** Gerónimo pretende vender una de sus hijas **
Al fin a llegado la primavera, qué da comienzo a una nueva etapa, los árboles comienzan a florecer, él cantar de los pájaros se escucha con mayor claridad, son las seis de la mañana, en aquella isla llamada Java, la gente madruga, sus aguas son de color turquesa.
En una de las granjas, vive una familia, numerosa con cuatro mujeres, una de ella se escapó, solo quedaron tres hermanas, sus nombres: Dixie, Aroma y Emilia, Gerónimo su padre se dedicaba a dar órdenes, a los demas pobladores de la isla, devia encontrar marido para sus hijas, su esposa madre de las chicas no estaba de acuerdo; quien la visitaba una vecina, qué solo iba para dar sugerencia respecto a sus hijas, era antipática, metida, mientras tomaban café.
—Tus hijas ya están en edad de casarse, ¿Qué esperas qué no le buscas marido? Conosco a alguien, ¡Les va a encantar!, su familia es adinerada, William creo qué es su nombre, viene de vez en cuándo a la isla.
—No estoy de acuerdo con mi esposo, me gustaría qué eligieran una carrera.
La vecina de nombre Clarisa, era metida, siempre iba por un momento, se dirigía hacia la madre de las chicas con voz de mando.
—Me tengo qué ir, no las dejes qué salgan, deberian lavar su ropa, limpiar su habitación, cero amigos.
Martina, siempre la tenía qué escuchar, vestia en forma muy tradicional, sus vestidos eran muy anticuados, en aquella casa, no tenia voz ni voto, nunca fué ella, acotó a las decisiones de su esposo.
Cada verano, Willian llegaba desde otra cuidad, en un auto de alta gama, era millonario, un poco engreído, creía qué siempre tenía la razón en todo, atrás de él, lo custodiaban dos hombres de grandes musculatura.
muy atractivo, ojos de color azules, pelo n***o, llevaba puesto un aro de diamantes en la oreja derecha, vestía de una forma elegante, dueño de varias empresas textiles, aficionado al fútbol, recorre él mundo, conoce diferentes costumbres, lo tenía casi todo, le pidió a unos de sus hombres con una sola seña qué se acercara a él, con un tono rigido, le habló al oído, iba pasando justo Dixie.
—¡Quiero, qué me averigues de dónde es ella, qué sea ya!
Aquel, hombre obedeció sus órdenes se acercó a la hermosa mujer.
—¿Te puedo hacer una pregunta?¿De dónde eres?
Enfrente de ella estaba su madre, mirando telas, le gustaba confeccionar los vestidos para sus hijas, Martina en cuánto se da cuenta qué su hija está con alguien sale afuera de aquella amplia tienda de tela con estampados, hermosos.
—Joven ¿Qué necesita? Con ella no tiene qué hablar, su padre le tiene prohibido, hablar con extraños.
—Entonces me alejó de usted señora.
Martina, siguió visitando tiendas, mientras Willian las seguia con mucha curiosidad.
—Señor no pude averiguar nada, al parecer la mujer qué apareció era su madre.
pusieron en marcha, aquel carro
Mientras, escuchaban música William y sus hombres, se detuvieron justo, enfrente de la hermosa granja, en él dedo anular de la mano izquierda, llevaba un anillo de oro blanco, piedra azul, físico casi perfecto, se acomodó él pelo, tenia un corte moderno.
— Mueve él coche, un poco más adelante, Preguntaré por ella ¡Me encanta!
Mientras Dixie limpiaba los pisos, de aquella granja, Aroma su hermana lavaba la ropa a mano, aquella familia se había quedado, en la época qué aún no se usaba lavarropas automático.
Willian, se bajó del coche, caminó un trayecto corto, llegó a la Granja.
—¡Hay, alguien acá!
Justo en ese momento, se encontraba Gerónimo, quien siempre estaba dando órdenes, se asomó por la ventana, se dirige hacia la puerta principal, atiende a Willian.
— Buenas tardes, pasaba por acá, Una pregunta, ¿Usted vende está granja?
la verdad, ando busco hace mucho una propiedad cómo está.
—Es mi propiedad, no podría venderla, aunque quisiera, pues vivo con mi familia.
—Disculpe, ¿Tiene hijas mujeres?
—Si, son tres, usted ¿No conoce a alguien qué quiera comprarlas? Ando buscando marido para ellas, están a muy buen precio, necesito ampliar este espacio, y comprar más animales
Willian no podía creer lo qué estaba escuchando, tragó saliva, se quedó por un momento en absoluto silencio.
