Capítulo 3: La historia de la tía María Parte 3

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“Las mejores y más hermosas cosas del mundo no se pueden ver ni siquiera tocar, solo se pueden sentir con el corazón”. Helen Keller Atormentado por la culpa de no poder salvar a su esposa, Thomas cayó en la desesperación, entregándose a su trabajo.  Rose siempre sería la luz de su vida, pero incluso sus puños regordetes aferrándose a sus dedos o su sonrisa sin dientes no eran suficientes para aliviar la depresión en su corazón.  La hermana de Estelle, María, se hizo cargo de la crianza de su sobrina cuando Thomas estaba fuera con su alfa para trabajar en la manada.  Se mudó a las tierras de la manada, dejando atrás su vida humana. A veces, Josie, la actual Luna de la manada, pasaba con su hijo Xavier, quien era apenas un niño pequeño en ese momento, para visitar a su futura nuera. Era sorprendente cómo el bebé se callaba cuando Xavier estaba cerca. Por su parte, Xavier miraba al bebé fascinado por sus balbuceos.  Josie había dado a luz recientemente, pero el nuevo hermano de Xavier no lo fascinaba de la misma manera que lo hacía la pequeña Rose. —¡Mamá, linda! —exclamó en un cálido día soleado cuando Josie estaba de visita (había dejado a su hijo menor con una niñera).  Mientras tanto, Thomas había salido con su Alfa para inspeccionar el perímetro del territorio de la manada.  Xavier señalaba los rizos salvajes y rebeldes que coronaban la cabeza de la niña de 9 meses. —Oh, va a tener problemas intentando peinar su cabello. —Josie se rio cariñosamente, observando al bebé intentando gatear sobre sus regordetas piernas. —Su progreso es un poco lento, ¿no? —preguntó María, mordiéndose el labio inferior preocupada.  A estas alturas, la mayoría de los hombres lobo ya gateaban y se metían en todo. —No te preocupes por eso — aseguró Josie con aires de superioridad—. Cada niño es diferente. Después de todo, ella es parte humana. El médico dijo que sus genes de hombre lobo permanecerían inactivos hasta su primera transformación. María asintió, aún preocupada por su sobrina.  Si los hombres lobo más jóvenes eran algo parecidos a sus contrapartes humanas adolescentes, su sobrina lo tendría difícil.  —A veces me preocupo; tal vez no encaje. —Tonterías, ella es la futura Luna de la manada. Nadie se atrevería a acosarla —reprendió Josie. Mientras las dos mujeres hablaban entre ellas, hubo un repentino estruendo en la puerta principal.  Un cilindro rodó hacia la sala de estar. El gas explotó y los dos adultos empezaron a toser. Rose comenzó a llorar, al igual que Xavier de 2 años. Ambas mujeres tomaron a sus bebés respectivos y salieron corriendo de la casa. —Llévalos —suplicó Josie, dejando a su hijo en los brazos de María. Josie estaba lista para cumplir su deber como Luna de la manada. Arriesgaría su vida diez veces si eso significaba salvar a los cachorros.  Después de dar un beso rápido en la cabeza de su hijo, se volvió para enfrentarse a los intrusos mientras María salía corriendo con los dos niños en brazos. Sin embargo, María no llegó muy lejos, en el momento en que logró salir de la casa, un hombre lobo con un olor desconocido la agarró.  Xavier cayó de su agarre, pero el hombre lobo no le prestó atención al niño de 2 años. En cambio, sus ojos brillaron mientras miraba a Rose.  Un rápido cuchillazo en el abdomen y María cayó, sujetándose el estómago. La sangre comenzó a mancharle las manos, mientras Rose estaba en manos del hombre lobo.  Él se dio la vuelta para escapar, pero de la nada, Josie saltó sobre él, golpeándolo hasta derribarlo. La niña de nueve meses cayó sobre el césped, llorando por haber sido sacudida. Josie, ya herida y sangrando por la pelea con el hombre lobo en el interior, siguió golpeándolo una y otra vez, y preguntándole una y otra vez: —¿Por qué quieres a la futura Luna de la manada Crimson Phoenix? El hombre lobo, riendo y escupiendo sangre, finalmente habló. La mano de Josie se detuvo a mitad del golpe. —¡Debilitaremos tu manada! Tomaremos este territorio algún día. Para hacer eso, debilitaremos al futuro alfa, que está fuertemente protegido. Un alfa no es nada sin su Luna. Sabemos que sus Lunas tienen habilidades especiales. ¡Una vez que eliminemos a la futura Luna, su manada ya no será tan fuerte como lo es hoy! —El hombre sonrió como loco y escupió más sangre y unos cuantos dientes. Maria y Josie estaban agradecidas de que este hombre lobo no supiera que el futuro alfa estaba a unos pocos metros de distancia, llorando por el alboroto.  