Aurora Bell Llegamos a casa, a media noche sonriendo y besándonos como dos lunáticos. Me le sube a su cadera y lo abrazo como un mono con piernas y brazos, estamos en nuestro mundo y un carraspeo desde el sofá llama nuestra atención –Abuelo.– Articula Alex, sorprendido, quedo literalmente con la boca abierta. Un señor como de setenta años nos ve de forma reprobatoria, es grande corpulento y de aspecto amenazante –¿Qué horas son estas de llegar a casa?.– Pregunta el señor con autoridad como si le hablara a un niño pequeño. –¿Cómo estas abuelo?.– Le pregunta Alex cambiando el tema. –He estado mejor, creo que no me queda mucho tiempo.– Dice el señor de aspecto robusto, es tan grande como su nieto, puedo apreciar. –No exageres, estas mejor que yo.– Le replica Alex y yo estoy en silenci