Al despertar, Elliot se sintió extrañamente observado, pero supo inmediatamente de quien se trataba, por lo que no temía al respecto, a pesar de lo escalofriante que era. —Deja de hacer eso, das miedo —se burló manteniendo sus ojos cerrados. —Debí de imaginarme que no reaccionarias como una persona normal, ocultándote en mi cuello avergonzado o abriendo tus ojos para observarme también —resopló, divertido. —¿Por qué haría algo de eso cuando no hay nada mejor en el mundo que dormir? —se excusó. —Ah, olvidé que no eres una persona mañanera —sonrió Alex, plantando un beso en su frente—. ¿Cómo estás? —¿En serio me estás preguntando eso a mí? —suspiró abriendo un ojo—. Tú fuiste quien se volvió todo peludo y salvaje, sin contar la pelea. —Me interesa particularmente saber si tus mareos co