Reed Baker.
Estoy en la oficina de mi empresa, sentado en la silla viendo los documentos que me envió Callen para que firme…
Se abre la puerta de golpe y entra mi hermano menor.
Con solo verlo tengo ganas de matarlo.
—Esa es la cara de un hombre que pasó la noche dándole fuerte —se sienta en la silla de al frente—¿Quién es la fulana?
Escuchar como la llamó realmente me molestó. Whitney no es ninguna fulana, es mi maldita mujer y solo mía. Relamo mis labios y todavía puedo sentir su dulce sabor. Lo miró con dureza y él se rió.
—No vuelvas a llamarla así es tu vida —le gruñí —Mide tus malditas palabras porque si no serán las últimas.
El levanta las manos como si lo estuviera apuntando con un arma.
—Veo que por fin obtuviste tu regalo más deseado.
Me encojo de hombros.
—Yo siempre obtengo lo que quiero —sonreí de medio lado—En un mes será mi mujer y la madre de mis hijos.
El imbécil soltó una sonora carcajada.
—Eres un estúpido obsesionado con ella. —se parte en dos de risa —Ahora resulta que te vas a casar.
Eso es verdad, estoy obsesionado con ella, y la verdad no sé qué me pasó desde que la vi. Caí rendido a sus pies desde que ella tenía diecinueve años. Jamás ninguna mujer me ha hecho eso.
Lo mire frunciendo el ceño.
Como no le dije nada añadió:
—Creo que deberías cortarte los huevos y dárselos de regalo de bodas—se carcajeada el muy cabrón.
No le contesto, porque ese no es el caso. El que esté obsesionado con ella no es que la quiera, pero tampoco la voy a dejar ir. Ahora es mi propiedad y así será hasta que me harte de ella.
—¿Qué quieres? —le gruñí.
Puede que Rhys sea un poco intenso en lo que respecta a las relaciones, pero con los negocios es el mejor y que ahora esté aquí es preocupante.
—Viene a decirte que las cosas se están poniendo un poco difíciles en la empresa de New York y están exigiendo tu presencia.
Lo miro de mala manera.
—¿Qué ha pasado?
Se levantó nervioso a buscar un vaso de Whisky.
—Muchos de nuestros inversores…
—No hay inversores, soy el único y dueño del lugar.
Rhys se tomó con rapidez su trago y me miró.
—Yo metí varios inversores para que la empresa estuviera por las nubes…
Me levanté de un salto y me fui contra él agarrándolo del cuello y pegándole con la pared.
—¿Por qué mierdas ibas a hacer eso? —le grité — Yo doy cada maldito p**o y la sostengo.
Mi hermano se estaba poniendo rojo, pero eso me vale una mierda.
—Reed… estaba mal y no te lo dije porque…
—Déjeme terminar por ti—lo golpee—. Te gastaste el maldito dinero oliéndolo, por ser un drogadicto de mierda.
Se abrió la puerta y sabía quién venía a su rescate como siempre.
—Reed por favor no lo hagas.
Seguía mirándolo con odio hasta que sentí las suaves manos de Rosie y lo solté.
Rhys cayó al suelo en busca de aire y me di la vuelta para ir por mi maldito Whisky.
—Te doy un mes para solucionar esto y no iré a ninguna parte —me senté en mi silla y miré a mi hermana menor —. No te vuelvas a meter y largo los dos de aquí.
Rhys se puso de pie y caminó hasta quedar enfrente a mi escritorio.
—Es un maldito golpe bajo Reed —su voz salió forzada —. Sabes que desde aquella vez no volví a recaer y no es lo que piensas. Jamás estaría aquí si no te necesitara de verdad.
No alcé la mirada, ya había tomado la decisión. Aquí saben que mis decisiones son la ley.
—Sal de una maldita vez —escuché donde caminaron y le advertí a Rhys antes de salir: —No te quiero ver hasta que lo arregles.
Y sin decir nada más, los dos salieron de mi maldita oficina dejándome un mal sabor. Eso se soluciona de una sola manera. Marque el número de mi chofer y al segundo contestó.
—Tráela a mi oficina— le exigí.
Me levante por el tercer vaso de Whisky. Solo ella me puede tranquilizar. Menuda tontería.
Estaba revisando los papeles que tengo al frente, y se abre la puerta de golpe y entra Whitney con una sonrisa desafiante. Lo que hace que se ponga du... La mire y realmente es preciosa, lleva una gabardina negra que cubre su cuerpo por completo.
—Siempre es agradable verte —me levante y camine a donde ella estaba.
—No puedo decir lo mismo —me sonríe con cinismo — Ya sabes, soy tu fulana ahora.
Gruñí.
Es la segunda vez que escucho eso de ella y no es así.
—Quítate esa gabardina.
Ella abre los ojos como plato, pero se repone de inmediato.
—Aja —me da una sonrisa.
Se deja caer la gabardina y me quedo embobado viendo su maldito cuerpo de diosa. No lleva nada.
Me acerqué a ella y la tomó por la cintura.
—Te ves realmente muy deseable — tomé sus labios y le doy un beso posesivo.
—Y tú te ves muy furioso.
Fruncí el ceño.
—Ese no es tu maldito problema.
Suelto de golpe a Whitney.
—Súbete de cuatro en mi escritorio y espérame ahí bien dispuesta.
Ella vaciló por un momento, pero se repuso en segundos y se fue contoneando el trasero y se subió dejándome su maldito cuerpo expuesto. Fui al minibar por mi Whisky y me coloqué detrás de ella. Le pasé la mano en sus mejillas hermosas y luego le di un azote tan fuerte que ella gritó de dolor y eso fue como una inyección para mí.
