Mi fin de semana terminó convirtiéndose en una pesadilla de insomnio. La conversación con mis padres sobre cómo mi comportamiento inapropiado los deshonró, junto con mi aparición en las noticias (me dije a mí misma que no lo comprobaría, pero la curiosidad se apoderó de mí), me dejó dando vueltas inquietamente en la cama durante las últimas dos noches.
Tenía corrector por toda la cara. Se habían formado círculos de oso panda debajo de mis ojos, así que hoy me maquillé muy espeso.¿Por qué no podía tener una simple aventura de una noche y fugarme con un tipo pobre, borracho y corriente que no terminaría en el periódico? En cambio, me encontré durmiendo con los dos hermanos Clarrion con mi cara pegada en todas las revistas de chismes de la ciudad.
Para colmo, dejé mi billetera en su casa, así que tuve que tomar el metro en lugar de un taxi porque no tenía suficiente dinero. Esta fue la primera vez que temí mostrar mi rostro en público. Estaba todo preparado y listo para partir hasta que abrí la puerta.
Una horda de paparazzi esperaba en la entrada de mi departamento. Cobraron vida cuando me vieron como una masa de zombies. Un montón de cámaras parpadearon, casi cegándome, y no pasó mucho tiempo antes de que me enviaran una ráfaga de preguntas insultantes.Cinco segundos después, tenía la puerta cerrada a mis espaldas y no había solución para pasar a los paparazzi devoradores de hombres afuera.
Quizás debería reportarme enferma hoy.No, esa no era una opción válida. Con la noticia, los chismes se extenderían como locos por la oficina; mi ausencia era otra cosa de la que podían surgir chismes.
Me lancé al porche delantero en un atrevido segundo intento de escapar de mi casa. Los disparadores de la cámara volvieron a dispararse. Cerré los ojos para bloquear el resplandor.¿Era así como iba a ser mi camino al trabajo? Apenas podía dar unos pasos sin tener que apartar a la gente de mi cara. A este ritmo, tardaría un día entero en llegar a la puerta de mi oficina.
Necesitaba un plan B, aunque a mi cabeza no se me ocurría nada. Cabeza estupida.
Entonces llegó mi salvación. Probablemente salvación no era la palabra correcta; más bien era condenación, ya que toda esta situación fue causada por ellos en primer lugar.Sentí una mano sacarme de la horda y cuando miré hacia arriba, vi a Liam Las sensaciones del sábado me inundaron por su toque, y el calor comenzó a subir por mi cuerpo a pesar de los paparazzi que nos rodeaban.
—¡Apurate!—gritó, y señaló un auto n***o, de aspecto muy caro, estacionado en medio de la carretera. Ivan me saludó con la mano y abrió la puerta para darme la bienvenida.
No lo pensé dos veces antes de subirme corriendo al auto. Liam me siguió. Cerró la puerta de golpe y nos marchamos.
Los gemelos me apretujaron en el centro.
—Chicos— dije, palmeándome la frente—¿Por qué no me dijeron que eran los hermanos Clarrion?
—Pensamos que lo sabías—dijo Liam, moviendo esos labios sexys que quería sofocar con los míos.
Otra cosa que me mantuvo despierta este fin de semana fue pensar en cuánto quería follarme a estos dos hombres. No podía olvidar la forma en que los dedos de Liam trabajaban con mi centro, y mientras lo miraba me resultó imposible no pensar en ello. Pasé las últimas dos noches tocándome, pero apenas podía hacerlo como lo hacía Liam.
Por supuesto, nunca admitiría cuánto los deseaba.
—Bueno, tal vez sí sabía quiénes eran ustedes, pero si lo sabía, lo olvidé–dije, tratando de evitar el contacto visual. Me froté los muslos, tratando de curar el dolor que sufría debajo—¿Cómo diablos descubrieron dónde vivía, de todos modos?
—Sandra Elvir, veintiséis años, directora de ventas– Ivan sacó mi billetera y la puso en mi regazo—. Lo dejaste en la habitación de nuestra suite, tu nombre y tu tarjeta de identificación están ahí. Una búsqueda rápida en Google, unos pocos clics y tuvimos tu dirección.
—De verdad—dijo Liam—. Lo robé de tu bolso.
Toda mi tensión s****l fue inmediatamente redirigida a mi ira.
—¿Tu lo robaste?—pregunté, apretando los dientes.
—Quería saber cómo contactarte para poder follar ese coño tuyo otra vez—tomó mi pecho con su mano y comenzó a acariciarlo a través de la tela.
—¡Oye! —dije. Sin embargo, a pesar de lo enfurecida que estaba, le dejé hacer lo que quisiera. La parte lógica de mi cerebro quería que apartara su mano; Mezclarse con los hermanos Clarrion sólo significaba problemas.
El conductor que miraba desde el asiento delantero debería haberme motivado a detener sus manos, pero eso no fue suficiente. Pude ver sus ojos errantes reflejados en el espejo retrovisor, y su mirada sólo lo hizo más caliente.Daniel tenía razón; tal vez yo era una puta después de todo—.Oye, basta— dije, tratando de sonar severa. Sus dedos desabotonaron mi camisa de vestir y vagaron por debajo de la tela hasta que encontró mi pezón erecto—.Lo digo en serio— continué, pero las palabras salieron en un gemido y gemí justo después.
