Los odio con mis fuerzas

1895 Words
Whitney Scott Mi corazón latía a mil por hora. No moví ni un solo músculo de mi cuerpo. Solo me quedé viendo y esperando que fuese hacer él. Él levantó su dedo índice y me tocó la mejilla con mucha suavidad. Sentí ganas de vomitar por los nervios que sentía. —Realmente eres preciosa como un maldito diamante —susurro con voz grave —Brillas. En el momento que él pronunció esas palabras mis piernas empezaron a temblar de miedo. Había soportado a Reed, pero no… Sentí una gran presencia detrás de mí. Esto se estaba poniendo cada vez peor. Supe en el segundo después que el semental me está oliendo por todos lados. Hasta que llegó a mi cabello. —¿Qué piensas de ella Pegaso? —él me volvió a acariciar la mejilla y yo deseaba poder hacerme para atrás y no dejar que me tocara. Pero tenía tanto miedo de caerme, porque mis piernas parecían no responder a mis órdenes. Estaban como pegadas al suelo. El semental relinchó, pero no fue a mí, sino que su cabeza golpeó con suavidad la mano del nombre. Él quitó la mano con rapidez —¿Así que piensas que no debo tocarla, porqué es de Reed? Pegaso volvió a relinchar y esta vez el golpeo el suelo con una de sus patas delanteras. Si no estuviera tan nerviosa diría que Pegaso me está defendiendo de este hombre oscuro y misterioso. Él levantó las manos como si lo estuvieran apuntado. —La dejaré porque tu y yo somos amigos, Pegaso —le dijo divertido por la situación—Pero la próxima en tu cara la hago mía. Sabía que estaba pálida. —Whitney —me llamo Rosie —¿Dónde estás? Solté la respiración. Sin embargo, aún no le respondí. Había perdido mi voz. El hombre caminó con toda la elegancia que tiene y desapareció, cuando empezamos a escuchar sus pasos más cerca. Al verla llegar, sentí que ya me podía mover. —¿Qué te pasó? —luego miró detrás de mí y sonrió —¿Pegaso te asusto? Asiento. No pensaba decirle que había visto aún hombre igual a Reed, nada más que más siniestro y oscuro. —Bueno quita ya esa cara. Pareces que viste a un muerto—se acercó a él y lo toco —Es solo Pegaso el semental de Reed. Asiento. Deseaba poder hablar, pero si lo hago me echo a llorar. Ella caminó hacia donde se fue el hombre y se quedó callada y retrocedió lentamente. —¡Oye! Será mejor que caminemos a un lugar con más seguridad. Se ve que por aquí anduvo alguien no deseado. La miré frunciendo el ceño. ¿Qué quiso decir con más seguridad? ¿No es este un lugar así? Sin importar si era o no, le rogué a mis pies que caminaran. No quería estar un segundo más aquí. Cuando íbamos ya saliendo de los establos, Rosie se volvió a mi y me miró con preocupación. —¿Lo viste? —me pregunto con cautela. Asiento. —Sí —le dije con sinceridad. —Fue bastante perturbador y oscuro. Ella dijo algo entre dientes y no supe que. —No vuelvas a ir allí —me ordenó como si ella también fuera mi dueña. Lo que está demasiado lejos —No es lo correcto. Empezó a buscar con la mirada algo. —No iré porque no quiero —ella se detiene de golpe y me analiza—No porque tú me digas que debo hacer. Le devuelvo la mirada desafiante. Nadie me dirá que debo hacer. Se lo permito a Reed, por la estupidez que hizo mi madre. Pero a ella no le debo nada. Nos fulminamos con la mirada. Ella se ríe entre dientes. —Tienes agallas para soportar a mi hermano—me da la espalda y sigue caminando —Sin embargo, ese lugar es… —Lo sé —la corte. No quise seguir escuchando lo que decía. No fuimos calladas a la mansión. ¿Quién era? ¿Será que vive ahí? Lo que me llama la atención es el parecido a Reed. Es como si fuera su gemelo… no lo creo. ¿Puede haber alguien más oscuro que el mismo Reed? Me estremezco con solo pensarlo. Tenía que encontrar una salida y huir de aquí. No podía seguir así. —Te doy un consejo sobre Reed —me dijo Rosie mientras se daba media vuelta para quedar frente a mí en plena entrada—. Jamás mires a otros hombres a los ojos, mientras estés con Reed. Si no lo haces, él siempre será bueno contigo. Asiento. Como si fuera hacerlo. Ella me regala una gran sonrisa. —Ven vamos a hacer algo juntas. Necesito estar tranquila, para poder llevarles el ritmo. Los Baker son muy volubles y siempre me dejan perpleja sus cambios de humor. A como va pintado la cosa, terminaré siendo una bipolar. *** La tarde nos pasó rápido. Rosie me enseñó toda la mansión. Cada habitación, estudio, biblioteca, sala de juegos, hasta me llevó donde viven los empleados. En todo momento memoricé los lugares donde podía escapar y esconderme. Lo que me lleva al mismo lugar. La servidumbre tiene su puerta de salida. Por ahí tenía que ser. Solo que debía tener mucho cuidado, los de seguida están ahí, y como me recalco Rosie. Pasan las 24/7 no hay descanso ahí. De algo si estoy segura es que, está mansión parece una cárcel. Está vigilada siempre. Lo que me lleva a preguntarme ¿de quién o qué? —Nos vemos luego Whit —me