Capítulo 4 Un peligro para su hermana

1591 Words
Fermín tocó la puerta del despacho del Señor Aguirre, llevaba consigo la Tablet para mostrarle la cuenta de banco que le dejó la señorita Solís. En su mente pasaban muchas cosas. ¿Cómo era posible que Victoria no hubiese gastado ni un peso del señor Aguirre durante los años que estuvieron casados? Fermín estaba nervioso mientras sostenía la Tablet con firmeza, la pantalla iluminada mostrando con números verdes la cantidad de un poco más de tres millones de dólares. El golpeteo en la puerta resonó, y Fermín inhaló profundamente antes de entrar. El Señor Aguirre estaba sentado detrás de su imponente escritorio, examinando algunos papeles. Al levantar la vista y ver a Fermín, frunció el ceño. —¿Qué es lo que quieres, Fermín? ¿No ves que estoy ocupado? —dijo el Señor Aguirre con brusquedad. —Lo siento, Señor Aguirre, pero hay algo que necesita saber —respondió Fermín, manteniendo la calma. Se acercó al escritorio y le entregó la Tablet. El Señor Aguirre frunció el ceño aún más al ver la información en la pantalla. Miró a Fermín con curiosidad y un dejo de desconfianza. —¿Y esto qué es? ¿Por qué debería importarme esta cuenta bancaria? Fermín eligió sus palabras con cuidado. —Señor, resulta que la cuenta bancaria le pertenece a la Señora Aguirre. Durante los años que estuvo casada con usted, ella no gastó ni un solo peso del dinero que le dio. Es un hecho bastante inusual, y pensé que debería saberlo. El Señor Aguirre se enderezó en su silla, una expresión de sorpresa cruzó por su rostro. —¿No gastó nada? ¿Ni siquiera un centavo? —Así es, señor. La cuenta apenas ha tenido movimiento desde que la señora Aguirre se casó con usted. El Señor Aguirre reflexionó sobre esta información, su expresión se volvió pensativa. ¿No creía él que el dinero fue lo que motivó a Victoria a hacer tantas cosas malas? ¿O era a cazo que Victoria sí lo amaba en verdad? No podía estar pensando eso, ya que era imposible. Sabía que su amor hacia él solo era otra falsa más para obtener lo que quería. Después de un momento de silencio, levantó la mirada y miró fijamente a Fermín. —Esto es intrigante. ¿Alguna idea de por qué haría algo así? Fermín asintió. —No tengo idea, señor. Tal vez lo descubra si investigo más sobre sus finanzas. Podría tener otra cuenta bancaria. El Señor Aguirre le devolvió la Tablet a Fermín. ¿Si Victoria tenía todo ese dinero, como se había podido costear por todo este tiempo? Tal vez su asistente tenía razón y podría haber más de una cuenta bancaria. Sin embargo, y aunque así fuera, eso no explicaba cómo fue que solventaba sus gastos si no era dinero de él. —Investígalo. Quiero saber qué hay detrás de esto. Y, Fermín, asegúrate de obtener respuestas claras. Fermín asintió nuevamente y se retiró del despacho. Mientras cerraba la puerta, su mente seguía maquinando sobre el misterio de la cuenta bancaria de la señorita Solís y las posibles razones detrás de su inusual comportamiento financiero. Fermín salió del despacho con la misión clara: Investigar a fondo y obtener respuestas claras sobre el misterio que rodeaba su cuenta bancaria. Cuando caminaba por los pasillos de la empresa, reflexionaba sobre la situación. La actitud de la señorita Solís siempre había sido un enigma para él, pero esta revelación añadía un nuevo nivel de complejidad. Mientras tanto, en el despacho, el Señor Aguirre permanecía sumido en sus propios pensamientos. La idea de que Victoria pudiera haber actuado por amor en lugar de motivaciones financieras le resultaba difícil de aceptar. Recordó las veces que la había acusado de manipuladora y calculadora, convenciéndose de que ella solo estaba interesada en su fortuna. «¿Y si me equivoqué?» Se preguntó en silencio. Pero la idea de que Victoria pudiera amarlo de verdad parecía una fantasía imposible. Se reprendió mentalmente por considerar esa posibilidad, ya que estaba más que claro que ella había atentado contra su hermana, casi matándola en aquel accidente. Cada vez que su mente intentaba explorar la posibilidad de un sentimiento genuino, la imagen de Zoé herida y el dolor de su familia volvían a la vanguardia. Llenándolo de un odio casi intenso hacia Victoria. No podía perdonarla y jamás lo haría. Por otro lado, la pregunta persistente sobre cómo Victoria había logrado mantenerse sin gastar el dinero acumulado durante su matrimonio rondaba en su mente. Después de pasar un tiempo sumido en sus pensamientos y el trabajo, decidió darse un descanso. Estaba dispuesto a ser él mismo quien le preguntara