Jeremy y yo estábamos esperando a los padres de Adam afuera de la sala de desembarque. Claudia los han convencido de venir desde Bélgica para celebrar el cumpleaños de Adam. Apenas vi a la pareja de ancianos salir por las puertas automáticas me causó gran ternura. Abedin Januzaj y Ganimete Sadikaj son un claro ejemplo de que los matrimonios pueden durar años y años. Ambos tenían cierta dificultad para caminar ya, pero hacían el esfuerzo tomados de la mano, dándose fuerza el uno al otro.
Mi madre una vez me contó la historia de amor de Abedin y Ganimete. Abedin, siendo muy joven, tuvo que huir de Kosovo en la época de la guerra de los Balcanes, siendo el único de su familia que no quiso levantarse en armas, sino que más bien optó por ir a Bélgica para tratar de conseguir refugio de la guerra, un trabajo digno y poder enviar dinero a su familia en Kosovo, ya que su padre falleció de cáncer y no había nadie más que se pudiera hacer cargo de la familia. Fue en Bruselas en donde conoció a Ganimete, una hermosa mujer albana, de unos ojazos azules preciosos, tez blanca y fina libre de pigmentos, y una cabellera rubia platina que también llegó con su familia a tierras belgas porque su familia fue expulsada de la antigua Yugoslavia por ser de ascendencia turca. Al principio, la familia Sadikaj no quiso aceptar a Abedin ¿razón? Los Sadikaj eran de dinero, mientras que los Januzaj eran pobres. Pero Abedin luchó y luchó por el amor de su amada, hasta conseguir la aprobación de los Sadikaj y así casarse con Ganimete.
Una historia de guerra, diáspora y rivalidad religiosa que acabó con el nacimiento de un futbolista con 6 nacionalidades, musulmán y rubio; muy querido tanto por los belgas como por los ingleses.
-¡Oh! ¡Por Alá! ¡Mira Abedin! ¡Pero que hermosura de muchachos estoy viendo! – dijo la dulce Ganimete apenas estuvo frente a nosotros.
-¡Ganimete! – saludó Jeremy a la señora, con gran efusividad. Es la primera vez que ve a los padres de Adam en persona, después de… ¿siete años?
-¡Pero mira a este muchachote! – dijo Abedin, mirando de pies a cabeza a mi prometido – por poco y ya te alcanzas en estatura a mi nieto.
Mientras Jeremy se saludaba con Abedin, Ganimete al fin me miró y me sonrió tiernamente. Se acercó a mí y posó una mano en una de mis mejillas para acariciarla y mirarme fijamente.
-Te pareces tanto a Melanie – dijo con ternura. Al parecer es la única que se sigue refiriendo a mi madre sin rencor alguno.
-Gracias – dije, y es que la verdad no me molesta que me digan que me parezco físicamente a mi madre. Sé que mi madre es una de las inglesas más hermosas que ha pisado la tierra.
-¡Oh! ¡Vaya que ya se te nota el embarazo! – Dijo la señora, viendo mi panza y palpándola – será bien grandote ¿y cómo no? ¡Con esos padres tan altos que tiene!
-Mujer, deja de tocarle la barriga a la chica, que ya debe de estar cansada de que todo el mundo se la toque – dijo Abedin, acercándose a mí y tomándome la mano para besarla caballerosamente – vaya que te pareces cada día más a tu madre. Por cierto ¿Cómo está?
Ok, al parecer los padres de Adam son los únicos que se interesan por mi madre y se siguen refiriendo a ella de buena manera ¿y cómo no? Si la conocen como la “princesa” de su hijo. Fue la primera mujer que les presentó, y la responsable de que Abedin y Adam tuviesen una buena relación, ya que, según me contó mi madre, hubo una época en la que Adam y su padre no se hablaban para nada, época que constó de varios años, hasta que nació Zachari, y mi madre convenció a Adi de que Zac necesitaba de sus abuelos. Y así fue como lentamente mi madre hizo que la relación entre Adam y su padre mejorara. Dicha relación aun no es perfecta, entre ambos todavía hay cierta tensión, pero lo importante es que se siguen queriendo.
-Mi madre está bien. Trabajando en Londres, en ESPN – respondí.
-Oh si, está trabajando con Cleverley, de a ratos de me olvida – dijo Abedin.
Jeremy se hizo cargo de las maletas de los señores Januzaj y fuimos hacia la camioneta de Adam. Abedin se hizo adelante con Jeremy, mientras que yo me quedé atrás con Ganimete. Ambos hombres se enfrascaron hablando de fútbol.
