Así empezó el tórrido romance entre Leo y Matilde de nuevo, entre besos, caricias, museos y pinturas. Se veían todos los días sin importar la hora. A veces podían toda la mañana y otras sólo durante unas horas, las cuáles aprovechaban al máximo, sin perder el tiempo.
Durante esas semanas se pusieron al tanto de sus vidas. Él le platicó todo lo que pasaba en Al Paraíso, como había vivido su vida desde que ella partió y Matilde le contaba sobre Inglaterra, lo bonito que era pero lo triste que se sentía siempre. Ambos lloraron juntos, se consolaron, se prometieron, como todos los días, que ya nadie los separaría y que no importaba lo que sucediera, se quedarían juntos como siempre debió ser.
Entonces de nuevo el destino hizo de las suyas, esta vez para para bien, demostrándoles a los dos
