FERNANDO
Esa noche mi esposa está de regreso, la llevo a cenar junto con mis suegros al nuevo restaurante en la ciudad, he recibido excelentes referencias del lugar y quiero consentir a mi familia, ellos son todo lo que tengo y se merecen lo mejor, mis padres murieron hace años y los señores Valdivia me quieren tanto como yo a ellos.
Luna y su visita también están en ese lugar, hace un poco de frío y ella luce un hermoso abrigo que deja todo a la imaginación, ¡eso es perfecto para mi! Al parecer toda la gente quiere conocer el lugar y está lleno, tanto que escasean las mesas, así que, me parece buena idea compartir la nuestra. El acompañante de Luna es un hombre muy formal y galán, se nota que la adora porque la trata como a una princesa y la cuida mucho, es alto, musculoso y de ojos azules, el sueño de toda mujer Juan o Joaquín, creo que se llama.
Ya acomodados en la mesa, bromean y se ríen por todo, siento un poco de celos sólo de pensar que él estará en mi lugar esta noche, no puedo dejar de imaginarla en los brazos de ese hombre, intento que mi esposa no se de cuenta de mis emociones, así que la miro y la beso con frecuencia para aparentar que sigo tan enamorado de ella como siempre y creo que Luna siente un poco de celos, también, pues cada vez que yo beso a mi esposa, puedo sentir su mirada clavarse en mí.
Nos llevan el menú, de pronto, Luna se dirige al tocador y mi esposa tras ella, yo temo que algo pase allí, ya que mi esposa es muy intuitiva y celosa.
LUNA
Ha resultado buena idea salir con Joaquín, sabe cómo hacerme reír y además, es súper atento, el mejor hermano de todos, ¡lo amo! Pero no se lo diré.
Ya me cansé de ver al señor Rivera tan ridículamente atento con su esposita, ¡no puedo creer que le gusten las pelirrojas! Voy al tocador para despejarme un poco de tanta cursilería, justo cuando me lavo las manos, la señora de Rivera llega, ¿acaso venía siguiéndome el paso? Supongo que el señor Rivera casi se infarta cuando vió a su esposa caminar tras de mi, debo admitir que me preocupa un poco, pero como la excelente dama que soy, sólo basta con decir la verdad... a medias, claro está. Giselle se conmueve tanto cuando le cuento que ya no habrá boda por la infidelidad de mi ex con mi supuesta amiga, terminamos llorando juntas y hasta me abraza para consolarme, las lágrimas me brotan solas, no tengo que actuar, ¡soy patética!, te odio Adrián por hacerme sentir de esta manera.
Es hora de regresar a la mesa, el señor Rivera no se espera vernos llegar como grandes amigas, ella es muy prejuiciosa y me está contando lo desagradable que le parece la vestimenta de algunos de los comensales, sinceramente, yo nunca me fijo en eso, pero debo fingir que me causa gracia para no hacerla sentir fuera de lugar, después de todo es la esposa de mi socio y me conviene quedar bien con ella.
FERNANDO
Luna y Giselle regresan y para mi sorpresa, parece que son grandes amigas, conversando y bromeando. Noto que Luna ha llorado, probablemente le contó a mi esposa lo sucedido con su ex, para despejar sospechas.
Su celular suena y Luna lo pone en altavoz, es incómodo ya que deja saber que se trata del tal Adrián.
LUNA
Mi teléfono está sonando, creí que lo había puesto en silencio, no me gusta que me interrumpan cuando me dispongo a cenar y mucho menos cuando estoy acompañada, ¿quién será? ¡Adrián!, siento mis ojos desorbitarse con la impresión, ¡ay, no! ¿qué hago? Tranquila, respira, inhalo... exhalo, yo puedo, yo puedo, ¡claro que sí puedo!
— Es Adrián — informo a Joaquín
— ¿Vas a contestar? Sólo sé dura, implacable — eso me da valor
— ¿Sí? — respondí poniendo mi celular en altavoz
— Amor...
— ¿Amor? ¿Disculpa? — cuestiono
— Soy Adrián
— Ay, no, para ti soy la señorita Villanueva — respondí lo más odiosa posible
— Quiero hablar contigo
— Yo no
— Por favor — insiste
— ¿Pero de qué?
— De nosotros
— Tu tema de conversación es muy aburrido y pasado de moda
— De lo que pasó
— No ha pasado nada que yo recuerde
— Por favor
— ¡Por favor, tú! Deja de buscarme y respeta mi dignidad
—Todavía podemos arreglar nuestra relación si lo intentamos
— ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Qué buen chiste! Deberías ser comediante
— Luna, sólo quiero que sepas que estoy muy arrepentido, nunca debí lastimarte
— Demasiado tarde
— Lo sé. Ayer quise entrar a nuestra casa y...
— Permíteme sacarte de tu gran error, nunca ha sido “nuestra casa", es mía, yo la compré, querido, a tí sólo te permití vivir conmigo
— Perdón, tienes razón. Te extraño, regresa comigo, te lo suplico, yo te amo y no puedo vivir sin tí
— Ya cállate, no te creo nada y por favor, ya deja de humillarte ante mí
— ¿Humillarme?
— Por supuesto, estoy en un restaurante con personas muy importantes y ¿qué crees? Tengo el altavoz activado, así que, todos ya descubrieron la clase de vividor que eres y escuchan cómo me suplicas, ya cuelga. Adiós.
Mi acompañante de inmediato me abraza y me hace saber lo mucho que admira mi fortaleza, besa mi frente y cuando el mesero llega a tomar la orden, él pide por mí especificando cómo debe ser el platillo, exactamente cada detalle para mi gusto, puedo ver que el señor Rivera se muere de celos, ¿reconocerá que Joaquín es mi hermano? ¿O se estará haciendo ideas en la cabeza? Por su expresión, creo que es lo segundo y me encanta enloquecerlo de celos.
FERNANDO
Estoy impactado, el acompañante de Luna la conoce a la perfección, ¿será un amigo?, ¿un pretendiente?, ¿o un ex novio? ¡Estoy muy celoso!
Antes de que traigan los platillos, Luna entra en calor y se quita el abrigo, luce radiante, un vestido azul que deja ver una de sus hermosas piernas que adorna con un liguero de joyería preciosa, quedo estupefacto al instante y puedo sentir cómo la sangre recorre mis venas, mi corazón palpita acelerado y mi temperatura va en aumento, sólo de imaginarme por dónde pasa su liguero, pero tengo que disimular delante de todos y controlarme para evitar una catástrofe.
Al finalizar la cena, Luna toma una copa de vino con su mano derecha y se la bebe a fondo sin parar, ¡yo sé lo que eso significa!, estoy desesperado y tengo que evitar que se vaya a la cama con su acompañante.
— Señorita Luna, es muy temprano para comenzar a beber, ¿no lo cree? —prácticamente me retó con su mirada traviesa
— Quizá tenga un poco de razón señor Rivera...