—Eres tan preciosa que me vuelves loco.
Con mis manos solté el cinturón, luego el botón pantalón y después el cierre hasta dejar caer mis pantalones y mi bóxer al suelo. Me acaricie mientras seguía viendo ese cuerpo, loco por mí. Aunque Whitney quería jugar que no le hacía sentir bien, estaba equivocada, su intimidad me amaba, y adora lo que hago con ella y por eso la haré mi maldita adicta a mí. Alzó la mirada y ella me está mirando con sus ojos nublados de deseo. A pesar de que hemos estado una noche, pero varias veces, ella me desea y será mía por siempre.
Me acerco a su intimidad y la tomo como si fuera mi aire para respirar. Escucho sus gemidos fuertes y puedo sentir que se está tensado, y está por llegar.
—Por favor —la escuchó decir en voz baja.
Sigo con mi tortura, para escucharla otra vez.
—Reed… por favor —suelta un gemido.
—¿Por favor, mi amor?
—Te necesito.
Solté una risa entre dientes y la tomo despacio hasta el fondo.
—Eres perfecta para mí —me empecé a mover despacio— Tú me deseas tanto como yo a ti.
Whitney empezó a jadear cuando agarre un ritmo fuerte y es como estar en el cielo. Su cuerpo está listo…
—Dámelo —le exigí.
Se dejó llevar con un gemido muy sensual. No dejé de besar su cuello y me tensé, mi respiración se hizo profunda hasta que estuve por completo en su interior. Seguí con fuerza hasta que por fin terminé.
—-Whitney —susurré.
Tomé la botella de Whisky que puse en mi escritorio y le di un trago.
Se le veía hermosa. Me salí de ella y vi que se estremecía.
—¿Te hice daño?
No sé porque me importa, pero me lo hace.
Se levanta con cuidado y me mira.
—Eso no te importa.
Camina un poco inestable y eso me hace sonreír. Es por mí, saber que solo yo he estado ahí me hace sentir como un maldito troglodita.
—Tienes razón—me doy la vuelta para subir mis pantalones —. Cuando llegue a la casa te quiero en mi habitación de esa misma manera.
—Claro —me volvía a ella y tenía puesta su gabardina — Necesito una pastilla para el día después.
Con eso se da media vuelta y antes de abrir, la puerta se abre de golpe y entra la mujer de mis malditas pesadillas.
Se queda mirando a mi mujer, y sin poderlo evitar se le nota la envidia. Como no, si es mucho más joven y es mía. La reacción de Whitney es para una merecedora de un Oscar.
—Adiós mi amor —me dijo sarcástica, tirándome un beso.
Pero antes de salir, camino hacia ella, la tomó de la nuca y la atraje hacía mí, para besarla con dureza.
—Nos vemos en casa.
Me guiñó un ojo y se fue contoneando ese maldito trasero mío, que pronto será usado.
Me volví y caminé a mi silla para sentarme y terminar de revisar estos documentos de Callen ya más tranquilo. Ya después tomaré la carpeta que me trajo Rhys leerla con cuidado y poner fin a esa maldita situación.
—¿De verdad me piensas ignorar? —me pregunto con su voz llena de ira.
—No te dije que vinieras —le conteste sin verla—Y la próxima vez que abras la puerta sin mi consentimiento te arrancaré la mano.
Ella camino a sentarse frente a mí.
—Antes no te molestaba que entrara así y …
—Y nada —termine su absurda oración — No hay nada entre nosotros, sabes lo que hiciste y ahora largo de aquí,
—No puedes hacerme esto Reed, si yo te amo.
Esas palabras son puras mierdas igual que la de mi padre.
—Si me hubieras amado jamás harías lo que…
—Fue una estupidez…no lo entiendes —Tara se levantó golpeando el escritorio, donde me acabo de follar a mi maldito sueño — Estaba ebria no sabía lo que hacía, además tu tampoco es que me fuese fiel.
Solté una risa oscura.
—Desde el momento en que estuve contigo te fui fiel hasta que tú te metiste con mi mejor amigo —esta vez la miré. Sus malditos ojos color miel que tanto adoraba ya no significaban nada para mí, era como si en el segundo que la agarre con Wes, di por terminada la relación.
Ella se ríe entre dientes.
—Parece que su sufrimiento duró nada más una semana.
Hizo el comentario por ver salir a mi nueva mujer, solo que con ella si me casare.
—Aja —le contesté sin darle más explicaciones.
—Esto no se queda así —me amenazó —Ella es preciosa y cuando encuentre otro hombre hará lo mismo que yo.
Vi rojo, jamás lo permitiré. Por eso vivirá conmigo siempre y nadie más que yo la tendrá.
—Largo de aquí de una vez.
Se me quedó viendo con sus ojos llorosos y sin decirme más nada, se fue.
Me volví a servir un maldito trago. ¿Qué les pasa a las personas llegando a molestar en mi lugar de trabajo? Llame a mi asistente y ella llegó al momento.
—Sí señor.
La mire y desde que había llegado siempre fue clara que estaba muy interesada en mí, pero solo el hecho de que tenga el pelo oscuro la odio, a pesar de ser atractiva.
—No quiero recibir a nadie más —me quede pensado que tal vez solo la de Whitney— Solo de la joven que vino hace un rato.
Ella me miró con celos y luego asintió cerrando la puerta de golpe.
Sonríe.
Mi única mujer será Whitney Scott, por ahora.