Como si aparecieran de la nada, Thomas y el actual alfa, Edmund, emergieron del bosque cercano corriendo como si sus vidas estuvieran en peligro. —El otro está muerto adentro — dijo Josie sombríamente, apartándose del hombre lobo que ahora reía como si estuviera loco. Thomas recogió a Rose llorando del suelo y corrió a ayudar a María, quien estaba perdiendo sangre rápidamente.  Comenzó a marcar una ambulancia.  Josie se volteó para abrazar a Xavier mientras Edmund agarraba al secuestrador en potencia, poniéndolo en pie.  Los subordinados del alfa llegaron corriendo al claro y agarraron al hombre lobo enemigo de Edmund. —Bueno, ahora te espera la celda de detención —murmuró Edmund, sus subordinados arrastrándolo lejos.  Luego volvió su atención a María, quien sangraba profusamente. Necesitaba ser llevada a un hospital humano. La herida parecía mortal. Si ella hubiera sido una mujer lobo, ya habría estado curándose. *** —La única forma de mantenerla a salvo por ahora es enviarla lejos — dijo Edmund en voz baja una semana después. Su prisionero se había matado a sí mismo, sin revelar nunca quién estaba detrás de este nefasto plan para dañar a un inocente bebé en un intento de destruir la manada de Edmund. —Ella es parte humana. Podría adaptarse bien al mundo humano por ahora. Cuando sea mayor y sus genes de hombre lobo se manifiesten completamente, podrá cuidar mejor de sí misma. Por ahora esta es la mejor opción. —Si su madre estuviera viva… — Thomas se detuvo tristemente antes de continuar—: Me he convertido en un desastre desde su muerte. No confío en mí mismo para vigilar adecuadamente a mi propia hija. Mis episodios de depresión a veces se vuelven tan graves que la única forma en que puedo sobrellevarlos es tomar la medicación que me han recetado. Me deja fuera de combate durante varias horas. Y... no puedo ir con ella —declaró finalmente Thomas. —No te estoy pidiendo eso, Thomas. Tú eres mi Beta. Ambos necesitamos descubrir quién está detrás de este plan para secuestrar a la futura Luna y dañar a mi hijo. Eliminaremos esta amenaza juntos, por nuestros hijos. Una vez que tengamos éxito, llamaremos a Rose para que se una a nosotros, a su lugar legítimo —aseguró Edmund a su amigo y segundo al mando. Asintiendo mientras se tragaba las lágrimas, Thomas miró a Maria. —Me la llevaré conmigo, Thomas —habló Maria antes de que Thomas pudiera pedírselo siquiera. —No puedes ir así como estás, Maria —dijo Edmund con determinación—. Casi te mueres en el último ataque. Si vas a protegerla... Lo siento por pedirte esto, pero necesitas ser más fuerte. Maria miró a Edmund, pálida de repente. Tendría que permitirles convertirla. —No —exclamó Thomas enérgicamente—. Estelle nunca lo permitiría. Con solo mencionar a su hermana, los ojos de Maria se llenaron de lágrimas. —Estelle confiaría en mí para mantener a su bebé a salvo. María se volvió hacia Thomas con lágrimas fluyendo libremente por sus mejillas. —Lo haré, por Estelle y por la pequeña Rose. Lo haría mil veces si eso significara mantener viva a esta preciosa niña para cumplir las grandes cosas para las que está destinada. Estelle siempre me decía por teléfono que sentía que su bebé era especial. Faltaré el respeto a su memoria si no hago todo lo posible para cuidar de Rose. —El proceso de conversión para todos los humanos es doloroso. Por eso nunca convertí a Estelle. Algunos ni siquiera sobreviven al cambio — habló Thomas furiosamente—. Estás arriesgando tu vida. ¿Qué diría tu hermana? Ella nunca querría que te sacrificaras. —Estoy hecha de una materia más fuerte que Estelle. Ella siempre fue la más frágil de las dos. Sobreviviré. Pero la forma en que temblaba la voz de María dejaba claro que incluso ella tenía dudas. Respiró hondo y siguió hablando: —Una vez que tú y nuestro Alfa hayan controlado todo, regresaremos.
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