Capitulo 1

2727 Words
Una vez más estoy en el único lugar donde me siento en paz, aunque con el alma hecha pedazos, riego las plantas dándoles la vida que no puedo darle a su dueña después de hacer una limpieza a cada rincón de este hogar, ya que odiaba el desorden y el polvo, su hogar que ahora es el mío. Me siento en el balcón mirando a las estrellas deseando lo mismo de todas las noches durante estos seis meses, poder ver a mi estrella una vez más y decirle lo mucho que la amo, lo que me hace falta y que... Desde esa tarde en el aeropuerto cuando me enteré de que el desgraciado de Damián, mi primo, mi sangre y al que le perdone tantas bajezas hacia mi persona, esta vez me había quitado lo que más he amado en mi vida, a mi estrella y con ella a mi pequeño agridulce; él me quitó la oportunidad de hacer una familia, me quito la felicidad, mis sueños, todo y ahora estoy condenado a vivir en el infierno que se ha vuelto lo que era mi antiguo hermoso mundo, porque desde que perdí a mi estrella respirar, sonreír, vivir es una pesadilla. Aún cuerdo la primera vez que la vi, estaba sentado en una cafetería/ restaurante, molesto porque había tenido una discusión con mi padre sobre mi supuesta irresponsabilidad sobre un caso que manejaba Damián, y como era de costumbre cuando el idiota cometía un error, qué era siempre, me echaba la culpa y no tenía caso defenderme tampoco me importaba, además de eso Frida mi exnovia la mujer que me traiciono o me utilizo para los beneficios de su exnovio Damián, algo que desconocía, me había llamado para vernos. Eso me parecía deshonesto, egoísta, hipócrita y desvergonzado, porque esa mujer, aun después de traicionarme clavándome un puñal por la espalda y en el medio del pecho, no me dejaba avanzar, porque sí la quise y mucho, tanto que me hizo pensar en irnos a vivir juntos. Estaba que ardía de rabia, sin embargo, ese día pase por ahí deseando un buen café y al ver un mural en su entrada que decía: "Si tienes un mal día, aquí encontrarás lo que buscas al lado de un buen aroma de café" Quise ver si era verdad, y dudé en entrar, el café era delicioso y justo en ese momento apareció ella, entraba como toda una diosa por la puerta, con su cabello castaño suelto, con su vestido morado hasta las rodillas que moldeaba su cuerpo con tacones negros, pero lo más impresionante fue cuando sin querer sus lentes negros cayeron de su rostro y sus hermosos ojos morados brillaron como orquídeas en una vidriera dignas de ver. "Morado" ¿Quién tienes los ojos morados? Veía a un ángel, me sentí como un adolescente que acababa de ver a la chica inalcanzable de la escuela, me perdí en sus curvas, en sus gestos, mi corazón empezó a correr como si estuviera en un maratón de mil kilómetros y connorcito también respondió de golpe, era como si mi cuerpo hubiera descubierto lo que tanto estaba buscando. Había reconocido a su otra mitad, a su dueña, el complemento de su vida. Desde ese día supe que estaba delante del amor de mi vida, la dueña de mis quincenas, la que dominaría mi vida a su antojo sin importarme las consecuencias, la madre de mis diez hijos o más. Había encontrado lo que buscaba al lado del aroma de un buen café, eso no podía negarlo. Ese cafetín se volvió mi rutina, desayuno, almuerzo y meriendas, lo que sea para verla. Descubrí que iba todas las tardes entre las seis y siete de la noche, se acercaba al cajero o se sentaba en una silla sin molestarse en hacer un pedido, porque el joven que siempre la atendía con su sonrisa coqueta le llevaba lo mismo. De vez en cuando almorzaba o pasaba a comprar un dulce, y sí que tenía una seria obsesión por el dulce y a mí no me molestaría ser el de ella. Se llevaba de tres a cuatro todos los días, más el que degustaba en el local. Cuando se quedaba en el restaurante siempre contemplaba él o las personas, como si no existiera más nadie a su alrededor, sus ojos se humedecían como si los recuerdos la embargarán, se veía tan hermosa, triste y frágil, luego de un momento al otro cerraba sus ojos, se colocaba sus lentes, batía su cabello como una reina y parecía otra. Recuerdo pensar que esa chica tenía un dolor muy grande en su vida para usar una máscara y no querer quitársela delante de nadie, pero yo sí quería ver qué se escondía detrás de esos lentes. Así pasaron los días que se volvieron semanas y luego meses, algunas veces me tropezaba o se sentaba en la mesa de al lado, pero era invisible para ella. Hasta que ese día me cansé, dije que debía ser el lobo cazador que soy en los juzgados porque esta señorita no era una damisela común, así que iba a hablarle de frente, sutil y caballeroso, duré horas esperándola, pero nunca llego, acepte que todavía el destino no nos quería justos. Así que