-Es tan idéntico a Andrés ¿no crees? – me preguntó la señora en un susurro, refiriéndose a Jeremy.
-Sí, es idéntico – afirmé.
-Andrés era muy guapo. Hasta mi hijo cayó en sus encantos – dijo y yo por poco suelto la risa. Claro que también sé el cuento del corto enamoramiento que tuvo Adam de mi difunto suegro – él aun lo niega, pero las madres lo sabemos todo, querida.
Llegamos a la mansión de Adam, y la señora Ganimete no dejaba de hablar conmigo. Me pareció una mujer muy dulce y encantadora, mientras que el señor Abedin, por el contrario, es bastante serio y de pocas palabras. Incluso venía algo amargado debido al jet-lag. Pero la amargura se le quitó al ver a su nieto esperándolo en la sala de estar.
-¡Gjysh! *– saludó Zac a Abedin, dándole un fuerte abrazo. Supongo que la extraña combinación de palabras significa “abuelo” en idioma albanés.
Claro que los señores Januzaj le enseñaron ese difícil idioma a su nieto. Zac habla varios idiomas: inglés, francés, albanés, árabe, y algo de portugués que le enseñaba Claudia cuando le cuidaba de pequeño. Pero claro que el idioma que habla más fluido es el francés, porque incluso hablando en inglés se le enreda la lengua. Diría yo que Zac es el más belga de todos los presentes en esta sala.
-Nipi im i dashur **- le dijo Abedin a su nieto, dándole un sonoro beso en la frente, aunque claro que se tuvo que empinar para eso.
-¡Mi hermoso niño! – dijo Ganimete, también saludando eufóricamente a Zac. Eso lo dijo en francés, así que pude entenderle.
-Por favor, hablen en el idioma universal, si no es mucho pedir. La ONU en sus reuniones habla en inglés, así que en esta familia se debe hacer lo mismo – dijo Jeremy, siendo el único presente que no sabía francés.
-Si eres capaz de hablar a la perfección el idioma más difícil del mundo, el apetecido español, estoy seguro de que aprenderás todos los idiomas que sabemos nosotros – le dijo Zac.
Claire entonces salió de la cocina para saludar a sus abuelos adoptantes. Claro que Abedin y Ganimete quieren a mi mejor amiga como a una nieta.
-¡Hermosa, igual que siempre! – le dijo Abedin a mi amiga.
El ambiente se animó cuando a la sala llegaron los señores Pereira, que en todo ese tiempo habían estado arriba alistándose.
-¡Hombre, Abedin! ¡Al fin resurges de las tinieblas! ¡Creí que ya te habían sepultado! – saludó Marcos a su viejo amigo con un fuerte abrazo.
-¡Y a ti no te pasan los años! – le dijo Abedin a Marcos, contento de verlo - ¿¡cómo es que llevas ya unas semanas en Bruselas y no has ido a visitarnos!? ¡Serás descarado!
-Échale la culpa a tu hijo, que no quiere que dejemos sola en casa a Claudia – se excusó Marcos.
-¡Anaida! ¡Querida! – saludó con emoción Ganimete a la abuela de Jeremy.
-Creo que nosotras sobramos aquí – me susurró Claire, arrastrándome a la cocina.
-Esto parece una reunión de la ONU – dije cuando entramos a la cocina.
-Total – dijo Claire, sacando de la nevera la tarta que le partiríamos a Adi – oye ¿podrías pasarte por la habitación de Abey a ver si ya despertó? A veces me preocupa que el monitor se averíe – dijo, señalando el susodicho aparatatito que tenía en la cocina. No estaba emitiendo sonido alguno.
Subí a la habitación de Abey, y al entrar, la encontré durmiendo su siesta de la tarde plácidamente, acostada en su corral, chupándose el dedo pulgar. Me senté al lado del corral solo para verla dormir. Es tan hermosa… ¿cómo será mi Samba? Me imagino que también pareceré un angelito así como Abey, solo que tal vez con el color de piel un poco más oscuro (porque vaya que Abey salió blanquísima igual a Zac) y tal vez, solo tal vez, con los ojos chocolatosos y el cabello oscuro.
La nena despertó unos minutos después, y antes de que se pusiera a llorar, la alcé. Al parecer causo un efecto positivo en los niños de que cada vez que van a llorar sea por la razón que sea y los alzo, se les olvida por qué iban a llorar y sonríen. Lo mismo pasaba con Scarlett, que la muy llorona quería sollozar por todo, pero un vez la cargaba, se ponía feliz.
