Colgada del brazo de Declan, nos adentramos al amplio comedor de los Volkov. Desde el primer paso dentro, la opulencia del lugar se hace evidente, una declaración silenciosa del poderío de la mafia rusa. El techo, adornado con candelabros de cristal que reflejan la luz en destellos dorados, ilumina la escena con una calidez que contrasta con el frío cálculo de los presentes. Las paredes, cubiertas con paneles de madera oscura y delicados detalles en oro, añaden un aire de majestuosa antigüedad.
La mesa, larga y de madera pulida, está cubierta con un mantel de lino blanco inmaculado. A lo largo de su extensión, elegantes arreglos florales de rosas rojas y peonías blancas están dispuestos en jarrones de cristal tallado, con pequeños destellos de hojas de eucalipto que agregan un toque de fr
