–¿Me quiere decir que puede leer el libro que tiene entre las manos? –Ya lo había leído antes en compañía de mi padre, Señoría. –¡Eso me parece extraordinario, Señorita Melville! Nunca había conocido antes a una joven que se interesara por Sófocles y menos aún, que pudiera leer lo que él escribió. –Ya le he dicho que yo tengo sangre griega en las venas– respondió Corena–, así que quizá para mí sea más fácil que para otros. Lord Warburton se sentó en una silla junto a ella y declaró, –Yo también tengo sangre griega. ¿Considera usted que a eso se debe el que nos sintamos tan atraídos hacia Grecia y que nos interese más que ningún otro país de Europa? Él estaba dando por hecho que Corena sentía lo mismo que él, pero no le parecía extraño, y añadió: –Lo que nos interesa a nosotros no es