Edahi En la suave penumbra de la habitación, Antonella y yo nos sumergimos en un beso tierno y reconfortante. No hay apuro ni deseo ardiente en este momento; solo estamos disfrutando de la sensación de estar juntos después de un tiempo separados. Cada roce de nuestros labios parece teñido de amor y complicidad, como si pudieran comunicar todas las palabras no dichas y los sentimientos que han persistido en mi ausencia. Las manos de Antonella se encuentran con las mías, entrelazando nuestros dedos en un gesto que refleja la conexión profunda que compartimos, y mientras nos besamos, puedo sentir la familiaridad reconfortante de su presencia, como si estuviéramos recordándonos mutuamente que, a pesar de los desafíos y las distancias, nuestro amor sigue intacto. Cada suave caricia, cada