Quién viera a este hombre, tan indefenso, herido, débil; hasta parece buena gente; cualquiera piensa que es un inocente viejo y enfermo, no un degenerado pedófilo de trata de blanca.
— Señor Viera, me dijeron que vendría.
— ¿Cómo está, doctor?
— Ya ve — señala al recluso — con trabajo.
— ¿Esa escoria va a vivir?
— Por desgracia, pero vivirá.
— Entonces, podrá pagar sus culpas.
— No sé ofenda, abogado, pero por experiencia sé que esta clase de gente no paga sus errores si no es con la muerte, porque en vida, siguen haciendo daño.
— Tal vez tenga razón, pero no sé habían topado conmigo en el camino, hasta ahora, y yo sí los voy a hacer pagar.
— Hablando de su camino, el otro recluso se niega a recibir sus terapias y no quiere comer.
No me extraña, ¿le encanta, estar postrado en una cama dependiendo de los demás o no quiere recuperarse para ir al infierno que le toca pagar?
— Ya me encargaré de eso, las reglas son las mismas con este.
— Nada de visita y solo personal autorizado e identificados por la delegación y seguridad permanente, siempre a fuera presente.
— Bien, que tenga un buen día.
Miro a un delincuente, al cual nunca olvidaré su rostro, algunos verás la mía, aunque ya la conoce muy bien.
Salgo de la habitación y me dirijo a la de mi peor enemigo y no por amabilidad, sino por el placer de verlo sufrir.
— ¡Es hora de despertar! — le echo el vaso de agua encima cuando lo veo dormir como un niño y se despierta de golpe.
— ¡Estás loco, ¿qué diablos te pasa?!
— Modera tu tono, y me pasas tú; ¿qué tal tu estadía, Damiancito?
— Igual que todos los días, postrado en una cama — menciona con sarcasmo.
— Porque se te da la gana, al parecer no quieres hacer tus terapias para que aprendas a mover la mitad del cuerpo que tienes inutilizado — me tuerce los ojos ignorándome.
— ¿Y eso te molesta? Yo lo dudo, debes estar feliz por mi desgracia.
— En realidad, no. Me parece muy poco para lo que mereces, por eso te recomiendo que empieces tus terapias porque la poca bondad que me queda hacia mis tíos se me puede esfumar y te mando a dónde perteneces, así como estás — voltea a verme con odio y asombro — no creo que sea bueno en tu estado estar en un lugar así, mucho menos con tus cargos ¿Verdad?
— Siempre supe que eres un desgraciado detrás de esa actitud de rectitud y bondad —, sonrío.
— Mientes, porque si lo hubieras sabido me hubieras hecho caso cuando te dije que no te metieras conmigo porque no iba a ser bueno y me ignoraste.
— Ella te odiaría por haberle mentido y no mostrarle tu verdadero rostro, al final eres un Viera como yo.
Tomo el lado de su herida, que después de meses aún conserva su dolor crónico, no grita, pero su expresión es de agonía.
— Vuelves a nombrarla, siquiera pensarla y vas a ver al diablo en carne viva — me hierve la sangre nada más que la piense.
— ¿Y tú eres el diablo o un intento de él? Porque en esa rama yo tengo más experiencia — se burla.
— Damián, te daré otro consejo. Me subestimaste una vez, no lo hagas de nuevo.
— El que nace siendo un ángel nunca llegará a ser un demonio, aunque lo aparente.
— Algunos demonios son ángeles caídos u otros demonios que aprendieron a disfrazarse de ángeles ¿Quieres comprobar cuál soy? — lo miro directamente a los ojos y reflejo del poco miedo que me tiene, pero eso es algo.
— Sabes que no quise hacerlo, fue un accidente, la amaba.
— Te dije...
— Lo sé, pero yo la vi primero, me quitaste un diamante y por más que quise recuperarlo, tú estabas estorbando.
— Yo no te quite nada, el diamante siempre estuvo ahí, pero no lo supiste apreciar, quisiste brillar, pero se te olvidó o por tu ignorancia no sabes que — un cobre oxidado jamás podrá brillar como un diamante.
— ¿Tú que eras si yo era el cobre? ¿Un diamante? — menciona con sarcasmo. Sonrío con ironía.
— Yo era el maldito demonio suertero que encontró el diamante que se te escapó de las manos — traga en seco — un demonio que estaba reivindicándose y encontré a mi salvadora. Tú me la quitaste.
— Lo que hagas no la va a traer de vuelta, te va a hundir más en la miseria en la que estás. — llegó su turno de mirarme con odio — yo he estado ahí donde estás tú ahora y por la misma persona, mi musa de ojos violeta ¡AAA!
Esta vez si grita de dolor, el enfermero me ve, pero no sé acerca.
— Mi mujer, mi musa, mi orquídea, mi odiosa, mi diamante, mi vida. ¡Mía! Nada tuyo.