Oh, Scarlett…mi bella Scarlett. La extraño un montón, espero poder volver a verla pronto. No pienso volver a Francia, pero espero que traigan a la niña aquí.
Mientras alzaba a la niña, me di cuenta de que necesitaba un cambio de pañal, ya que olía mal. Joder. Yo aún no sé cambiar un pañal, y en contados meses seré madre. Pues bueno, esta es la oportunidad perfecta para aprender.
Acosté a Abey en la mesa especial para el cambio de pañales, le bajé los pantaloncitos térmicos, le quité el pañal, y por poco vomito. ¿Cómo es que de un culito tan pequeño puede salir tanta popó? ¡Dios!
Envolví el pañal como veía que lo hacían mi hermana y mi prima Sarah con los peques, lo boté, y limpié el culito de la nena con los pañitos húmedos. Le eché la cremita para evitar quemaduras, le puse el pañal como veo que lo hacen en los comerciales de pañales de la TV, y tras asegurarme de que estaba bien puesto, le volví a poner el pantalón a la niña. Bueno, después de todo, no es tan difícil cambiar un pañal. Espero que a Jeremy no se le dificulte cambiar pañales.
-No lo haces tan mal – escuché la voz de Jeremy desde la puerta, y me sobresalté. No me imaginaba que me estuvo espiando todo este tiempo cambiándole el pañal a Abey.
-Tengo el instinto de madre desde pequeña – dije, volviendo a cargar a la niña en brazos – supongo que las mujeres que estamos destinadas a ser madres nacemos con eso.
-Y supongo que a los hombres se nos desarrolla el instinto paternal más tarde – dijo, acercándose a mí y dándome un beso en la frente, para después cargar él a Abey y hacerle cariñitos.
-Oh, por poco se me olvida para qué fue que vine a buscarte – me dijo Jeremy después de un buen rato mimando a Abey – Adam ya ha llegado.
Bajamos al primer piso, en donde en medio de una decoración de bombas y demás, todos nos reunimos en torno a la mesa de comedor, en donde en medio de la comida y bocadillos, se encontraba la tarta. Adam se veía feliz porque han venido sus padres. Está feliz porque estamos sus seres queridos.
Después de varias fotos en familia, llegó la hora de cantarle el cumpleaños. Adi no dejó que pasáramos del número 40, y eso me hizo reír. Papá Jake tampoco deja que pasemos del número 40 cuando le cantamos los cumpleaños.
-Oye ¿sigue en pie lo de esta noche? – me preguntó Jeremy cuando estábamos sentados comiéndonos el trozo de tarta.
-Claro que si – le respondí, sonriéndole con complicidad.
Ya que en estos días la mansión de Adam parece un hotel con tanta gente quedándose, Jeremy y yo no hemos tenido la oportunidad de intimar, así que quedamos de ir esta noche a un hotel, cuando la celebración del cumpleaños de Adam terminara.
Y efectivamente, cuando la reunión familiar se dio por terminada, Jeremy y yo, algo apenados, informamos que saldríamos “por ahí” esta noche. Claro que todos supieron nuestras intenciones, pero como estamos casi casados, no se escandalizaron. Ya somos adultos, no los quinceañeros que éramos cuando nos conocimos, no deben escandalizarse si queremos a un hotel a follar.
Fuimos al único hotel cinco estrellas de la ciudad del cual la familia Adams no es socia. El Hilton. Con la única familia de magnates con la que la familia Adams no ha sido capaz de congeniar es con la familia Hilton. La leyenda cuenta que el padre de Brian antes de casarse con Erika, fue novio de la icónica y polémica Paris Hilton, y que las cosas no resultaron bien entre ambos, así que es por eso que las dos familias no se llevan bien.
Cuando llegamos a la lujosa suite presidencial que Jeremy alquiló, nos pusimos nuestros trajes de baño y bajamos a la gran piscina que tiene el hotel, la cual nos la dejaron para nosotros solitos.
-¿Por qué no quisiste que fuéramos al hotel Lowry? – me preguntó Jeremy, para luego besarme el cuello. Mi amor me tenía arrinconada contra una de las paredes de la piscina.
-Porque le pertenece a la familia Adams – dije, soltando un suspiro cuando Jeremy acercó su cadera a la mía, tomó mis piernas y las enrolló en sus caderas – le caigo mal a esa familia. No les haría gracia que sepan que me quedado en uno de sus hoteles, follando con mi novio.
