Leo bajó directo a su casa y dejó los papeles sobre la mesa del comedor. Seguía pensando que era una broma pesada lo que le habían dicho hace unos momentos atrás, él ¿heredero? ¿Con un padre que se llamaba igual que él? ¿Su madre ocultándole toda esa información? ¿Por qué? Había más preguntas que respuestas y sabía que la única persona que podía ayudarle era su Tía Leona, la única y última testigo de la vida de su madre antes de que él naciera y conociera todo como está ahora. Así que Leo bajó hacia la casa de su Tía, aquel pequeño hogar que a veces en su infancia le había dado cobijo y decidido tocó la puerta esperando a que ella dijera con su ronca voz “adelante” y le dejara pasar. No tardó mucho en escucharla y abrió la puerta de inmediato. Su tía lo observó y le sonrió. —Vienes a p