— Fui el primero en su vida y eso no me lo vas a quitar.
— ¿El primero en qué? En hacerla sentir estúpida, en que no merecía ser amada, en dañar su reputación, a la que tanto se forzaba, en opacar el brillo de su mirada cuando le arrebataste todo lo que en su vida le importaba.
— ¡Fue un accidente, todo eso fue un maldito accidente! ¡Entiéndelo!
— ¡Cómo haya sido! — bajo el tono de mi voz — la dejaste ahí, desangrándose junto a su familia, déjate que viera como morían sus padres, dejaste que sufriera ¿Esa era tu manera de amarla? Maldito cobarde.
— La salve de que corriera la misma suerte que sus padres.
— ¿La salvaste? No se puede salvar a alguien que ya está muerto, — me calmo, respiro profundo — hay distintas formas de morir y la peor de ellas es cuando matas el alma antes que el cuerpo. Tú la mataste, dos veces, y yo te voy a hacer pagar por eso.
Analiza mis palabras.
— No es cierto, yo la amaba y la amo — golpeé su herida y lo callé antes de que gritará.
— La mataste ese día junto a sus padres, mientras se desangraba los vio morir y nació otra vez, una vida que me dio a mí y me la has quitado, dejándome muerto en vida. Y eso es peor.
— Estás sufriendo — se ríe — no soy el único.
— Lo hago, no mentiré, pero te lo acabo de decir. La peor muerte que hay es cuando matas el alma porque no sientes nada, solo te aferras a lo que te mantiene en pie y a mí me mantiene el dolor y el odio, por lo tanto, no importa si haces daño, no importa las súplicas y el dolor de los demás porque ninguno se compara al tuyo.
— Tú no...
— Yo sí, soy un ángel que convirtieron en un demonio y que desde ese momento siempre quiso volver a ser un ángel y creí haberlo conseguido, sabes, por eso pensé que Dios me premiaba dándome un diamante. Un diamante que tú me has quitado y con ella mis alas, he vuelto hacer eso que tanto me odie y que nadie sabía.
— Quieres darme miedo, pero no puedes jugar a ese juego, Connor. Yo te gano.— me carcajeo.
— Te contaré un secreto, hay cosas peores que drogar y violar a las chicas justificando por drogas ¿Te preguntaste por qué a tu adorada Frida la lastimaron tanto?
— Porque creían que era tu novia — se ríe — la muy caprichosa gritaba a los cuatro vientos que era tuya y paga caro el precio.
— Pero en ese infierno porque no dijo nada ¿No lo has pensado?
— ¿Me lo vas a decir?
— Porque mi demonio salió a la luz, quise protegerla, lo juro, quise que no la lastimaran más de lo que ya habían hecho, pero mil veces ella antes que Charlotte.
— Estoy de acuerdo, eso no te hace un demonio o tal vez nos hace a los dos un par de desgraciados.
— Hay niveles y tú eres un principiante ante mí, y no porque hagas las cosas que tú hiciste; yo jamás tomaría una chica a la fuerza.— me analiza buscado repuestas en mi mirada — Si quieres defenderte, te aconsejo que hagas tus terapias, porque juro que empezaré a hacerte pagar estando de pie o postrado en esa cama.
— Tal vez tengas razón. Te he matado junto a ella, ya no veo a mi primo el idiota que se dejaba, perdiste tu bondad.
— Lo hiciste, un triunfo a tu favor, pero no sabes lo que has traído de regreso, no creas que el lobo del juzgado no sale de esas paredes; porque, aunque lo tenga encerrado, no significa que no lo pasee.
Llega el doctor para decirme que mi tía está afuera y ver si la dejan pasar.
— ¿Dándole órdenes para que no me administren nada para el dolor? — se queja al ver que se retira el médico.
— Veo que sabes sobre eso.
— No soy tonto.
— Eso lo pondría en tela de juicio, pero no es que me importe. Es mi tía, vino a ver a su nene y más te vale ser amable, porque sé que no la tratas bien y pagas tu frustración con ella.
— ¿Me vas a decir cómo tratar a mi madre?
— Te digo que, si no la tratas bien, será la última vez que la veas y no creas que mi tío hará algo al respecto, agradece que es la única que aún le importas.
— Buenos días — nos interrumpe mi tía, quien se queda sorprendida al verme — Connor, ¿qué haces aquí?
— Verificando al recluso — traga en seco, pero no sé queja — y le estaba aconsejando que hiciera sus terapias porque negarse no es bueno para él ni para nadie. Además, que fuera amable porque mi amabilidad hacia ti se me puede acabar.
— Hijo, entiende que...
— Es él quien debe entender que lo que hizo tiene consecuencias y los demás, en este caso tú. No pueden pagar sus frustraciones, así que ponga de su parte para recuperarse o lo mando, así como está al agujero donde lo esperan, y te prohíbo la entrada para que dejes de aguantar sus malcriadeces, a ver si se puede valer por sí mismo.
