruda en su rostro.
“Vale, entonces ¿Qué propone que hagamos? Usted no puede comprarlo ahora mismo y yo necesito que cambie su closet inmediatamente, así que ¿cómo vamos a solucionar esto?” le pregunto y ella aprieta sus labios por un momento mientras parece pensar seriamente en algo, finalmente sus ojos se iluminan y ella dice:
“Podemos manejarlo como un préstamo, usted paga por la ropa hoy, y en cada p**o que me haga, me descuenta una parte y así le iré pagando por cuotas, yo tendré la ropa disponible en el momento, pero no tendré que quedar en la ruina,” Alice termina de decir muy segura de su idea.
Quiero decirle que no, pero sé que no aceptará nada menos, así que al final cedo ante su propuesta y ella parece bastante feliz con el arreglo, lo cual hace que una sonrisa estúpida se instale en mi rostro.
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Una hora después, hemos escogido una buena cantidad de ropa, y cuando la vendedora sugiere que ella se pruebe todas las prensas y me pida mi opinión, Alice parece dudar, pero yo me siento de inmediato en el sofá frente al probador y espero a que ella se ponga el primer atuendo, pero el hecho de saber que detrás de esa puerta ella se está desnudando, hace que mi pantalón se empiece a sentir apretado.
Mierda, me tengo que controlar, ya parezco un puto acosador.
Estoy tratando de controlar mis pensamientos salvajes, cuando la puerta se abre y yo siento que los ojos se me van a salir de las órbitas, Alice tiene puesto un vestido blanco, con escote cuadrado y tiras gruesas, el cual se amolda a sus curvas de una forma casi impura, y llega hasta debajo de sus rodillas, el vestido lo acompañó con unos tacones color nude que la vendedora le trajo hace un par de minutos, y aunque quisiera que se quedara con ese vestido por siempre, o mejor aún, me gustaría verlo en el suelo de mi habitación, o de mi oficina…
Contrólate hombre! – me regaño a mí mismo, y, recuperando la compostura, le digo a la vendedora, quien parece bastante satisfecha con su sugerencia:
“Tal vez en una talla más grande, ese le queda demasiado chico,” lo que causa que ambas me miren con asombro, pero yo permanezco firme en mi decisión, pues no hay forma en que vaya a poder concentrarme en mi trabajo si ella está usando algo así.