decidí irme a mi casa, a mi vida y olvidar mi obsesión por esta linda chica violeta. Mamá me llamo en medio de mi proceso de decepción para que fuera a cenar a su casa y hablarme de Arya, mi pequeña loca y rebelde hermana; algo que imaginé que iba a suceder, ya que se había metido en problemas en la universidad y papá me había mandado a ir a arreglar su desastre el día siguiente fuera de la ciudad. Cómo buen hijo, le pedí un café y un par de dulces mientras respondías unas llamadas de un caso de secuestro; abrí la puerta del local y sentí que tropecé con alguien que terminó con mi café encima de mi blusa. Estaba molesto por la persona que no se fijó al abrir la puerta, si algo que amaba era mi impecable vestimenta, pero me llevé una gran sorpresa cuando me di cuenta de quién era, había golpeado a mi estrella y esa era mi oportunidad y no la iba a desaprovechar. El destino no es tan malo después de todo, observé el cielo para darle gracias a quien me la haya traído y note que iba a llover, era la felicidad completa, amaba la lluvia, el cielo gris y la suave brisa fría, pero la señorita era muda o no tiene un buen carácter, solo me quedaba mirando como si fuera un estúpido mientras hablaba como un loco, fui espontáneo, gracioso, sarcástico, de nada me sirvió el discurso que había preparado y a la final quedé como un tonto con déficit de atención. Se supone que debía irme una vez me dejó plantado en la puerta del café, esta mujer era más difícil de lo que pensé, lo que la hacía mucho más especial porque no me gustaban las cosas fáciles. La estuve observando hasta que salió refunfuñando y la vi perderse por la esquina, pero ya conocía su voz, sus ojos eran de verdad, nada de lentillas, y su carácter era bastante odioso, hasta le permití insultarme. El día siguiente el universo me volvía a sonreír, porque aun cuando tenía la mala costumbre de llegar tarde a mis vuelos, esta vez la tenía ella usurpando mi lugar; y esta vez era yo quien iba a tener la última palabra. Asimismo, me enfoqué en cambiar mi imagen de tonto con déficit de atención, desconsiderado, seductor que se había creado de mí por un dulce parásito que la llevará a un coma diabético; y como si fuera poco, la vuelvo a encontrar envuelta en el piso entre cuerdas y papeles tratando de levantarse del piso en el hotel donde me hospedaba. Se veía como una damisela en peligro, pero en vez de admitir su error peleaba con una chica, aunque tenía una buena defensa; y me toco ser el abogado al rescate que supe aprovechar a mi favor. Si quería mi ayuda debía cenar conmigo y ame cada minuto con ella, le jure que vería las estrellas bajo la lluvia y a mí mismo, que viviría para hacerla sonreír cada minuto de su vida y amarla en la otra, aun cuando no podría decírselo, pensaría que estoy loco. Ya suficiente era que pensará que iba a matarla accidentalmente cada vez que la veía. Y cumplí, o eso me gusta pensar, que de verdad llegó a ver las estrellas bajo la lluvia, aunque me haya costado el alma; porque mientras yo hacía qué viera estrellas, ella me hacía ver la luz del sol. Ese sol que hace mucho había perdido y que nadie sabía, ese sol que me regreso a la vida y a luchar por lo que quería, un sol que ahora ya no tenía. Damián, me había quitado el sol mientras que creía que la cuidaba de unos desgraciados que la matarían sin piedad después de destrozarla solo para hacerme daño. Me había apartado porque muy en el fondo sabía que debía alejarla de mí o tendría el mismo destino de Frida, y eso no lo podía permitir, así como consideré que era mi castigo por pedirle que no sacara a esos hombres de su error. Con esa decisión la condené y me condené sin saberlo, la vida me había cobrado muy caro mi error, llevándome al infierno que ahora estaba viviendo desde mi secuestro solo por tener un maldito buen corazón. Ahora estoy aquí, sin vida, sin sueños, sin un sentido o propósito que no sea ver sufrir a los que me quitaron a mi estrella, a mi luz, incluyéndome a mí mismo, porque también fue mi culpa, por no cuidarla como debí, por eso enterré a la mujer que amo y a mi hijo junto a mi corazón y no hay nada que pueda hacer para cambiar eso. Un mes antes... Al fondo de mi razonamiento escucho la voz de un estúpido que no me deja morir en paz. — Si soy un estúpido y tú te estás matando poco a poco, Connor. — Déjame en paz, vete a coger a tu esposa y ocuparte de tus asuntos. — Te has vuelto un hijo de puta desde la muerte de... — Cállate, no la menciones. Déjala tranquila, no perturbes sus sueños. — ¿Crees que ella le gustaría verte así? — a quien le importa — no puedes seguir bebiendo como si no hubiera un mañana. — Lo hecho durante dos meses y sigo vivo, para mi desgracia. — Demonios, Connor. Jamás esperé