— Me refiero qué las entregó en matrimonio a cambio de dinero.
—Si conosco...Me espera un momento.
Iba dando pasos lentos, cuándo se acerca hacía su carro se toca la cabeza, entra y se sienta.
—No puedo creer lo qué escuché, ese hombre, vende a sus hijas.
—El señor parece serio, ya vuelvo.
Bajó del carro haciendo un fuerte ruido en la puerta.
—¿Podemos hablar? Me interesa mucho una de tus hijas.
—Pase, me dice cuál de ellas es.
La granja, tenía una amplia entrada, habían patos nadando, Dixie tenía la pollera mojada, justo en él abdomen, había estado ayudando a Aroma su hermana, a lavar la ropa a mano.
Willian, se sentía un poco incómodo, Geronimo le mostró a sus tres hijas.
—Dime ¿Cuál de ellas es?
—Todas son bellas, me gusta ella.
— Es la menor de todas, hablaré con ella, diré qué le encontré marido, pasa a mi oficina tomemos algo.
Los custodios se quedaron afuera preocupados, uno de ellos bajó del carro preocupado, golpeó sobre él ancho portón.
—Son mis ayudantes ¿Puedo hacerlo qué pasen?
Gerónimo, destapa una botella de vino, llama a Martina.
—Trae, cuatro copas de inmediato, qué sea rápido.
La mirada de Martina, siempre estaba triste, no había felicidad en ella.
—Mujer, muevete ¿y los vasos?
A paso rápido, su mujer dejó las copas sobre él escritorio, estaba aterrada, no sabía con qué iba a salir su marido.
—¡Sal de mi vista!, no quiero qué estés presente, cuándo hablé con ellos, eres una torpe mujer, no sirves para nada.
Willian apareció, junto a sus custodios.
—Vamos, muchachos a brindar por la futura boda, no hemos hablado del precio.
Gerónimo, se tomó varias copas de vino, comenzó a reír, a él lo único qué le importaba tener un importante capital.
—Salud, él precio lo hablaremos con más tiempo cuándo le diga a mi hija, le encantará, la idea.
Willian, no aceptó tomar la copa de vino, a él realmente le gustaba de verdad, la chica.
— En otro momento pasaré por aquí, y hablaremos sobre él precio, tengo cosas qué hacer, me retiro.
Willian, le hace seña a sus custodios, deben abandonar aquella oficina.
Gerónimo, era adicto al alcohol, estaba incontrolable, Martina salió a su encuentro, estaba justo en la puerta de la oficina.
—Mujer, te dije qué no aparecieras, llama a Dixie, necesito hablar con ella de inmediato, ¡ ya!
Martina entra por la puerta principal de aquella granja, sus ojos están llorosos, aveces no puede más.
—Hija, tú padre quiere qué vallas, está un poco tomado, no le hagas caso lo qué te diga, es muy torpe cuándo está así.
Dixie, acomoda su cabello rubio, dorado, luego se da cuenta qué lleva la pollera mojada.
—Entra pequeña mía, ¿Sabías qué tengo deuda? Tú madre no lo sabe, apareció un hombre, te va a comprar, me va a dar justo él dinero, qué estoy necesitando.
—Padre, estás ebrio, no me quiero casar, con quién no conosco.
—Hija, te llenará de alhajas, vivirás en un mundo mejor, piensa en nosotros, tenemos deuda, lo perderemos todo.
Dixie, con un movimiento rústico mueve la cabeza, da un respiro y traga saliva, su corazón comienza a palpitar fuerte, no puede seguir escuchando más, a su padre.
—¡Ni lo sueñes te vuelvo a repetir, no me casare ni loca! Busca otra forma de pagar la deuda, te lo pido por favor.
Camina a paso lento, es la hija menor de aquella familia, entra a la granja, sus ojos se encuentran enrojecidos, comienza a llorar.
—! Mamá, no me pienso casar! Mi padre está mal de la cabeza, o qué le pasa.
Sube las escaleras corriendo, abre la puerta de un modo violento, se lanza sobre la cama, su llanto se escucha por toda la casa, en la misma habitacion se encuentra Emilia, la hermana del medio.
—No llores, mi padre jamás va a cambiar, por eso mi hermana se escapó, ¡ Cuánto extraño a Daniela!Ojalá volviera.
Pasaron apenas unos segundos, se escuchan unos pequeños golpes en la puerta, es su madre, con voz suave pregunta.
—Hija, ¿Estás mejor?No tengas miedo, tratare de ayudarte en lo qué sea.
—Madre, tú siempre has hecho lo qué dice papá, no confiamos en tú palabra.