Liam le sonrió a su hermano.
—A ella le gusta esto.
Liam respondió tomando medidas también, desabotonando más mi camisa.
–Puedo decir que sí.
Ivan cambió de posición para poder besarme. Mi boca le dio la bienvenida y su lengua se deslizó para poder ejercer su magia en mí.
—Gordon, viejo sucio, cierra la divisoria— dijo Liam.
—Sí, señor—el divisor se levantó lentamente, aunque estaba segura de haber escuchado a Gordon detenerlo un par de veces para poder mirar más detenidamente.
—Sandra —la forma en que Liam dijo mi nombre con su voz ligeramente ronca me hizo gemir de nuevo—.Abre tus piernas.
Sin dudarlo, hice lo que me dijo y le di acceso a mi centro. Sus dedos se metieron debajo de mi falda y la encontró rápidamente. Lo primero que buscó fue mi clítoris, y la forma en que lo frotó expertamente, acariciando y pellizcando, fue suficiente para enviarme un placer candente. Mi camisa se había arrugado en mi cintura, exponiendo mi sostén a los gemelos. Ivan apartó las copas para revelar mis montículos. Sus labios bajaron por mi cuello y finalmente hasta mi pezón. Pasó la lengua sobre él y lo humedeció con saliva. Empujé mi pecho hacia afuera y presioné su cara contra mi pecho, queriendo que chupara más fuerte.
—Dame tu pene–dije, tirando todo el infierno por la ventana. No estaba segura de a qué gemelo se lo había dicho.
Liam se rio entre dientes en mi oído.
—Mi placer–se bajó la cremallera del pantalón y sacó su m*****o. Eché un vistazo de reojo para mirarlo. Lo había visto una vez antes, pero no pensé que alguna vez me acostumbraría. Medía al menos siete pulgadas de largo y su circunferencia también era ancha. Sentí que me mojaba más al pensar en que se hundiera en mis pliegues—.Aquí tienes, princesa–llevó mis dedos a su m*****o. Estaba duro y palpitante. Al principio lo cepillé tentativamente, sin estar muy segura de si debía acariciarlo. Pero pronto, la lujuria se hizo cargo y lo agarré con fuerza, frotándolo de un lado a otro.Él gimió—.Más rápido.
Con el estímulo, lo abracé con más fuerza y aceleré mis movimientos.
—No es justo, hermano— dijo Ivan. Soltó mi pezón de su boca y también se desabrochó el pantalón. Se masturbó y vi como Liam seguía jugando con mi coño. Sus golpes se hicieron más rápidos; Mis caderas se movieron hacia adelante y hacia atrás para seguir su ritmo y mis paredes se apretaron alrededor de sus dedos.
Estaba cerca del clímax. El placer se apretó en mi centro y empujé mis caderas contra sus dedos como una perra en celo.
—Más fuerte, más fuerte, por favor– supliqué mientras gemía. Ni siquiera me importaba si Gordon podía oírme.
El placer se acumuló dentro de mí. Apreté mis muslos, deseando soltarlos. Y luego, Gordon bajó un poco el divisor y dijo: —Estamos aquí—no me importaba si habíamos llegado a la oficina, quería joder. Desesperada por correrme, traté de hacer que los gemelos continuaran. Me incliné para besar a Ivan en los labios, pero él me detuvo poniendo su mano sobre mi boca. Liam sacó los dedos y tomó un trozo de pañuelo. Quité mi mano de su eje, estupefacta de que nos hubiéramos detenido tan abruptamente.
—¿Eso es todo?–pregunté, mi coño todavía anhelaba ser liberado.
—Sí—dijo Ivan subiéndose la cremallera —. Eso es todo–la sangre subió a mis mejillas mientras echaba humo. ¡Me estaban tomando por tonta! Liam se volvió hacia mí mientras sonreía con picardía—.A menos que quieras más.
Ya estaba abotonándome la camisa y arreglándome el pelo.
—Absolutamente no—como diablos me iban a hacer suplicar después de tanta humillación. Podría haber actuado como una puta fácil con estos dos gemelos tan atractivos, pero estaba segura que no iba a admitirlo en voz alta.
Ivan abrió la puerta—.Entonces vete. ¿A que hora sales?
—Seis de la tarde. ¿Por qué?
—Espéranos aquí. Nosotros te recogeremos.
Le puse los ojos en blanco. Estos tipos no valían tantos problemas... tal vez.
—No. Me iré a casa sola—me golpeó el trasero cuando intentaba salir del auto.
—Estaremos aquí a las seis, te guste o no.
—Lo que sea.
Antes incluso de dar diez pasos, escuché a los gemelos gritar: —¡Oye, Sandra!
–¡Qué!—grité, ya en mi punto de ebullición.
Ivan colgó la billetera frente a mí.
—Olvidaste esto
Dejé escapar un sonido de molestia y le arrebaté el objeto.
—Gracias, ahora vete.
—Como desees, princesa.