Lo observo y el odio entre los dos se siente en el aire.
— No olvides lo que te dije.— vuelvo a ver a mi tía — Tía, a veces una madre necesita poner carácter.
Asimismo salgo del hospital y me encuentro con Andreina una vez más, esto es raro.
— Tú estás muy repetitiva, voy a venir creyendo que me estás siguiendo.
— Puedes ser un abogado sexy, pero eres un Viera y no me meto con los novios de mis amigas, además dijiste que aún la amas ¿O es mentira?— enarca sus cejas.
— Jamás mentiré en algo respecto a Charlotte, no lo olvides — enfatice y sonríe.
— Sabes Connor, a veces las palabras son un castigo, pero las promesas lo son más.
— ¿Por qué dices eso? — se acerca a mí respirando aire fresco.
— Muchas personas le tienen miedo a decir la palabra te amo, sin embargo, tú la dijiste sin miedo y sin titubear a Char.— ¿Cómo lo sabe?
— No soy un hombre que oculta lo que siente.
— Tal vez, pero ella no. Char siempre fue silenciosa, alegre, pero reservada y te diere algo que no sé si sepas. El papá de Char, siempre le enseño a brillar desde que era niña, hacer valiente aun cuando parecía una ostra sin querer salir de su caparazón, ambos le enseñaron a ser lo buena y recta que era, asimismo, le enseñaron que la confianza y el corazón no se le dan a cualquiera.
— Lo sé, ella me lo dijo.
— También te dijo que la palabra "te amo" nunca se lo dijo a nadie — me lo dijo a mí — Un día íbamos a cenar todos por el cumpleaños de Charlotte, y ella, con lo amable que era, aunque no lo creas, llamo "mi amor" al camarero, pero fue un reflejo. Papá Char se la quedó observando, y nos dijo a todas en especial a ella.
"La palabra amor significa unión, confianza, deseo, comprensión y el apoyo que te complementa en la vida cuando ves a una persona. Por eso yo amo a mi esposa y a mi hija, y son a las únicas que les digo esas palabras, porque es lo que quiero transmitirles, porque Te amo se dice fácil, pero significa todo"
— Luego observo directamente a Charlotte y le dijo, "la próxima vez que digas esas palabras a alguien, garantízate de sentirlas a alguien que de verdad lo merezca y que lo sientas, porque no a cualquiera se le dice que le perteneces con un simple te amo"
— Mi suegro era un hombre muy sabio.
— Hasta a mí me enseñó muchas cosas, entre ellas a quien decirle esas palabras, y sé que los actos también son importantes.
— ¿Por qué me dices esto?
— Porque sé que la apartaste de ti después del secuestro y sé que le dolió, incluso planee como íbamos a matarte y en dónde te enterraríamos para que no te encontrarán — me reí — pero ella me dijo "no podemos hacer eso porque él me ama y no puedo matar a alguien que me ha dado su confianza para ser mío en las buenas y malas. Ahora no está pasando por un buen momento y soy yo quien recibe el golpe porque puede ser el mismo conmigo, así que le daré el tiempo que necesita para que me venga a buscar, aunque no se lo haré fácil" — se echó a reír.
— Sí qué me la supo hacer — le respondí con media sonrisa y analizando lo que me ha dicho.
Ahora su "te amo" me duele más que antes, fui un imbécil en ese momento.
— Ella no hace nada sencillo, Viera. Ni cuando era niña, es una terca obstinada que cuando la hieres pega duro y se lleva a unos cuantos con ella. La heriste, y al pegarte nos dio a unos cuantos contigo.
No hay nada que pueda decir ante eso, pero no pase desapercibido que también habla de ella como si estuviera viva.
— Quisiera tenerla viva y conmigo, pero aún no podemos estar juntos.
— Te apoyo, aún no es el momento, tienes que cumplir tu promesa de encerrar a los que te persiguen y a quien le hizo daño. Ya llegará el día que le digas esas palabras de nuevo.
— Tendría que morir para decírselo de frente.— me observa pensativa.
— Hay distintas formas de morir, o eso decía ella — hasta en eso me complementa — por lo que veo, tú ya estás muerto, pero perdido en el limbo. Así que haz tu trabajo para llegar al tesoro que has perdido.
Me guiña un ojo y me deja solo mientras entra al hospital.
— Andreina — voltea — ¿Qué vienes a buscar aquí?
— Garantizando mi trabajo y supervisando el tuyo. Tal vez — se burla y me deja solo.
Está loca o es más rara de lo que pensé, aunque ahora entiendo por qué te costó tanto decirme "te amo". Miro a la nada recordando ese día, sin miedo y mirándome a los ojos.
— Yo también te amo, mi estrella, y algún día te veré de nuevo para demostrarte cuánto te amo y de mil formas que no te imaginas.