abraza y me da un beso en la mejilla— Fue agradable conocerte. —Para mí también lo fue —le sonreí. —Trataré de que Reed te deje salir. Le sonreí. Sabía que eso no sucedería. —Te lo agradecería mucho. Pero ambas sabemos que es muy difícil. Ella se encoge de hombros. —Nada es imposible, nena —me dice. Y se marcha guiñándome un ojo. Suelto un suspiro y me voy directo a la biblioteca a buscar qué hacer. Todavía falta una hora para que llegue Reed. Al caminar me doy cuenta de que Reed no deja que los de seguridad me sigan. Puedo ir donde yo quiera sin necesidad de… levanto la cabeza y me doy cuenta de que hay cámaras en todo el lugar, camino hacia el pasillo donde está la biblioteca y ahí también hay cámaras. Mi lado rebelde alza la mano y le saco el dedo del centro a quien me esté mirando. Con fuerza abro la puerta y voy en busca de algo para leer. No quiero nada romántico… leo los títulos y veo que son libros modernos. No puede ser… dejo salir un grito. Tomó el libro de Trono de Cristal y le pasó la mano por la lujosa portada. Deben ser de edición lujosa. Me voy al sillón, y me siento para abrir la primera página y me doy cuenta de que están firmados por la misma Sarah J Maas. ¿De quién serán? —Eran para alguien especial. Me sobresaltó y dejo caer el libro. Reed se acerca con toda la elegancia que tiene y lo recoge del suelo. Asiento. —¿Los piensa leer? —me lo entrega y yo se lo acepto. Asiento. —Sí —le miré a los ojos —Por falta de tiempo no los pude leer. Él asintió. Se sienta a mi lado y me toma un mechón de pelo y juguetea con él. —Quiero llevarte a la cama —me susurra con una voz tan suave que me deja perpleja. En el día que llevo aquí, jamás me había hablado así. Siempre eran órdenes y gruñidos. —Pues hazlo —le dije en un hilo de voz. Por un momento lo pensó, pero terminó negando la cabeza. —Vamos a cenar —se levantó con rapidez, y tendió la mano. Yo lo miro con preocupación. Algo está pasando aquí. Solo que no le atreví a preguntárselo. Me levanté sola y caminé a dejar el libro a dónde iba. —Guíame —le sonreí sarcásticamente. Él se acercó a mí tomándome por la nuca y me plantó un beso con fuerza haciéndome sangrar los labios. Me beso con desesperación, y acercando su erección a mí y supe que no saldría de aquí. Me volvió a besar, pero esta vez más despacio. Después de un largo beso, me dijo con voz ronca: —Cuando andas desafiantes, es como encender el maldito fuego en mi interior —me da otro beso —, y solo quiero castigarte y hacerte gritar mi maldito nombre. Estaba perdida. Puede que lo odie con todo mi corazón. Por ser un maldito hijo de puta tramposo. Pero mi cuerpo con tan solo un día lo deseaba. Su cuerpo era adictivo y mi intimidad estaba húmeda para él. Me arme de valor y lleve mis manos a su camisa para quitarle la camisa de vestir… Él atrapó mis manos con rapidez. —No te di permiso de quitarme nada —se llevó mis manos a mi espalda y las sostuvo ahí—. No lo vuelvas hacer Whitney o te castigaré muy fuerte. ¿Entiendes? Me estremecí con solo pensarlo. Jamás nadie me había castigado. Ni siquiera mi madre. Asiento. Lo menos que quiero es poner en más riesgo mi vida. Él me analiza con mucho cuidado, pensado sí es confiable soltarme las manos. Hasta que lo hace y me siento aliviada. Me estaba haciendo daño. —Vamos. Me tomó de la mano y salió conmigo. —Mila hizo una increíble lasaña —me comenta alegre —Es la mejor. ¿Cómo es que puede ser así? Cambiar tan fácilmente su estado de ánimo. Es como si hubiera dos personas ahí dentro. Llegamos al comedor y lo que encuentro es bastante hermoso. La mesa está lista para una cena romántica. Con sus flores y champán. Él me rodea con un brazo. —Te quería llevar a cenar a fuera, pero no estás en condiciones de salir —me dice con voz neutral. Alzo la mirada a él y no mostró emoción alguna. —¿Cómo que no estoy en condiciones? —le escupí las palabras con odio —No soy yo la que está cometiendo un secuestro. La mirada de Reed era de puro odio, solo que duró microsegundos. Eso hizo que me regañara mentalmente. Eso es suicida. Él me arrastró a la mesa y me ayudó a sentarme en la silla. —Whitney mide tus palabras —me tomo el pelo con fuerza y me levanto la cabeza para verlo — Vas a empezar a respetarme. Miraba con desprecio a esos ojos tan oscuros como la noche. Intenté soltarme de su agarre, pero no pude, sino que apretó con fuerza. Hasta que me dio un beso en los labios. —Contéstame. Me sentí mareada. Con todo el dolor de mi alma se lo escupí: —Sí señor. —Así es mi ángel preciosa. Por un momento se me queda viendo hasta que me suelta. Veo cuando se sienta en su silla y me mira dedicándome una sonrisa de medio lado. Quisiera saber que paso en su vida para ser tan despiadado y sin corazón. Porque claramente una persona que lo tuviera no me tendría aquí a la fuerza.
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