Fabián se encontraba escuchando música tranquilamente cuando de repente alguien le tocó el hombro derecho.
Inmediatamente detuvo la música y se quitó los audífonos.
- Fabián, ya es muy tarde… pasan de las dos de la madrugada. ¿No piensas dormir un poco?.
Le preguntó Mauro, su hermano mayor.
Mauro contempló el bellísimo rostro de su hermano durante unos segundos y luego se enfocó en sus ojos.
- El mes que entra tienes cita con el oftalmólogo… ayer hablé con el director del hospital, al parecer subiste de posición en la lista de espera.
Fabián se puso de pie y dejó el aparato y los audífonos sobre la mesa.
- Sabes bien que no tiene caso… de igual manera volveré a rechazar el transplante.
Repuso él.
- Eso no lo sabes todavía… ¿Al menos puedes intentarlo ésta vez por mis papás?.
Le preguntó Mauro.
- ¿Te vas a quedar a dormir aquí o ya te vas?.
Le preguntó Fabián de mala gana.
- ¿Me estás echando?…
- No. Pero como tú dijiste, ya es tarde… ¿Te vas o te quedas?.
Le preguntó de nuevo.
Mauro suspiró frustrado y luego tomó la llave del auto y se fue.
Una vez solo, Fabián se dirigió al refrigerador y comenzó a buscar que comer.
Tocó las etiquetas en los empaques y topers de comida. Estaban en braille, cada que se tenía que hacer las compras su hermano le ayudaba a etiquetar lo que había en el refrigerador y en la despensa.
Así pues leyó que una etiqueta decía paté de salmón y lo tomó, luego buscó durante unos segundos en la despensa, en la parte más alta de las repisas y encontró las galletas saladas.
Puso todo en la isla de la cocina y tomó un plato y luego un vaso, puso el dedo índice en la orilla y luego sujetó la jarra.
Vació el contenido poco a poco hasta que sintió el agua sobrepasar él falange del dedo y se detuvo.
Y se dispuso a merendar a altas horas de la noche.
Una vez hubo terminado se puso a lavar los platos y luego se encaminó a su habitación, a su paso fue apagando los interruptores de la luz, ya que evidentemente no los necesitaba en lo absoluto.
Pero su hermano siempre los dejaba encendidos, sabía perfectamente que a Mauro le molestaba el hecho de que él deambulara por el departamento en penumbras, así que le dejaba las luces prendidas.
Así pues fue a bañarse y luego a la cama.
- Alexa… pon a System Of A Down
Dijo a la nada.
“Reproduciendo Toxicity de System Of A Down”.
Respondió la asistente virtual.
Si bien la música no era muy tranquila, logró calmarle y luego de tres canciones de la b***a de metal, se quedó plácidamente dormido.
A la mañana siguiente se levantó y comenzó a arreglarse, quería ir por un café y luego iría a componer.
- ¿Alexa, que hora es?.
Preguntó.
“Son las ocho de la mañana”.
Respondió Alexa.
Así pues, Fabián salió de su apartamento con bastón en mano y tomó el ascensor.
Una vez en la Av. Chapultepec, el joven caminó hasta la esquina y se metió en un St*rbucks.
Mientras ordenaba un chocolate blanco, un espresso y un croissant con jamón y queso, escuchó a unas jóvenes hablar muy cerca de él.
- Háblale tú…
Dijo una.
- No… tú.
Repuso otra.
Fabián le pagó al cajero y tomó sus cosas, sabía dónde estaba su mesa pero en el camino chocó con alguien, de puro milagro no tiró nada.
- ¡Fíjate! Uy… perdón.
Le dijo alguien al ver el bastón en su cadera.
Fabián sonrío tímidamente a modo de disculpa y se sentó, de repente un aroma muy peculiar le invadió la nariz… olía a Perri Ellis para mujer y cigarro.
Antes de decir algo esperó unos segundos y escuchó la voz ronca de Cassandra.
