Ignacio Williams se dejó caer sobre la silla y lanzó todo lo que había en su escritorio. Le quedaban pocas horas para que su hijo se presente en casa de los Báez y pida la mano de Constanza. Lo que ambas familias no sabían era que sus hijos ya estaban casados. Por la mañana, Fernando salió bien temprano de casa y se dirigió al departamento de Dania. A las siete de la mañana tocó la puerta y ella, en prendas de dormir, se levantó. Al ver a su amado, lo abrazó con fuerza, sin embargo, se sintió desdichada cuando él la presionó desde los hombros y la apartó. —Vístete, iremos al hospital —dijo Fernando, frío e indiferente. Dania se quedó perpleja y él pasó hasta la sala del pequeño departamento. Con un nudo atrapado en la garganta, Dania se giró lentamente y cerró la puerta. Soltando un sus