-¿Qué fue lo que pasó entre Brian y tú antes de…de toda esta mierda? – preguntó Jeremy, ahora poniéndose serio – no creas que no me di cuenta de que las cosas cambiaron drásticamente semanas antes del Minuto 40.
¿Contarle, o no contarle? Difícil decisión. No quiero tener secretos con Jeremy, pero es que enserio no puedo decirle que Brian fue un abusivo conmigo desde que vivíamos juntos. Sé que pensará que soy una estúpida por haberme dejado, y después por haberlo perdonado. Y además, dañaré la amistad entre ellos. Aunque Brian ya no se hable conmigo, lo sigue haciendo con Jeremy. Claro que he pillado a mi prometido chateando hasta altas horas de la noche con mi ex marido y ex mejor amigo. Brian es el único mejor amigo que Jeremy tiene, y Jeremy es el único mejor amigo que Brian tiene, así que no quiero dañar eso.
-Fue por el bebé ¿verdad? – preguntó, y yo asentí. En parte es verdad. El florero de Llorente de la discusión que Brian y yo tuvimos fue el asunto de la paternidad de mi bebé – tu creías que Brian podía ser el padre…
Lo miré con los ojos abiertos como platos. Me empeñé tanto en ocultarle a Jeremy ese asuntico de que yo creía que había una posibilidad de que Brian fuera el padre, y resulta que ahora lo sabe. Él solo suspiró y bajó la mirada, para negar con la cabeza.
-Sé que no usaban condón todas las veces que lo hacían. Me di cuenta en uno de los videos – dijo mi amor, volviendo a mirar fijamente – y claro que yo también pensé en la posibilidad de que el bebé fuera de Brian.
-Yo…te lo iba a decir, pero te pusiste tan feliz y…- intenté excusarme, pero Jeremy me calló con un corto beso en los labios.
-Lo entiendo. Yo en tu lugar, también hubiera esperado hasta estar seguro – dijo, y me tranquilicé.
-Si Samba no hubiese resultado ser tuya ¿Qué hubieras hecho? – le pregunté, solo por curiosidad.
-Me hubiera sentido muy decepcionado, pero no te hubiera dejado, ni mucho menos hubiese matado a Brian, cuando yo mismo fue el que quise que ustedes dos follaran – explicó, dándome otro beso mientras acariciaba mi pansa – estaría feliz porque sería padrastro del hijo de la mujer de mi vida.
No evité sonreír como tonta y besarlo pasionalmente. No me alcanzan las palabras para expresar cuanto estoy enamorada de este hombre. Hemos pasado por mucho, y nosotros somos la prueba viva de que el amor puede contra todo.
-Subamos ya, que si seguimos, te follo aquí mismo en la piscina – dijo Jeremy y yo solté una carcajada.
Regresamos a la suite, y tras deshacernos de nuestros trajes de baño en cuestión de segundos, nos lanzamos a la gran y cómoda cama. Tantos días sin tener sexo nos tenían locos. El deseo reprimido se nos notaba en nuestra mirada depredadora.
Después de besarnos un buen rato, Jeremy bajó lentamente por todo mi tronco, marcando un camino con su lengua. Tras chupar mis senos, bajó por mi abdomen, dándome un besito en el abdomen, y como si Samba lo hubiera sentido, sentí que se movió tantito. Vaya…si este bebé fuera consciente de las porquerías que van a hacer sus papitos…
Jeremy llegó hasta mi zona íntima y su lengua no tardó en empezar a hacer magia en mi clítoris. Joder. Cuanto me gusta el sexo oral. La piel me arde mientras un loco y salvaje placer toma mi cuerpo. Me retuerzo en su boca a cada toque de su lengua y le exijo más. Mi clítoris húmedo e hinchado está a punto de explotar. Eso lo provoca. Lo sé. Pero cuando levanta la cabeza y me mira con los labios húmedos de mis fluidos, lo obligo a que vuelva a mí y le beso. Su sabor es mi sabor. Mi sabor es su sabor.
-Follame – le exijo, impacientada.
-De a ratos se me olvida que no te van de a mucho los preliminares – me dijo, riendo con malicia, para posicionarse bien entre mis piernas, preparándose para el ataque.
