Adictivos

1286 Words
“¡Los vicios son a veces solo virtudes llevadas al exceso!” Charles Dickens La llegada de Alice y Harris a casa llena a todos de alegría, Emily se siente plenamente feliz al ver que padre e hija se hacen cada vez más cercanos. Aquellos primeros años de dolor y traumas se convierten hoy, en sonrisas y alegrías. —Mami, mamita —corrió hacia Emily —mi papi es un héroe, es un super héroe. —Claro que sí mi princesa. Aunque a veces parezca cascarrabias, es un padre maravilloso. —Todos mis amiguitos, hasta Fred lo aplaudieron. Estoy tan feliz —Suspiró profundamente. Angie bajó en ese momento con su pequeña en brazos y se acercó a la amena reunión. —¡Angie! —Harris la saludó con cariño y tomó a la pequeña Aghata en sus brazos. Adoraba mirar los ojos de la pequeña, cuya mirada era muy parecida a la de su madre. —¿Cómo estás super niñero? —le dio un beso en la mejilla. —Pues poniendo en práctica todo lo que me enseñaste. —Veo que no lo has hecho tan mal. —¡Jajajajaj! El primer día fue un caos. —Poco a poco lo irás haciendo mejor. —¿Nos acompañas a almorzar? —Le preguntó Harris. —Me encantaría pero como ya le dije a Emily, Stuart viene por nosotras. La bocina del auto sonó y Angie tomó el bolso, la pataleta y Harris la acompañó hasta la entrada. —Ya regreso, Blanca por favor, sirve la comida. —En seguida Sr Harris. Harris la ayudó a subir al auto y luego le entregó a la pequeña Aghata. Stuart se bajó y abrazó a su primo dando varias palmadas en su espalda. —Ya no te veo por estos lados. —¿Qué te parece si el domingo nos vamos al club a jugar golf? Claro si nuestras esposas nos dan el día libre —dijo en tono de broma. —Sí, perfecto. Creo que me sale un día de descanso. —Sonrió. Sonrió.se despidió de su primo, subió a su auto y Harris entró a la mansión. Estaba hambriento. Blanca terminó de servirle, él se sentó entre sus dos mujeres más grandes, del lado izquierdo Alice y del otro lado, Emily. Él sostuvo su mano con ternura. Alice hizo la oración y todos comenzaron a almorzar. Alice estaba eufórica, no parabba de hablar de su experiencia, contaba los pormenores de la actividad y de como su padre había hecho un excelente trabajo. Estaba orgullosa de su padre, había entendido que cada persona es valiosa si lo que hace además de hacerlo feliz, ayuda a otras personas también. Después que Mateo y Alice fueron a tomar su siesta, Emily se quedó a solas con Harris. —¡Gracias! —dijo sonriendo. —¿Gracias, por qué? —preguntó confundido —Por brindarle esa alegría a Alice, por ser valiente. Sé que no debió ser fácil para ti, estar allí. —Hice lo que debía hacer, creo que estoy madurando —Sonrió y Emily asintió. —Estoy orgullosa de ello. A veces la vida nos forza a hacer cosas a las que no estamos acostumbrados o que no son fáciles para nosotros entender, pero es un proceso diferente para cada uno de nosotros. —Emily, la vida me dio tres golpes duros. La muerte de mi padre, luego la muerte de Kim y después la de mi madre y eso creo que me hizo ver a golpes, duros golpes que no deseo perder a nadie más, ni a ti ni a mis hijos. Ustedes son todo para mí. Un abrazo entre ellos era necesario, uno de esos abrazos que llenan de fuerza y confianza. —Tengo ganas de hacerte el amor —Susurró a su oído. —¡Harris! Debo ir a trabajar y los niños están arriba. —Pues yo no dije que debíamos subir. Te necesito —mordió suavemente el lóbulo de ka oreja de Emily. Su piel se erizo tomando fuego por completo como cuando enciendes una llama en una parte de la hierba seca y va expandiéndose y consumiendo todo a su paso. Emily también lo deseaba, era adictivo para ella hacer el amor con Harris. Se puso de pie, lo tomó de la mano y lo llevó hasta el área de la lavandería donde por primera vez se encendió de pasión, sus almas y sus pieles. Harris sonrió con malicia, adoraba poseerla, siempre lo adoró desde esa maravillosa vez en que la amó. Emily baja la cremallera de su pantalón, hurga en su bóxer, tantea y saca a la serpiente que comienza a despertarse, al ver a su Eva. Ella acaricia con su pulgar la redondez de su orificio y siente su humedad, mientras Harris observa lo que ella hace, fija su mirada en su mano diestra. Jadea de excitación, él la sujeta de los hombros y la obliga a descender por su abdomen y su pelvis, hasta llegar a su falo ya ansioso de sus húmedos labios y su boca. Ella lo introduce lenta y perversamente, amolda sus labios a su palpitante sexo y lo succiona, verla es suficiente para Harris encenderse rápidamente, ella acaricia su didimo con su otra mano. La lengua de Emily se desliza a lo largo y venoso mástil, ella siente como la sangre eyecta su m*****o y lo torna cada vez más firme, más tibio pero sobre todo más apetecible, muerde suavemente su glande y él enloquece, la sujeta de los hombros, la obliga a ponerse de pie, la gira de espaldas a él. Toma sus manos y las hace reposar sobre la máquina de lavar, ella queda inclinada, él sube la falda de su vestido, estira la pantie y la enreda en su mano, como quien enreda las tiras del caballo para contenerlo, se abre paso con su falo entre sus glúteos y su inteligente m*****o reconoce de inmediato la humedad de su v****a, se cuela entre su caverna. Los movimientos son rápidos y profundos, sabe que en cualquier momento Blanca puede ir hasta allá y encontrarlos en una situación poco agradable pero si perversamente excitante. Las pieles húmedas se amalgaman, Emily se muerde los labios para no gritar de placer, Harris la enloquece, desde siempre. Ella mueve sus caderas para provocar mayor excitación en su amante y él en ella. La sostiene de los brazos y con movimientos frenéticos alcanza el estallido de su volcán en erupción. Emily siente como lava ardiente los fluidos entrar a su caverna. Harris besa su espalda, el sudor resbala y cae, ella enarca su cuerpo. Respira agitada, se incorpora lentamente, besa su boca, mientras él le acomoda el vestido. Toma una de las toallas arregladas que Blanca ya dejó listas para subir, se limpia y limpia la entrepierna de su amada. Sonríen con picardía y agitación. —¡Realmente estamos locos! —dice ella. —Yo diría Dra Emily Collins que es un poco prematuro de su parte referirse a esa patología tan extrema. —Sí esto no es locura ¿Cómo lo llamaría usted? —pregunta ella, siguiendo su juego. —Yo diría que es una adicción nivel 1. Ambos ríen y salen de la lavandería, van hasta su habitación. Ella susurra entre risas: —Tendré que darme un baño. —Entonces, yo me encargo de enjabonarle. —Pues ya me siento enjabonada —mueve sus piernas, frotando sus muslos uno contra el otro. —Bien, tengo una manguera para echarle todo el líquido que necesite para enjuagarse. Entre risas y comentarios con doble sentido, la pareja va hasta su habitación. Emily y Harris realmente eran adictos a estar uno en el otro, eso era innegable.
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