directamente a Victoria por esa cuenta bancaria. Llamó a Fermín y le comunicó que cancelara sus citas, iría a la Mansión Aguirre a ver a Victoria. Fermín asintió. Las finanzas de la señora Aguirre aún no estaban muy claras para él y necesitaría más tiempo para encontrar algo conciso que le sirviera a su jefe. El Señor Aguirre salió de su despacho con determinación, dispuesto a obtener respuestas directas de Victoria sobre el misterio de la cuenta bancaria. Sabía que no podía seguir evitando confrontarla y necesitaba aclarar las dudas que rondaban su mente. Oliver se dirigió hacia la Mansión Aguirre con un nudo en el estómago. Sabía que enfrentar a Victoria no sería fácil, pero necesitaba entender la verdad detrás de sus acciones. La sombra del atentado contra Zoé aún pesaba en su mente, pero ahora se agregaba la complejidad de descubrir que el dinero podría no haber sido la motivación principal de Victoria. Al llegar a la mansión, el Señor Aguirre se preparó mentalmente para la conversación que se avecinaba. La verdad, aunque dolorosa, era esencial para desentrañar el enigma que envolvía su matrimonio y las finanzas de Victoria. Sin embargo, apenas puso un pie en la Mansión, se encontró con una escena nada gratificante. Victoria y Zoé estaban en las escaleras, y había podido ver cómo Victoria empujaba a Zoé por ellas. ¡Vaya sorpresa! Esto cambió completamente el tono de la conversación que el Señor Aguirre esperaba tener con Victoria. —¿Qué diablos está sucediendo aquí? —exclamó Oliver, con una mezcla de sorpresa y enojo. Caminó rápidamente hacia Zoé, quien no se había movido del piso. Cuando se percató de la presencia de Oliver, su plan tomó un giro mucho más favorable para ella. Él vio desde primera vista como Victoria había vuelto a atentar contra Zoé. Oliver se agachó junto a Zoé, examinándola en busca de signos de lesiones. Su mirada hacia Victoria era una mezcla de incredulidad y furia. Zoé, por su parte, aprovechó la oportunidad para tejer una narrativa a su favor. Miró a Oliver con ojos suplicantes. —¡Me duele! —dijo Zoé cuando Oliver trató de tocarla. Oliver estaba reprimiendo su furia, si no fuera por la presencia de los Señores Solís, no imaginaba que ya le habría hecho a Victoria en ese instante. —¿Otra vez, Victoria? —dijo Oliver con amargura—. ¿No es suficiente con lo que ya has hecho? ¿Ahora vuelves a atentar contra tu hermana? Y en mi propia casa. —Yo… Las cosas no son como parecen. —¡Oh Claro que lo son! Victoria empujó a Zoé al saber que ella se quedaría a vivir en la Mansión. —Sofía tomó lugar en la conversación. Oliver reaccionó por un segundo ante sus palabras. ¿Zoé había ido a quedarse a vivir en su casa? ¿Cuándo planeaban decirle? Zoé se dio cuenta de que la idea de ir a vivir a la mansión no fue tomada de buena manera por Oliver. ¿A caso no se alegraba de tenerla ahí? Zoé no quiso dejar en evidencia este suceso, y se decidió por llevar el tema de Victoria más en su contra. —No la culpen por favor, ella no quiso hacerme daño. ¿Verdad, hermana? —Zoé miró a Victoria, quien aún seguía en shock, mientras se seguía lamentando de dolor. A pesar de que ella misma se había lanzado de las escaleras, no pudo evitar herirse de verdad, y su pierna estaba malherida, mostrando el brote de mucha sangre que Zoé se encargó de intensificar. Victoria no entendía cómo había podido terminar todo de esa forma. Ella no quiso hacerle daño a Zoé. Su hermana se soltó de repente. Pero sus propios pensamientos eran difíciles de creer. No quería creer que Zoé hubiese podido planear todo esto, porque… ¡Sería totalmente descabellado para ella! —¡Ay, mi niña! ¡Llamen a una ambulancia! Oliver llévala al hospital rápido, se está desangrando. —Camila no se quedó atrás con su actuación, pero no tuvo que actuar tanto al ver que Zoé sí se había lastimado de verdad. Oliver no lo pensó dos veces y cargó a Zoé para llevarla al auto, no sin antes mirar con frialdad a Victoria. Victoria no sabía cómo defenderse ante la situación, pero en ese momento solo esperaba que Zoé estuviera bien. También estaba asustada por la cantidad de sangre que estaba sobre el suelo. —Ni siquiera te atrevas. —Esteban se paró frente a Victoria cuando ella quiso ir detrás de Oliver. Ya no iba a permitir más que interfiriera en sus planes, era tiempo de quitarla del camino. —¿Papá? —Victoria dijo sin entender por qué actuaban así con ella. Sabían que ella jamás atentaría contra Zoé. ¿Por qué la miraban como si fuera peligrosa para su hermana?
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