Sosteniéndose de la cabecera de la cama para cuidarse de no aplastarme, y sin dejar de mirarme con deseo y amor, me penetró de una fuerte embestida que me hizo gritar del placer. Me siguió embistiendo con desesperación, como si el tiempo de abstinencia que tuvimos hubiese sido de años. Me embestía con tanta fuerza que ahí sí que temí que algo le pasara al bebé. Pero la preocupación se me fue cuando me sentí cerca del orgasmo.
-Jeremy…no te corras aun – le rogué.
-Bella…no puedo…- dijo, con una evidente cara de sufrimiento por estarse aguantando.
Me empeñé en llegar rápido al orgasmo, y a los dos segundos, Jeremy también se corrió. Es la primera vez que Jeremy se corre así de rápido. Supongo que en algo tiene que ver la medicación que está tomando.
-Joder…lo siento. Las putas pastillas que estoy tomando deben ser las culpables de que…bueno, de que no dure – dijo cuándo nos recuperamos.
-No pasa nada – le dije, abrazándolo y dándole un beso en la mejilla – puedes utilizar los juguetes si lo que quieres es complacerme.
-Verdad que tienes juguetes – dijo, sonriendo con lascivia – la próxima vez los usaremos.
Al día siguiente…
Jeremy estaba frustrado, si, muy frustrado. Cuando nos despertamos y tuvimos sexo mañanero, duró incluso menos que anoche…se corrió primero que yo y tuvo que masturbarme para complacerme. No hay nada más que hiera el orgullo varonil que la eyaculación precoz. Y Jeremy culpa de eso a toda la medicación que le recetó el psiquiatra.
-Dejaré de tomar esas putas pastillas – dijo, mientras se echaba un panecillo de moras a la boca.
Estábamos desayunando en la cama. Pedimos el desayuno en servicio a la habitación, y nos han traído todo un manjar de desayuno al puro estilo inglés, con una tetera de las finas y toda la cosa.
-No puedes, Jeremy. Si el psiquiatra te las recetó, es por algo – dije, justamente sacando el tarro que contenía la pastilla que debe tomarse después del desayuno – ten. Paroxetina – dije, refiriéndome a los antidepresivos que evitaban que tuviera un ataque de pánico y ansiedad – tómatela.
Con cara de pocos amigos, Jeremy se tomó la pastilla junto con el zumo de naranja que estaba bebiendo con el desayuno. La otra pastilla, clonazepam, la que es para tratar la neurosis de ansiedad, debe tomársela al medio día. Y en la noche, debe tomar una pastilla para dormir. Con tanto medicamento, entiendo que tenga eyaculación precoz y que ande somnoliento todo el día así tome tazas y tazas de café. El psiquiatra quiere evitar a toda costa que en la mente de Jeremy se reproduzcan los flasbacks del atentado, así que le duerme las neuronas con todos esos medicamentos…o más bien, se las quema.
Incluso Francis, según me ha contado Claire que le contó Brian, debe tomar pastillas para la ansiedad. Eso de ser alcalde no debe ser nada fácil, mucho menos cuando la ciudad que tiene que manejar está en estado de emergencia. Cada decisión que tome, tendrá repercusiones. Francis tiene la vida de los más de dos millones de habitantes de París, en sus manos. Un político viejujo de esos que uno siempre ve por ahí, que en vez de estar politiqueando deberían estar jubilados, no hubiera aguantado la presión con la que debe lidiar Francis. Y sé que esa presión debe de estar repercutiendo en su matrimonio. ¿Cómo estará Brian? Según Claire, bien, pero sé que mi amigo debe estar sufriendo en silencio.
-Ya casi es el partido amistoso entre Inglaterra y Argentina – dijo Jeremy cuando estábamos en el salón de belleza del hotel. A ambos nos estaban haciendo la manicura – podríamos ir. Hace rato que no voy a España a vacacionar.
-Estamos en invierno, Jeremy. No hay mucho que hacer por allá – dije, mientras veía como la manicurista me ponía las uñas postizas.
Sí, me estoy poniendo uñas postizas ¿y qué? Siempre quise hacerlo, pero el trabajo no me dejaba. Ni a las bailarinas ni a las deportistas se les permite tener uñas muy largas. Las bailarinas ni siquiera podemos pintárnoslas, por simple estética. Y ahora que puedo, me he puesto unas uñas postizas divinamente decoradas.
Después de la manicura y pedicura, fuimos al Spa. Este hotel lo tiene absolutamente ¡está de puta madre! Y vaya que a ambos nos hacía falta unos buenos masajes. Y mientras me hacían el placentero masaje, yo solo pensaba en una sola cosa: la boda.