verte así, te haces daño y lo que pasó no fue tu culpa. — ¡Lo fue!, pero también de ellos y se los voy a hacer pagar. — Vamos a darte un baño. — No te atrevas a verme en pelotas, ya tienes a tu mujer la pequeña Donnita perdiste los privilegios de verme desnudo y no creo que a ella le agrade. Se ríe en medio de mi desgracia. — Me alegra que conserves la gracia, pero verte así no le agradaría — Sí, la Donnita me odia porque le quite a su amiga. — Hablaba de tu odiosa estrella, y Donna no te odia. — Claro que lo hace. Donna era la asistente y la mejor amiga de Charlotte, la chica dulce y miedosa que solo obedecía órdenes, pero que me ayudaba a conquistar el corazón de su jefa y que por un juego del destino termino enamorada y casada con mi mejor amigo, colega y cómplice de aventuras; Andrés, el idiota que juro no enamorarse nunca por sus traumas, y termino arrastrando a su lado oscuro a una luz azucarada. — Ya vamos a la ducha. — ¿Te vas a aprovechar de mí bajos los efectos del alcohol? Eso es de poco hombre, Andresito. — Me alegra saber que por lo menos bajo cinco botellas de ron aún conservas a mi mejor amigo. — Andrés... El desgraciado me ignoraba mientras me desvestía en la cama de la habitación de mi mujer cuando mis oídos escuchaban con la falta que me haces de Reik. — El mundo me quita todo lo que amo y esta vez me cobró muy caro la deuda. — Connor, en esta vida no has hecho más que ayudar a los demás y ser la mejor persona que conozco. — De nada me ha servido ser buena persona. — No digas eso. — No puedo parar el dolor, me estoy desgarrando el alma, no respiro si no la tengo a mi lado — lloro como un niño y no puedo ni quiero evitarlo. — Hermano, no sé lo que estás sufriendo, pero si solo la idea de que a Donna le pase algo me mata no me quiero imaginar si la pierdo. — Despertar deseando no hacerlo y vivir estando muerto. Es estar muerto en vida y esto no es vida. — El dolor pasará y un día vivirás agradecido por haber amado a una chica, lo digo por experiencia. — Ahora te entiendo, agradezco no tener un arma porque juro que me volaría la cabeza, pero no sin antes hacer sufrir a los culpables. — Deja de pensar en eso, vamos, métete a la ducha, te sentirás mejor. — Me sentiré mejor el día que la vuelva a ver — lo observo — ¿Crees que me espere? Porque la condenada es orgullosa y me daría unos buenos golpes por no haberla cuidado bien. — Hasta yo quiero darte unos buenos golpes, pero no por no cuidarla, sino porque te estás matando y no creo que ella le guste saber eso. — Le dije que se alejará un poco de mí, que me diera tiempo de arreglar este desastre y la muy odiosa, terca, obstinada se lo tomó a pecho ¡La odio! — No, no lo haces. — No. No lo hago, amo a esa desgraciada odiosa de ojos violeta que se ha llevado mi vida. Maldita sea, esto duele y no hay nada que me adormezca o me quite esta desesperación, esta soledad, esta culpa. — Pasa el duelo, Connor, lo necesitas, te has encerrado en el trabajo y en este departamento. Vuelve al tuyo, estar aquí te hace daño. — Estar aquí meda paz y tu profana su hogar, ella no le gustaba que nadie entrara a su casa sin permiso y yo no te lo di. — Era entrar o la policía, por qué los vecinos se están quejando del escándalo que pones todas las noches. — Tienes estúpidos vecinos. — Los tengo. — ¿A caso nunca han perdido a alguien? — Me imagino que sí, ya daté una ducha, voy a hacerte un café. Siento el agua fría pegar con mi piel, que no me quita el dolor, pero me regresa un poco la consciencia y a los recuerdos de la vez que la hice mía en esta ducha. *Flashback* — Sal de aquí, voy a llegar tarde a la oficina y tú al juzgado. — Valdrá la pena, además me quiero cerciorar que estés bien limpia. — Mi dulce, no me gusta llegar tarde al trabajo y... La callo mientras la besos y la empotró contra la pared, haciendo que envuelva sus piernas en mis caderas. — Tienes un poco de mugre aquí — señalo su cuello antes de lamerlo — y aquí — lamo la mitad de sus pechos - mm, también aquí. Tomo uno de sus pechos y me los llevo a la boca y después el otro, hasta hacerla gemir. — Aaa, Connor. Hago que baje sus piernas y me arrodillo ante ella. — Vamos a ver si esta área también está limpia. Subo una de sus piernas a mi hombro y sí que la inspeccione con ímpetu y hambre. — ¡Dios, Connor! — grita mi nombre, mientras se aferra a mi cabellera. Amo cuando hacía eso. — Creo que esa área está bien limpia, ahora — se ríe. — Tú eres un tramposo, tenemos diez minutos para salir. — Mm, creo que en cinco puedo hacer algo. Termino enterrándome en ella y amándola como nos gusta. *Flashback* — Mi odiosa lluvia de estrellas, te extraño. Ayúdame a vivir sin ti porque yo solo no puedo.
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