JOAQUÍN Observo detenidamente sus labios rojos y justo cuando creo que la besaré ella interrumpe el silencio. — ¿Estás bien? — pregunta — Sí — es todo lo que puedo decir — ¿Te lastimaste la pierna? — ella ni siquiera intenta levantarse — No, está bien, no te preocupes — digo aún con la voz agitada — Creo que debería levantarme — Te ayudo — le presto mi mano para que se empuje hacia arriba y se levanta y luego es mi turno. Ahora estamos llenos de lodo. — Calentaré agua para bañarnos — ¿Bañarnos? — Claro, tú primero — Sí, claro. — Sigo nervioso — ¡No! Primero las damas — ¿Estás seguro? — Sí — Pero tú eres el que más lodo tiene — Sí, bueno, tienes razón Cuando el agua está lista, ella me indica cómo debo bañarme en la tina, echándome agua con otro recipiente y luego me deja s