Capítulo 2

1617 Words
En lo alto del firmamento las estrellas alumbraban el cielo capitalino. Iván, sentado frente a la piscina, fumaba un cigarrillo sumido en sus recuerdos. Se sobresaltó cuando su celular sonó en su chaqueta, observó ceñudo aquel número, sin embargo, deslizó su dedo por la pantalla para responder.   —Iván Arellano —escuchó que lo nombraban con euforia—. Me encontré con tu hermano menor y me informa que estás aquí, en Ecuador —comentó aquella voz masculina al otro lado de la línea.   —¡Gustavo Saavedra! —exclamó Iván.   —Él mismo —afirmó el joven—, te llamo para darte la bienvenida, hermano. Ven a la plaza Foch. —Estoy algo cansado —resopló Iván—, llegué hace unas horas. —No me digas que los años ya empiezan a pesarte. —Carcajeó—, apenas cumpliremos tres décadas —bufó al otro lado de la línea Gustavo.   —No claro que no —afirmó Iván, riendo—. Está bien, cuando esté cerca te marco para saber en qué bar te encuentras.   —Perfecto —respondió Gustavo, colgando la llamada.   Iván apagó la colilla de cigarrillo, caminó con las manos en los bolsillos en dirección a la casa, aún no muy convencido de haber aceptado esa cita, sin embargo, no podía hacerle un desaire a su gran amigo. ******* Las luces, música, y la alegría de la gente quiteña, concentrada a lo largo de la Mariscal, daban la bienvenida a Iván, quien hace años no conducía por aquellas calles y disfrutaba de una farra en la capital.   Bares, restaurantes, discotecas para todos los gustos, se concentraban a lo largo de la calle; jóvenes conversaban divertidos en las esquinas de cada intersección.   Iván tecleó el número de su amigo Gustavo, quien le indicó que siguiera su recorrido a un par de casas más adelante. Él se encontraba bebiendo cerveza con unos amigos de trabajo, sentados en una mesa en los exteriores de un exclusivo bar.   Iván prosiguió el camino, buscando estacionamiento, hasta que su mirada, se encontró con la de su gran amigo, quién levantó la mano en señal de saludo.   Más adelante aparcó el vehículo, y bajó de él caminando en dirección a su mejor amigo, captando la atención de las mujeres que se encontraban a su alrededor. No pudo evitar sonreír al escuchar los murmullos, una vez que llegó hasta donde lo esperaba Gustavo, ambos se estrecharon en un fuerte abrazo.   —Qué bueno tenerte de regreso en nuestro país.   —Gracias, espero quedarme un largo tiempo.   —Ven, acompáñame en la mesa con mis compañeros del bufete —sugirió Gustavo, procediendo a presentar a Iván, con ellos, entonces ambos tomaron asiento.     —Me informaron que hay una fiesta que organiza la Facultad de Medicina de la Universidad Central —comentó uno de ellos.   —¿Es privada?, o ¿Podemos acceder sin problema? —averiguó otro de los caballeros que disfrutaban de la bebida.   —Hay que comprar boletos, ustedes saben que esas fiestas se organizan para recaudar fondos —informó el más joven del grupo—, pero eso no es problema. —Sonrió bebiendo un sorbo de cerveza.   —No cuenten conmigo, no me gustan esas fiestas llenas de jovencitos inmaduros —comentó Iván, dando un sorbo a su vaso de whisky.   —Y de muchachas jóvenes y divinas... Cómo las que vienen por ahí —señaló Gustavo, refiriéndose a tres hermosas chicas que caminaban juntas.   Iván levantó su grisácea mirada, cruzándose con aquellos oscuros, y hermosos ojos de una de ellas; la chica se retiraba unos mechones de su cabellera negra, que se confundía con el ébano de la noche, y que le llegaba hasta la cintura.   Iván, con discreción recorrió con la mirada la delgada y esbelta figura de la jovencita quien lucía aquella noche unos jeans ajustados a sus curvas, acompañaba su atuendo una sencilla camiseta blanca, y una chamarra de piel café que hacían juego con sus botines. Él le dio un sorbo a su bebida apreciando aquel rostro angelical; ladeó una sonrisa, impresionado con la belleza y simplicidad de ella.   La chica sintió sus mejillas enrojecer al sentir la penetrante mirada de aquel apuesto y elegante caballero. Desvió su vista a otro lado para que él no notara su nerviosismo; tomó del brazo a una de sus amigas caminando con prisa, alejándose del galanteo de los hombres que lo acompañaban.   Iván persiguió a la muchacha con la mirada, ella se estremeció al sentir ese vistazo penetrante recorrerla como fuego. Respiró profundo, tranquilizándose, era la primera vez que Paloma, a sus dieciocho años, estaba en un sitio tan concurrido. La joven se sentía muy emocionada era su reciente visita a una discoteca, no había tenido la oportunidad, debido a problemas familiares.   —¿Observaron a las muchachas que pasaron? —cuestionó Gustavo, dirigiendo su mirada color chocolate a su mejor amigo—. Bellísimas —comentó —, y están entrando a la fiesta de la U —orientó su rostro hacia el lugar.   —No creo que sea tan mala idea después de todo, ir a ese baile —señaló Iván, volviendo a darle un sorbo a su bebida, ladeando una sonrisa, recordando la tímida mirada de la joven de cabello oscuro.   **** Los caballeros enseguida se pusieron de pie y pagaron la cuenta, no tuvieron que hacer fila para ingresar a la fiesta de la Universidad a causa de las influencias de uno de ellos, quién enseguida consiguió los boletos; posterior a eso caminaron al interior de la discoteca decorada con globos blancos; mientras muchos jóvenes danzaban en la pista al ritmo de: «Don't Stop The Music by Rihanna» Muchas jovencitas sonreían y coqueteaban con los apuestos caballeros que permanecían de pie junto a la barra de la discoteca y, observaban el baile de muchas de ellas, quienes con sensuales movimientos atraían la atención de varios chicos. Entre tanto Iván, en medio de las luces parpadeantes buscaba con la mirada a la misteriosa muchacha, a lo lejos la divisó, sonrió al ver como sus amigas la halaban de los brazos para llevarla a la pista de baile, al parecer ella se negaba, él se recargó sobre la barra prestando atención a la disputa de las jovencitas, observó entonces como ella se daba por vencida y era arrastrada al medio del salón.  Entre tanto los amigos de Iván, sin pérdida de tiempo se acercaron a las dos jóvenes que acompañaban a Paloma, para bailar con ellas, dejando a la morena sola en medio de la pista; cuando ella se disponía a regresar a su lugar la sensual voz de un hombre la sorprendió: —¿Bailamos? —inquirió observándola de cerca con aquellos ojos azules profundos, mientras mostraba su blanca dentadura debajo de aquellos labios gruesos en una amplia y seductora sonrisa. Paloma, se quedó sin aliento ante la presencia del atractivo hombre, sintió sus piernas temblar al recorrerlo con su mirada: empezó por el reluciente calzado de cuero café que lucía esa noche y que hacía juego con el pantalón de mezclilla n***o, combinando a la perfección con aquella camiseta blanca de cuello en V, que resaltaban sus firmes pectorales, además que el blazer azul claro le daba un toque sofisticado pero moderno a la vez; ella emitió un suspiro involuntario cuando observó el rostro de Iván, y su impoluta barba, su nariz respingada, además de esos ojos que la derretían y que le recordaban a los de alguien que ella no lograba recordar.  —Bueno —balbuceó con timidez, después de esos minutos en silencio, sin poder resistirse a él, empezó a mover su cuerpo al ritmo de la melodía para no demostrar su nerviosismo. Iván, no le quitaba la mirada de encima mientras bailaban; ella de vez en cuando levantaba sus ojos hacia él. —¿Te puedo invitar un trago? —preguntó al momento que la canción se terminó. —No bebo licor y no acostumbro a aceptar bebidas de desconocidos —pronunció la joven con timidez. —Esas dos cosas las podemos solucionar —habló con voz seductora Iván—, te invito una bebida sin licor —sonrió. La joven se sonrojó mientras percibía que su cuerpo se estremecía ante las miradas que él le brindaba; aquellas sensaciones no las había sentido con nadie hasta entonces: era algo inexplicable la atracción que aquel hombre, ejercía sobre ella; quizás porque se demostraba como un caballero, elegante y educado, era el ejemplar con el que soñaba desde niña. —Para dejar de ser un desconocido mi nombre es Iván Arellano —se presentó sonriendo—. Es un verdadero placer conocerte —pronunció al momento que tomó la mano de la joven y se la besó. El rostro de la chica se tornó carmesí, una gran O se dibujó en sus labios y su cuerpo sufrió gran conmoción al sentir una especie de corriente recorrer su piel, y calcinarla por dentro.  —Paloma Borrero —respondió con timidez, tratando de reponerse a los estragos que los labios de él, sobre su piel le causaron. —"Paloma" —pronunció con su gutural voz. —¡Qué hermoso nombre! —exclamó—, símbolo de paz y reconciliación. Paloma, abrió sus hermosos ojos negros con sorpresa al darse cuenta que él conocía el significado de su nombre. —Sí, así es —sonrió con timidez la chica. Iván, no dejaba de mirarla, era algo que no podía evitar, las finas facciones del rostro de la joven, su tierna y aterciopelada piel lo tenían cautivado; es así que la llevó hasta la barra del bar, y solicitó al barman: una piña colada sin licor para Paloma, y un whisky para él. 
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