Capítulo 5.

2103 Words
Cassandra se hallaba sentada en el consultorio del ortopedista y con el traumatólogo, Esther su fisioterapeuta le ayudaba a caminar por su cuenta por primera vez después varias meses. - Intenta caminar muy despacio. Le indicó el Dr. Morales. Cassandra dio unos cuantos pasos con temor a caer, sin embargo eso no sucedió. - Las terapias han servido de mucho. Usando este bastón podrás dejar la silla hoy mismo. Pero si te cansas deberías sentarte y de nuevo volver a intentarlo al cabo de un rato, te recomiendo llevar la silla de ruedas a donde vayas solo por si acaso. Le dijo el Dr. Salazar (el traumatólogo). Cassandra asintió. En eso su teléfono timbró, vió en la pantalla un número desconocido así que decidió ignorar la llamada. Sin embargo pensó que podría tratarse de Fabián, aunque ella había olvidado darle su número de teléfono y tampoco es que él se lo haya pedido. Aún así decidió contestar. - Disculpen. Se excusó. - Adelante. Le respondieron los médicos. - ¿Hola?. Contestó ella. - Hola Cassandra. Dijo Fabián del otro lado de la línea. Esther y el Dr. Salazar reconocieron la voz del joven e inmediatamente se miraron mutuamente con complicidad. Después la fisioterapeuta miró a Cassandra bastante asombrada. - Hola. - ¿Estas ocupada?. Le preguntó él. - Algo… ¿Dime?. - Me da mucha pena decirte esto, pero… Creo que tendremos que posponer nuestra cita romántica esta noche.- “(¿Cita romántica? Me encanta éste chico…)”-Olvidé que tengo que ver a mi oftalmólogo y a otras personas. Por cuestiones médicas, pero no te preocupes estoy bien, sólo que en verdad debo asistir o de lo contrario Mau se pondrá como energúmeno. Le explicó el joven. Cassandra asintió como boba. - Cass si de por si no puedo ver, mucho menos voy a saber tu respuesta a través de un teléfono. Olvidaste contestarme. Le recordó él mientras reía. “Su risa es preciosa”… - Ah… es cierto. Si, está bien… entonces nos vemos luego. Le contestó ella. - Bueno tú a mí, por que yo no puedo ver. Dijo Fabián mientras reía de nuevo. Cassandra se llevó la mano a la frente. - Ay, si es verdad… yo… - No pasa nada, Cassandra estoy bromeando… Incluso yo lo digo cuando quedo con alguien para luego; Deberías relajarte en verdad. - Eh… Okay. Si, eso haré. “¿Por que me siento así de idiota cada que hablo con él?”. Se recriminó a sí misma. - Buuueno, entonces… hablamos luego. Cuídate, por cierto este es mi número, deberías guardarlo por si quieres llamarme después. Le informó él. Cassandra se ruborizó, él quería que le llamara. - Sí. Claro que sí… ¿Cuando?. Preguntó. - ¿Cuando que?. - ¿Cuando quieres que te llame?. - Cuando tú quieras. Excepto después de las dos de la mañana, usualmente tengo la mala costumbre de dormir por las noches. Cassandra rió. - Eres un tonto. Le dijo ella. - Si lo soy. Bueno… entonces… ¿Hasta luego?. Se despidió él. - Si… adiós. Respondió ella, tras colgar suspiró y luego recordó que habían más personas aparte de ella en el consultorio. Bastante avergonzada alzó la vista y vió como la miraban los médicos y Esther apretando los labios para no reírse. - No sabía que estabas saliendo con Fabián. Le dijo Esther de manera pícara. - Ah… éste… hmm. La verdad es que no, apenas nos estamos conociendo. Respondió ella. Esther le guiñó el ojo derecho y luego prosiguió con las indicaciones para facilitarle el andar. ***************************************************** - ¿Que intenciones tienes con esa mujer?. Le preguntó Mauro mientras conducía. Fabián se encogió de hombros y luego recargó la cabeza en el asiento del copiloto. - ¿Como es?