Mónaco se reunió en un café alejado a su casa, tendría tres citas con mujeres que habían respondido a su publicación. Se sorprendió de que fuese tan pronto, aún así, no podía evitar sentirse relajado porque su hija, quien ahora jugaba a su lado con una muñequita que parecía una sirena y que sacaron de una tienda de segunda mano, si Tempesty tenía alguien de su confianza cuidandola él se sentiría más tranquilo y, aunque suene mal, su mentira sería un poco más creíble si volvía a sus actividades sin perturbar su horario. -Tempesty, no- ella abrió mucho los ojos mientras Mónaco suspiraba limpiando con paciencia su barbilla la cual había embarrado de mantecado de el helado que comía. En ese momento una mujer rubia de unos treinta años se acercó a ellos. Llevaba una camisa de vestir color ciel