- Ya te dije que no, no quiero y no me vas a obligar a ir.
Le dijo tajantemente a Ana Sofía.
- Pero es por tu bien, además… tú eres muy vanidosa, no creo que quieras tener esas cicatrices toda la vida… ya no se te van a ver bonitas las faldas.
Le contestó ella.
Fabián no pudo evitar molestarse ante aquel comentario; Él no sabía cómo se veía Cassandra, pero no creía que por unas cicatrices no se fuera a ver bien.
- Hola Cassandra.
Dijo Fabián en voz alta.
- ¡Hola!…
Contestó ella acercándose con dificultad a causa de la silla de ruedas.
- ¿Como estás?.
Le preguntó Fabián sonriendo.
Cassandra contempló embobada al igual que varias jóvenes en el lugar al precioso hombre que estaba sentado hablándole alégremente.
- Muy bien… no es verdad. Odio estar así, obviamente me esta yendo mal. No puedo ir a ningún lado con esta maldita silla, choco con todas las cosas y la gente me mira raro.
Le contestó ella evidentemente molesta.
Fabián le sonrió, exhibiendo su perfecta dentadura y sus magníficos hoyuelos.
Hasta Ana Sofía se había quedado muda.
- Te presento a mi hermana Ana Sofía, Ana te presento a Fabián.
Le dijo Cass.
- Ho… hola.
Dijo ella.
Fabián le saludó alzando la cabeza.
- Un placer conocerte.
Le dijo él.
Cassandra se maravilló de la capacidad auditiva y de olfato del joven.
- ¿De nuevo me delató mi perfume y el olor a cigarro?.
Le preguntó ella riendo.
Fabián no pudo evitar reírse con ella.
- Sí.
Le contestó.
- Que no se entere de tí la policía, o te irán a buscar y le quitarás el trabajo a los perros detectores de narc*ticos.
Le dijo Cassandra.
- ¡Cassandra no sea grosera!.
Le dijo su hermana evidentemente ofendida ante aquel comentario.
Pero Fabián no pudo evitar reír.
- No pasa nada Ana, Cassandra y yo somos amigos.
Le dijo él.
Cassandra no pudo evitar sonrojarse ante aquella afirmación.
- ¿A sí? ¿Desde cuando? No recuerdo haber escuchado de tí.
Le preguntó Ana, pero si había visto a su hermana stalkeando a Fabián en Inst*gram.
- Desde hace mucho… ¿Cassandra, quieres ir conmigo a desayunar? Me gustaría mucho invitarte… Invitarlas a las dos.
- Claro, me encantaría…
- Permítanme hablarle a mi Ub*r. Oye Siri, envíale un mensaje a Mauro.
Le pidió Fabián a Siri. “¿Que quieres decir?”
- Mau, ven por mí al St*rbucks de siempre por favor.
“Tu mensaje para Mau dice: Mau, ven por mí al St*bucks de siempre por favor, ¿Lo envío?.
- Sí.
Cassandra comprendió la gran ayuda que debían de ser las asistentes personales de inteligencia artificial para personas con discapacidad como lo era Fabián.
Mientras charlaban de cosas banales, Ana Sofía, Fabián y Cassandra, llegó Mauro.
El joven inmediatamente buscó a su hermano y le hayó con facilidad, no sin antes sorprenderse al ver a las dos hermosas mujeres que se encontraban con él.
Reparó en que una de ellas estaba en silla de ruedas así que supuso que las debía de conocer de la clínica.
- Hola Fab, ya llegué.
Le dijo Mauro.
- Les presento a mi hermano Mauro, hermano mío, te presento a Ana Sofía y a Cassandra.
Le dijo Fabián.
Mauro les dedicó una sonrisa franca y luego miró a Fabián esperando la indicación.
- ¿Me puedes hacer el favor de llevarnos al The Cheesecake Factory?. Yo te invito, además por la hora que es, se bien que no has desayunado todavía.
Le preguntó.