… me refiero físicamente, no es que me importe mucho en realidad… Ella me gusta bastante por cómo es. Le preguntó Fabián a su hermano. Mauro decidió gastarle una broma para ver su reacción. - Pues… sinceramente… ella no es muy bonita físicamente. Tiene la nariz muy grande y los ojos demasiado pequeños. Y tiene el cuerpo un tanto extraño, como que es muy grande de arriba en el torso, tiene los hombros demasiado anchos y las piernas cortas. Fabián alzó las cejas impresionado. - Bueno, no importa. Las ventajas de ser ciego es que “ves” a las personas tal y como son. Yo creo que es muy bella. Le aseguró él. Mau sonrió totalmente orgulloso de su hermano menor. Apenas le iba a describir cómo era Cassandra realmente cuando de repente Fabián se le adelantó. - ¿Exactamente que quieres que diga cuando vea a los especialistas?. Le preguntó de repente fingiendo interés. - Pues diles que en verdad deseas el transplante. Te harán preguntas sobre cómo te has sentido desde la ultima vez que te realizaron el transplante que rechazaste. Si has sentido dolor o algún tipo de molestia los últimos meses… Cosas así. Fabián asintió. De pronto le entró una llamada a Mauro. - Hola papá. Dijo por el altavoz de la camioneta tras contestar. - Hola, ¿Ya van para el hospital?. Le preguntó. - Sí, aquí traigo a tu pequeña bestia salvaje conmigo. Va bien amarrada para que no pueda huir. Le respondió Mau. - Hola hijo, ¿Como estás?. Le preguntó Germán. - Hola pa’. Bien gracias ¿Y tú?. - Bien, regresaremos de Málaga dentro de dos semanas, te hice una transferencia hace rato. Le informó su padre. - Papá que sea ciego no significa que sea inútil y no pueda ganarme la vida por mí mismo. Le rezongó Fabián haciendo una mueca. - Nunca dije que seas inútil, sólo que no quiero que te falte nada nunca. Todo lo que tenemos tú madre y yo es para tí y tu hermano. Fabián suspiró. - Gracias. ¿Y mi mamá?. Le preguntó Fabián. - Bien, ahí anda un poco enojada, fue a hacerse un bronceado en aerosol y la dejaron naranja, ahora parece hermana de Luis Miguel. Le contestó Germán ocasionando que ambos jóvenes estallaran en carcajadas. - ¿Pero está bien?. Preguntó Mauro. - Sí, en serio. Pero si anda medio triste porque parece un umpalumpa de Willy Wonka, me refiero a las personitas naranjas de la película vieja…Bueno me cuentan que les dijeron los médicos. Los amo mis niños. Les dijo su padre. - Nosotros a ti. Salúdame a mi mamá. Contestó Fabián. - Yo te la saludo hijito. Buena suerte. - Adiós. Le respondieron ambos jóvenes al unísono. Mauro aparcó en el estacionamiento del Hospital Puerta de Hierro, luego ayudó a su hermano a descender del vehículo. Una vez se hallaron en la sala de juntas médicas, entraron los directivos y médicos oftalmólogos y especialistas en córneas. - Hola jóvenes, ¿Como están?. Preguntó el Dr. Garza el director del hospital. (Quién era el tío de ambos, el hermano de su madre). - Bien gracias. Respondieron ambos al unísono. - Excelente… Muy bien Fabián, vayamos al grano. Me imagino que el doctor Bayod -(refiriéndose a Mauro)- te informó que estás siguiente en la lista de espera… ¿Verdad?. Le preguntó el Dr. Garza. Fabián asintió al recordar su conversación de la noche anterior con su hermano. - Bueno, entonces necesitamos hablar contigo sobre lo que sigue, también el proceso burocrático que ya conoces y pues también queremos saber ¿Cómo te has sentido tras el rechazo del último transplante?. Tengo entendido que dejaste de utilizar los lentes de contacto rígidos… ¿Por que?. ¿Quieres que intentemos con los lentes esclerales de nuevo?. Fabián se encogió de hombros indeciso y luego decidió hablar. - Pues… Lo de los lentes de contacto se debe a que son bastante incómodos, de por si me molesta la picazón todo el tiempo, pero no es verdad que no los uso, de hecho aún los traigo puestos…. Aunque sinceramente siento dolor constante al usarlos. Y anímicamente me siento igual que siempre. Bueno no tanto por que la que era mi novia me terminó hace unos meses, pero eso no tiene nada que ver… bueno si, me terminó por ser ciego. Ya en serio… ¿Por que a todo el mundo parece importarle más mi ceguera de lo que me importa a mi?. Les preguntó. - Por que eres mi sobrino, el hijo de mi hermana y porque a tus padres y hermano les importas demasiado al igual que a nosotros. ¿Quieres el transplante o no?. Le preguntó el Dr. Garza. - No lo sé, ¿Que sucede si de nuevo rechazo las corneas?