Nuevo puesto. Mi primera noche bajo el techo Di Sante fue de desvelo. Durante todo el camino de regreso a la villa, Salvatore no pronunció palabra alguna, su semblante estoico. Una vez dentro, ya todos estaban acostados, «gracias a Dios» y no tuve que verle la cara a las arpías Di Sante. Para mi sorpresa, descubrí que Salvatore tiene su habitación justo al lado, ¿cómo lo hice? Simple, se detuvo frente a la puerta junto a la mía, me dio una mirada fea antes de entrar y cerrar de un portazo sin preocuparse en que el resto estuviera descansando. Durante la noche, no paraba de pensar que en cualquier momento alguno de los Di Sante iba a atravesar esa puerta y hacerme daño. —Patético, Helena, patético—, susurro a mi reflejo en el espejo mientras intento tapar las ojeras lo mejor que puedo y