Anoche Jeremy me dijo que nos casáramos lo más pronto posible, si es posible este mes. Yo le dije que necesitaba un par de días para pensarlo. Claro que quiero casarme con él, pero no al rapidin. Desde pequeña soñé con una gran boda, y lo del crucero en el Royal Caribbean me tiene muy ilusionada.
Después de almuerzo, decidimos que ya era hora de irnos. Pero no fuimos a casa de Adam, sino que fuimos a donde mi hermana Sophia, que nos ha invitado a que pasemos la tarde con ella y con los niños. Con lo que no contábamos era encontrarnos con Ethan…y con la novia de Ethan.
-¡Oh! ¡Pero cuanto me alegra verte bien! – le dijo Ethan a Jeremy, dándole un efusivo abrazo. Tuve que pellizcarme para asegurarme de no estar soñando. ¿Este es Ethan abrazando a Jeremy? - ¡te queda genial el corte!
-Emmm…gracias – dijo Jeremy, igual de sorprendido que yo.
-Oh, ella es mi novia, Tara, creo que ya la habías visto - presentó Ethan a su novia norteamericana.
-Sí, claro, como olvidarla – dijo Jeremy, saludando cordialmente a la chica con un apretón de manos.
Kai fue otro que, sorprendentemente, también saludó con efusividad a Jeremy. Entiendo que a todos les alegre verlo. Después de lo que tuvo que pasar, que esté aquí, con una sonrisa en su rostro, es un milagro.
-¿Irás al babyshower de Hannah y Harry? – me preguntó Ethan cuando nos sentamos en la sala a tomar el té.
-¿Hannah y Harry? ¿Acaso no serán los Hannah y Harry que creo? – preguntó Jeremy, sin poder creérselo.
-Oh, se me había olvidado contarte – le dije a mi prometido – sí, son esos dos, los de la escuela. Han vuelto y van a tener un bebé.
-Oh vaya…- dijo Jeremy, aun procesándolo.
-Claro que iremos al babyshower – dije, mientras le acomodaba el moño de la coleta a Kate.
-Tía Bella ¿Cuándo volveré a ver a la prima Scarlett? – me preguntó la nena, y Jeremy y Ethan por poco y se atragantan con el té. Yo solo pude suspirar y aguantarme las ganas de llorar.
-Espero que pronto – le respondí a mi sobrina dirigiéndole una tierna sonrisa. Me alegra que quiera a Scarlett y que pregunte por ella.
Ethan, como siempre, me salvó cambiando de tema. Mi ex empezó a hablar de fútbol, y Kai, mi hermana e incluso Tara participaron en la conversación, mientras que yo solo hacía de cuenta que los escuchaba. Cuando me cansé, fui a la cocina a servirme más té, y mientras lo calentaba, mi celular pitó, anunciándome que he recibido un mensaje.
Antes, cuando “N”, es decir, Luis, me escribía casi todos los días, siempre que escuchaba que había recibido un mensaje al w******p, me asustaba, pero cuando llegué a Inglaterra, compré un nuevo celular con un nuevo número obviamente, así que ahora no me asusto cuando me llega un mensaje. Pero vaya que me encontré con una gran sorpresa cuando abrí el w******p.
Pero qué bonita reunión familiar debes estar teniendo ahora mismo
No sabes cuánto te extraño
-N
Quedé helada. Ese “te extraño” no podía provenir de Luis. Tiene que ser de Justin.
Como todos en la sala estaban enfrascados en su conversación sobre fútbol, no se dieron cuenta cuando corrí al balcón, importándome poco estrellarme contra el frio aire invernal de la ciudad, y mirar desde esa altura hasta la calle, en busca de alguien que me pudiese estar espiando en la calle. Si bien el edificio es alto, y este apartamento está en los últimos pisos, quiero saber si hay alguien afuera que haya visto mi entrada al edificio y que esté esperando mi salida. Desde la altura en la que yo estaba todos se veían como hormigas, pero tras quedarme un buen tiempo esperando, una única figura permanecía estática en la calle. Alguien encapuchado.
Fui a la habitacion de Tim y tomé prestados los binoculares que Ian le regaló hace dos navidades para que los usara en las excursiones de la escuela. Regresé al balcón y con los binoculares volví a mirar hacia el punto en que divisé al encapuchado, y lo pude ver más de cerca. Este levantó la cara, y lo pude ver. Por poco y se me caen los binoculares cuando reconocí aquel rostro.
Es Justin. Justin está en Manchester.
*Abuelo
*Mi querido nieto