… - No va a suceder. Le aseguró el Dr. Iñiguez. - Con todo respeto, eso me dijeron antes de la cirugía y vean lo que sucedió. A mis padres y a Mauro les afectó más que a mi, y eso es lo que me hace dudar sobre volverlo a intentar… ya no quiero desilusionarlos. Les informó, haciendo que tanto Mauro como su tío se sintieran tristes. - Fabián… confía en nosotros. Le pidió uno de los especialistas. - Sólo confío en Dios. Y si tengo que ser ciego no tengo problema con eso, ustedes parecen ser los que tienen problemas con mi discapacidad. Les respondió a la defensiva. - No es verdad. Todos aquí sabemos que eres un hombre increíblemente inteligente y trabajador, pero también queremos que tu calidad de vida mejore significativamente. Todos te conocemos desde que eras un niño, no nos digas esas cosas. Aquí a todos nos importas… Por favor no estés tan apático. Le dijo su tío. Mauro suspiró frustrado. - Está bien… lo pensaré. Avísenme cuando se muera alguien y le hayan sacado los ojos. Les contestó mientras se ponía de pie. - No le sacamos los ojos a nadie, sólo les quitamos las córneas. Le informó el oftalmólogo. - Cómo sea. Les agradezco mucho su ayuda, ¿Puedo irme?. - Te veremos pronto. Ven la siguiente semana para que te vayan sacando muestras y haciendo los análisis necesarios. Le indicó el especialista. Fabián asintió y luego decidió que ya quería irse, y salió del lugar tocando a su alrededor con su bastón. - Disculpen… Les dijo Mauro para luego ir de tras de su hermano. - Fabián… ¡Fabián! Espérame tarado. Le gritó su hermano. Fab aminoró el paso y dejó que el otro le diera alcance. - ¿Que m****a fue eso?. Le increpó su hermano una vez en la camioneta. Fabián decidió ponerse sus AirPods y puso música. Mauro lo miró furioso, sin embargo sabía que cuando Fabián se refugiaba en la música ya no había manera de pararlo, bien podía quitarle los audífonos y comenzar a darle un sermón digno de una ovación, pero quería darle su espacio. Si lo acosaba terminaría haciendo que el otro huyera. Una vez en el departamento de Fab le ayudó a preparar la cena. - ¿Si sabes que puedo hacer las cosas yo solo?. Le preguntó Fabián de manera cortante. - Oye… ¿Si sabes que entre las personas que si podemos ver nos ayudamos a preparar la comida?. Que seas ciego no te da el derecho de actuar como un reverendo pendejo conmigo todo el tiempo. Me tienes harto… Le contestó Mauro alzando la voz. Fabián entonces se puso más fúrico. - ¿Por que no pueden aceptar que tienen a un p*to ciego en sus vidas?. ¿Que tienen en contra de la pinche discapacidad?. Le preguntó. - ¡Nada!… pero muchas personas discapacitadas aceptarían estar mejor y poder dejar de estarlo si les dieran la oportunidad o a elegir. Y tú… Tú parece ser que disfrutas ser ciego. Le recriminó Mau. - ¡PORQUE ASÍ SOY FELIZ!… No necesito ver para serlo, me acepto como soy. - Eres feliz siendo ciego porque tienes una buena vida y una familia que se preocupa por tí, por que todos los putos días o te ayudo yo o te ayudan mis papás o Juanita (la sirvienta). Le contestó su hermano cada vez más molesto. Entonces Fabián se quedó cayado, Mauro inmediatamente se llevó las manos a la cabeza totalmente arrepentido por haber dicho eso. - Fabián… - Lárgate. ¡VETE!. Le ordenó. Mauro asintió y caminó totalmente apesadumbrado hacia la puerta, dejándole solo. Entonces Fabián agarró un vaso de vidrio y lo aventó por ahí, haciendo mucho ruido al estrellarse. Se quedó largo rato pensando recargado con las manos en la barra hasta que decidió que estaba cansado. Se fue a su habitación con mucho cuidado de no pisar ningún vidrio roto y se acostó a dormir con todo y ropa.
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